ENTREVISTA EXCLUSIVA │ A cinco años de la muerte de Fidel publican libro sobre su presencia en la canción de Silvio. Hablamos con el autor

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Las relaciones entre Arte y Revolución, sin importar el momento cronológico ni las geografías en que estas se desarrollaron, han sido continuas y casi podríamos decir que inseparables. Desde la Revolución china liderada por Mao Tse Tung en 1949, hasta los muralistas mexicanos de la década de 1920 en adelante, dan cuenta de la estrecha simbiosis que es inherente al Arte en tiempos revolucionarios. Dos campos en apariencia antitéticos –el arte como expresión de lo ideal y puro, y la política, siempre plagada de claroscuros y pragmatismo no siempre idealistas- parecen fusionarse de forma ineludible cuando irrumpen las revoluciones en la historia de los pueblos. Quizás porque ambos fenómenos aspiran al ideal. Una Revolución es siempre una aspiración elevada, altruista, moralmente magnífica, aunque luego no se alcance el ideal planteado, o lo haga parcialmente.

Esta unión sincrética y asociativa entre Arte y Revolución, problema ya planteado por el músico alemán Richard Wagner tras la revolución de 1848 en Europa, en su ensayo homónimo (Arte y Revolución) de 1949, resultó especialmente potente y fértil en América latina y en todos sus procesos revolucionarios. Cuba y México fueron acaso los más fecundos.

Recientemente, el historiador, periodista y escritor chileno Javier Larraín Parada [1], ha realizado un aporte singular al estudio de estas relaciones, con su última obra Fidel Castro en la canción de Silvio Rodríguez, en donde explora de manera rigurosa y con enorme erudición histórico-cultural, las  huellas de Fidel, de sus discursos y de su gesta en las creaciones del trovador cubano.

Un libro que nos acerca de forma definitiva a la intimidad creativa de Silvio Rodríguez. Al corpus político e histórico de sus inspiraciones artísticas luego plasmadas en canciones que son ya patrimonio colectivo latinoamericano y acaso universal. La figura de Fidel, escondida pero tangible, emerge en muchos de los versos de Silvio, confirmando una vez más aquella unión indeleble entre Arte y Revolución.

Quienes te conocen en el mundo cultural de la izquierda latinoamericana, saben de tu estudiosa afición a la figura de Silvio Rodríguez, del cual has escrito mucho. Incluso el propio Silvio ha reconocido tu trabajo públicamente. Este libro Fidel Castro en la canción de Silvio Rodríguez que acaba de terminar… ¿Cómo surgió?

Primero, quisiera aclarar que no he escrito mucho sobre la obra de Silvio Rodríguez, lamentablemente. Solo una entrevista que le hice en 2016, algunas reseñas de sus últimos álbumes y otras cosas por el estilo (quizás te has confundido porque lo he citado en conferencias, clases, artículos o simple plática).

Lo mucho o poco no siempre es cuantitativo (si me permites el excurso). En cada uno de tus escritos sobre Silvio siempre he visto investigación, rigor documental y también extensión… Cuestión de matices supongo.

Efectivamente, Silvio ha reconocido algún trabajo mío públicamente, pero es algo que hace habitualmente en los varios intercambios de ideas, debates y todo tipo de artículos y otros escritos que se congregan –si vale el término– en su blog personal: Segunda Cita.

Respecto a la pregunta del “cómo surgió” Fidel Castro en la canción de Silvio Rodríguez podría decirte que el “manos a la obra” fue con esto del encierro a causa de la pandemia. Sin embargo, pienso que eso contribuyó solo para concretar una serie de reflexiones que se arrastran por años, a partir de escuchar sus canciones o leer otras a las que no he tenido acceso si no de forma escrita, guitacanturrear con amigos y detenernos en tal o cual estrofa o verso, etcétera.

