Del Guernica Panameño, el Chorrillo, a Alepo en Siria: auge y postrimerías de la hegemonía de Estados Unidos en la post Guerra Fría

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Este diciembre de 2021 se cumplen 32 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá, iniciada en altas horas de la noche del 19 y la madrugada del 20 de diciembre de 1989.  En esas fechas la maquinaria bélica del Imperio Norteamericano puso en ejecución una manifestación completamente desproporcionada de poder militar contra un pequeño país, Panamá, arrojando contra el Istmo y especialmente, el barrio mártir del Chorrillo, un poder de fuego explosivo y tecnológicamente superior al de cualquier enfrentamiento armado verificado hasta la fecha en el Hemisferio Occidental, de la mano con la Guerra de las Malvinas y la imposición del poderío militar de Gran Bretaña contra la hermana nación de Argentina, en 1982.

La invasión fue precedida de tres años de sanciones económicas contra Panamá con la finalidad de desgastar a la nación, propiciar la erosión del poder político, de la cúpula militar panameña y crear las condiciones para una agresión militar para recomponer el control de Estados Unidos sobre Panamá e intentar liquidar el acumulado de la liberación nacional de 150 años de lucha contra la presencia e injerencia yanqui en los asuntos internos del país.

La Invasión a Panamá fue una medida de fuerza ilegal contra la soberanía de un estado violando la Carta de las Naciones Unidas. Se trató de una acto de agresión, de un crimen contra la paz internacional completamente injustificado desde el punto de vista militar y desprovisto por completo del concenso del Consejo de Seguridad de la ONU. La invasión fue rechazada por la Asamblea General de las Naciones Unidas por ser un acto contrario a las normas de la organización. La irrupción militar de los Estados Unidos fue demagógicamente  llamada “Causa Justa” por los agresores, produjo un saldo de miles de muertos y víctimas, muchas de ellas civiles que nunca han sido indemnizada. Además esta sangrienta operación  generó millones de dólares en pérdidas económicas, fuentes de empleo, cuyas consecuencias después de tres décadas  siguen sintiéndose en la destrucción de fuerzas productivas que afectó las finanzas del estado, aumentó el desempleo e impactó negativamente en los ingresos del sistema de la seguridad social.

En lo económico, la Invasión impuso con renovada fuerza la política neoliberal en la dirección económico-política del estado panameño y en adelante marcará el alineamiento de los oligárquicos gobiernos de turno con la política exterior norteamericana. Pero la Invasión no fue un hecho aislado entre Estados Unidos y Panamá en el marco internacional, actuó como contraposición a la lucha centenaria del pueblo panameño por la liberación nacional y la descolonización del Canal de Panamá. La invasión guardó una estrecha relación con los acontecimientos en el contexto latinoamericano y mundial. Fue un mensaje de amenaza a los pueblos que atravesaban procesos revolucionarios en Centroamérica. Principalmente fue una advertencia contra la Nicaragua Sandinista de cara a las elecciones presidenciales de marzo de 1990, a la vez que los imperialistas buscaban con esta acción militar aislar más a la Revolución Cubana, marcar la indiscutible supremacía yanqui en la región y proyectar al mundo una imagen de Estados Unidos como poder omnímodo tras la caída del Muro de Berlín en octubre de 1989.  Con este ataque criminal se inauguraba la era de dominio casi absoluto de Norteamérica en el mundo y del auge de los preceptos del capitalismo y del neoliberalismo, lo cual se arreció con la desintegración de la Unión Soviética. Todos estos hechos seguidos de la Guerra del Golfo contra Iraq en 1991, aceleraron la proclamación del fin de la historia y de las ideologías progresistas. El Capitalismo Imperialista sería el sistema dominante y Estados Unidos su principal protagonista y defensor.

Sobrevendrían así las agresiones militares triunfantes contra Yugoslavia como parte de los planes de desmembración del estado unificado de pueblos eslavos, en 1998. El golpe de estado a la Constitución de Estados Unidos por el gobierno de Bush hijo, bajo el amparo de los atentados del 11 de septiembre; la segunda invasión a Iraq pese a la oposición de las fuerzas sociales del mundo que se movilizaron contra la guerra y en favor de la paz; la invasión a Libia en 2011 y el asesinato de Gadafi; el golpe de estado de tintes neo nazis en Ucrania, las presiones contra Rusia y por último el montaje de la guerra mercenaria contra la soberanía del estado y el pueblo de Siria.

Sin embargo, la situación respecto a estos dos últimos países, Ucrania y Siria, sería el punto de inflexión de un proceso acumulativo de una nueva arquitectura geopolítica operado desde fines de los 90 con el emerger de la Revolución Bolivariana y la diplomacia multilateral de Hugo Chávez, empeñado en la construcción del bloque latinoamericano contra el hegemón norteamericano y también mundial.  Se fortalecieron así nexos entre potencias emergentes como Rusia y China, apareció el eje de la resistencia antimperial y contra la guerra mercenaria de ISIS, conformado por Irán, las fuerzas nacionales de Iraq, el frente anti terrorista interno sirio y la colaboración político militar de Rusia.

Es en ese marco en donde se produce la victoria de Alepo y la derrota estratégica de la guerra de quinta generación contra el pueblo de Siria, el cual logró mantener su integridad territorial pese a los esfuerzos fragmentarios de Estados Unidos y sus aliados sionistas de Israel, OTAN y una Arabia Saudita dirigida por la Casa de Saud, patriarca del wahabismo como factor desestabilizador del Medio Oriente, pero que se encuentra ahora empantanada militarmente ante la lucha de liberación nacional del heroico pueblo del Yemen.  Eclosiona una nueva correlación de fuerzas y alianzas estatales y sociales políticas dentro de los países incluso del propio núcleo imperialista, partidario de una geopolítica de cooperación, progreso social, equidad en el trato entre las naciones y de contrapeso a los intereses de las metrópolis capitalistas occidentales que se aferra y resiste a sus prerrogativas de dominio en franco desfase acelerado.

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Jorge González Panameño, profesional del Derecho, docente universitario y luchador social

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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