Suecia y Finlandia han anunciado su voluntad de ingresar en la OTAN y ya dieron los primeros pasos enviando a la organización del Atlántico una solicitud formal de adhesión. La medida, es evidentemente una respuesta a la operación militar especial llevada a cabo por Rusia en Ucrania, y la misma está creando expectación en las cancillerías de los 30 países miembros la Organización del Atlántico. El Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha asegurado que las dos naciones “serán recibidas con los brazos abiertos y el proceso será rápido”. Pero Turquía no está de acuerdo con esta adhesión; por lo cual es muy probable que el camino no será fácil para los países bálticos, deberán dar varios pasos técnicos y políticos y sobre todo diplomáticos para lograr superar el dique impuesto desde Ankara.
Por su parte, los Estados Unidos asegura sus piezas, este jueves 19 de mayo, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, recibirá en la Casa Blanca a la primera ministra sueca, Magdalena Andersson, y al presidente finlandés, Sauli Niinisto. La portavoz presidencial, Karine Jean-Pierre señaló que los tres líderes “hablarán de las solicitudes de ingreso en la OTAN de Suecia y Finlandia, de la seguridad europea y del fortalecimiento de nuestra asociación en cuestiones globales y del apoyo a Ucrania”.
Posición de Moscú
La Federación Rusa no tiene problemas con Suecia y Finlandia, por lo que la adhesión a la OTAN de estos dos países “no crearía un peligro inmediato para Rusia”, así lo ha hecho saber el Presidente ruso Vladimir Putin. No obstante lo que sí puede desencadenar una contramedida desde Moscú, es una expansión de la infraestructura militar de la OTAN en estos países bálticos que amenace la seguridad de Rusia.
La línea roja para el Kremlin no es la entrada en la Organización del Atlántico, sino la asignación de bases, tropas y armamento aliados en los dos países nórdicos. Al principio, las declaraciones disuasorias y los ejercicios militares rusos tenían el objetivo de influir en el proceso de toma de decisiones en Estocolmo y Helsinki. Al no haber surtido efecto, es inútil que Moscú muestre sus cartas y haga saber al adversario cómo, cuándo y con qué responderá a esta extensión de la Organización del Atlántico. La decisión más acertada del Kremlin ha sido la de esperar que se filtren las noticias, tal vez desde la cumbre de la OTAN en junio en Madrid, donde los aliados, además de aceptar y acelerar la solicitud de ingreso de Finlandia y Suecia, tendrán que tomar decisiones sobre cómo reconfigurar el despliegue militar en el flanco oriental.
En este sentido están en juego cuestiones importantes, por ejemplo, si la presencia estadounidense en estos países es permanente y cómo lo harán. Estocolmo y Helsinki, de acuerdo a diferentes especialistas, tienen unas fuerzas armadas grandes y capaces, por lo que no debería ser necesario enviar medios y tropas desde el extranjero. La Primera Ministra, Andersson, ha subrayado que Suecia no permitirá tropas extranjeras ni armas nucleares dentro de sus fronteras. Se desconoce la manera en que Andersson podrá mantener esta posición ingresando en una organización cuya trayectoria es guerrerista.
Ankara en contra
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, vetó la entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN, y por ello ha expuesto sus razones: las sanciones suecas por la guerra turca en Siria; la negativa de ambos países a 33 solicitudes de Ankara para la extradición de terroristas; el supuesto apoyo a las redes del PKK (Partido de los trabajadores del Kurdistán) y al predicador islámico, Fehtullah Gülen, opositor a Erdogan.
Turquía puede ralentizar la entrada formal de Suecia y Finlandia en la OTAN ampliando el plazo entre la solicitud y la adhesión; esto causa temor en los países bálticos ante un posible ataque de Rusia. Para ello, el frente aliado se está preparando; Noruega, Dinamarca e Islandia han declarado que intervendrán si es necesario, alineándose con las garantías militares ofrecidas por el Reino Unido a los dos países nórdicos, en correspondencia al pacto recientemente firmado entre Londres, Estocolmo y Helsinki. En Estados Unidos, los líderes republicanos del Congreso han prometido ratificar el acuerdo de acceso de Suecia y Finlandia a la OTAN antes de agosto y el gobierno ha garantizado que “abordará cualquier problema de seguridad durante el periodo de transición”.
Desde esta perspectiva, Moscú ve con buenos ojos los obstáculos de Turquía porque hace emerger las divisiones internas de la alianza adversaria. Sin embargo, no puede engañarse pensando que Ankara está de su parte. La posición de Turquía no es absoluta, en el sentido que no ha cerrado la puerta a Suecia y Finlandia, sino que quiere negociar.
Ankara necesita absolutamente que la posición de Washington hacia ella se suavice. Al sentirse asediada a nivel internacional por el norte con Siria, por el este, Irak en su expresión kurda proiraní, por el oeste, Grecia, más la presión de Estados Unidos sobre Rusia. Además, la situación interna en Turquía no está atravesando su mejor momento tampoco; la negativa del electorado turco contra la OTAN, la inflación galopante, la situación económica inestable. La única salida de Turquía es amenazar con una posición reacia y firme a Estados Unidos y, de hecho, lo está haciendo donde tiene poder para ello: oponiéndose a la entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN, para recuperar peso y exigir alguna contrapartida. Esto no significa que Turquía quiere romper con la OTAN, no está ni siquiera mínimamente planteado, pero sí está subiendo el precio de su pertenencia para mejorar su posición.
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Yoselina Guevara López Corresponsal en Italia