Ciertamente siento que tengo pendiente abordar parte de la obra de Silvio de una manera más profunda y acabada, por temáticas tal vez, sin otro ánimo que contribuir con un granito de arena a complementar esos valiosos trabajos de investigadores con mayúsculas, como Clara Díaz, Víctor Casaus y Luis Rogelio Nogueras, entre otras y otros.

Para el desprevenido, a priori tu libro podría parecer una obra que busca mostrar las influencias de Fidel en el cancionero de Silvio Rodríguez. Sin embargo, creo que vas más allá y exploras las raíces más profundas, incluso las semióticas y filosóficas que nutren ese cancionero y cómo este enlaza directamente con el pensamiento político de Fidel en las diferentes coyunturas que transitó la Revolución… ¿Cómo fue tu método investigativo? No olvido que estas considerado entre tus allegados un cubanista riguroso que estudió en profundidad la Revolución y además se formó en ella.

Como te decía, Alejo, si algo resulta evidente en lo que se llamó el Movimiento de la Nueva Trova fue que muchas y muchos de sus integrantes se encargaron de plasmar en canciones los trajines del diario vivir, sus triunfos, sus reveses, el cotidiano, sus luces y sombras, sus pasiones, sueños y debilidades, los temores. Es decir, no fueron ajenos al proyecto revolucionario ni a su construcción, por el contrario, lo vivieron y siguen viviendo a fondo (igual las nuevas generaciones de trovadoras y trovadores).

Para ilustrar eso que te digo recurro al caso de Silvio –que es el que de alguna manera motiva esta entrevista–. Silvio fue alfabetizador; vivió como estudiante secundario el Playa Girón e incluso asistió al famoso mitin de despedida de las víctimas de los bombardeos previos a la invasión –y destaco el “famoso” porque fue allí, en la esquina de las calles 23 y 12 en El Vedado, donde Fidel declaró el carácter socialista de la Revolución de manera novedosísima, audaz y profunda además, diciendo: “Esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes”–; pero también vivenció los ataques terroristas con bombas a las tiendas de El Encanto y La Época en Centro Habana –a pocas cuadras de donde vivía con su familia–; conoció a compañeros de armas que cayeron junto al Che en la epopeya de Ñancahuazú; fue dos veces en calidad de internacionalista y voluntariamente a la guerra de Angola, en fin… Ahora, ¿todo eso lo vivió únicamente Silvio por ser quién es? Probablemente no, lo vivió por ser hijo de una generación que creció y se desarrolló en revolución, con las potencialidades que eso implicaba para un artista, sobre todo en el caso de una revolución socialista como la cubana, tan marcada por José Martí.

Lo que quiero destacar es que, a partir de la trova –y con esto pretendo desbordar a la “Nueva Trova”, por favor–, puedes hacer una linda radiografía de la historia de Cuba, y ya no solo de la etapa revolucionaria. Sin ir más lejos, uno de sus fundadores y máximos exponentes, Sindo Garay, fue colaborador y correo de uno de los hermanos Maceo en la guerra de independencia de 1895. Entonces vemos que hay una multiplicidad de enfoques tratados a partir de canciones igualmente variadas. Y eso siempre me sedujo. Me sedujo hacer una especie de contrapunteo entre la historiografía, la historia de la cultura y, en particular, la tradición trovadoresca en la isla.

De ahí que el método investigativo que preguntas no sea muy académico ni nada por el estilo: solo buscar relaciones entre la apretada y rica historia de vida de un comunista ejemplar, como lo fue Fidel Castro, la Revolución cubana y la canción, en este caso en particular la de Silvio Rodríguez.

«Sinceramente no podría decir en qué canción siento a un Silvio ‘más crítico’. Él mismo cantó una vez: ‘Creyeron que era disidente y no era más que natural’. Soy un convencido de que él ha sido fiel a sí mismo y que no se ha guardado nada»

¿Fidel sabía o era consciente de esta arquitectura musical y creativa que Silvio Rodríguez iba construyendo en cada disco?  

Esa es una pregunta interesante, pero lamentablemente especulativa, al menos hasta donde yo alcanzo. No lo sé ni podría saberlo. Sí resulta atractivo, por ejemplo, que un joven Silvio –sin grabar un álbum como solista aún y cuya “leyenda negra” lo tachaba al menos de conflictivo– haya sido invitado a cantar al acto central por el centenario de la caída en combate de Ignacio Agramonte y Loynaz, en mayo de 1973. Velada en que el orador principal fue Fidel, donde expuso con contundencia la famosa tesis de la lucha ininterrumpida de los cien años y donde el trovador estrenó la canción “El Mayor”.

En el libro verás la reunión que sostuvo Fidel con Silvio y Pablo [Milanés] en Casa de las Américas en mayo de 1984, tras esa exitosísima gira por Argentina plasmada en el mítico disco doble. Y, bueno, igual se detallan otra serie de encuentros entre ambos. Lo que da indicios de un buen relacionamiento. En todo caso, palabras de Fidel acerca de Silvio, y viceversa, encontrarás en el libro.

¿Cómo fue la relación de Silvio Rodríguez con la las autoridades cubanas? Pregunto esto porque Silvio estuvo en algún momento censurado en las radios de Cuba –según usted cuenta en su libro–. Y su gran compañero artístico de la Nueva Trova Cubana, Pablo Milanés, hoy se ha convertido en un crítico funcional al servicio del imperialismo estadounidense. ¿En qué canción Silvio se muestra más crítico?

Son varias cosas las que planteas. Aunque de entrada debo aclarar que no digo en el libro ni me consta que Silvio haya sido censurado en las radios, es decir, que se haya impedido legalmente la difusión de su obra en los primeros años de su carrera artística.

Quizás no haya sido “censura” en el sentido consuetudinario del término, pero hubo roces…

Según entiendo y menciono, efectivamente le cerraron un programa de TV del cual era conductor y otros espacios institucionales de la cultura le fueron adversos  (no solo a él, sino también a otros artistas, escritores, intelectuales, etc.). Hablamos de fines de los años 60 y primer lustro de los 70, a los que Ambrosio Fornet llamó “quinquenio gris” y que al que le interese indagar en los pormenores le sugiero visitar los libros Decirlo todo de Guillermo Rodríguez Rivera y Políticas culturales de Cuba de los 60 de la Dra. Graziella Pogolotti. Pero, al mismo tiempo, como reflejo de una revolución genuina, es decir, con avances y retrocesos, con contradicciones, con aciertos y desaciertos, se le abrieron otros espacios. Por citar dos: Casa de las Américas, dirigida por Haydée Santamaría; y el ICAIC, dirigido por Alfredo Guevara. Dos revolucionarios de altísimo calibre.

En esa línea puedo responder a medias tu primera pregunta ya que estimo (habría que confirmarlo con el propio Silvio) que las relaciones con “las autoridades cubanas” son variadas, y que de hecho no se puede hablar ni de “la Revolución” ni de “las autoridades”, sino de determinados personajes en momentos específicos. Porque si yo veo a “las autoridades” en ese jefe del Instituto Cubano de Radiodifusión (ICR) que le cesó, puedo decir que fueron ásperas; pero si las veo en Haydée o Alfredo Guevara, o Armando Hart Dávalos o Abel Prieto, podría decir que son espléndidas. No sé… pienso que son relaciones humanas, en último término. Y a veces hay personas dogmáticas menos sensibles a las artes. Pero afortunadamente otras veces ocurre lo contrario.

Sinceramente no podría decir en qué canción siento a un Silvio “más crítico”. Él mismo cantó una vez: “Creyeron que era disidente y no era más que natural”. Soy un convencido de que él ha sido fiel a sí mismo –como aconsejó Horacio a su buen amigo Hamlet– y no se ha guardado nada… Con todo derecho, por lo demás, porque como cientos de miles de cubanos, Silvio es hacedor diario hasta hoy de la Revolución.

Pero para no evadir abiertamente tu pregunta, creo que críticas formidables se lanzan en canciones como La maza, Somos historia de colegio, Epistolario del subdesarrollo, Balada de las ratas, Los funerales del insecto, Cuántas veces al día, Segunda cita…

En lo personal me regocijo con una canción publicada en su segundo disco, “Al final de este viaje…” (1978), intitulada Resumen de noticias, que interpretó en el Festival de Varadero 70 –si mi memoria no me traiciona en el documental de Lourdes de los Santos De mi alma, recuerdos hay un extracto de esa presentación–. Era un momento en donde la pugna en el campo de la cultura estaba en un gran clímax. Allí dice dos cosas que me fascinan y siento vigentes no solo para Cuba, sino para cualquier proceso progresista de este continente. Dos verdades incómodas, tipo nocaut de burócratas y funcionarios sabelotodo, especie de golpes de puño al panfleto –como los graciosos cartelitos que colgó Tomás Gutiérrez Alea en su fantástica película La muerte de un burócrata–. Dice el trovador: “Pero, pobre de mí, no he estado con los presos/ de su propia cabeza acomodada./ No he estado en los que ríen con solo media risa,/ los delimitadores de las primaveras”. Tú sabes, Alejo, cómo no soporto justamente a los “delimitadores de las primaveras”.

Lo sé… Y quizás por esa pulsión ideal-revolucionaria que tanto te caracteriza, ha nacido este texto tan recomendable que arroja más luz sobre la figura de Silvio, sin dudas unos de los hombres más coherentes en el campo cultural cubano.

Sin dudas, como otras tantas y otros tantos… Y si vemos los otros versos de la misma canción que citaba más arriba yo señalaría el que dice: “No he estado en los mercados grandes de la palabra,/ pero he dicho lo mío, a tiempo y sonriente”.

Toda una declaración de principios…

Ahí está el proyecto de la Revolución cubana, el compromiso ante todo con la verdad, sin callarse oportunistamente. ¿Te imaginas lo resuelto que avanzarían nuestras izquierdas si nos dijéramos unas cuantas verdades a la cara y juntos enmendáramos los pasos dados erradamente?

En las antípodas tenemos ahora a Pablo Milanés… ¿Qué análisis haces de su posición actual?

Creo que no soy yo, un profesor chileno de Historia, quien pudiera valorarlo en la perspectiva que me sugieres. No me siento capaz. Solo podría decirte que soy un convencido de que sus aportes a la canción cubana y de habla hispana son invaluables y permanecerán hasta que se apague el Sol. De paso te recomiendo tres bellas canciones suyas: Mis 22 añosNo ha sido fácil y  Sábado corto. Y, claro, su álbum Versos sencillos de José Martí, una joya de comienzo a fin.

«Como cientos de miles de cubanos, Silvio es hacedor diario hasta hoy de la Revolución»

No voy a señalar una vez más que conoces la obra de Silvio al detalle, pero quiero insistir en que el nivel de documentación referencial que exhibe el libro es sinceramente asombroso… ¿Cuánto invertiste en organizar toda la información de la obra?

Son años de leer entrevistas, artículos, ensayos y libros del tema; de hablar con trovadoras y trovadores y asistir a conferencias y coloquios tanto de Silvio como de la Nueva Trova y, por supuesto, de leer a y sobre Fidel. Entonces, no hay un tiempo preciso…

Sería útil que le regalases a los lectores una reflexión sobre las relaciones entre el Arte y las Revoluciones, y en especial sobre las relaciones que se dieron en Cuba a partir de 1959… ¿Fueron tan diversas y fructíferas como en el período posrrevolcionario mexicano a partir de 1930 y 40? ¿Qué caracterizó a la Revolución cubana si lo vemos desde el prisma artístico?

Cuando mencionabas al inicio a Richard Wagner no dejaba de pensar precisamente en Carlos Marx –quien fue su conocido y entiendo que temporal y brevemente amigo– y su aprecio por las artes en general, en particular por la literatura griega clásica y la británica y francesa moderna. En su hija Eleanor, actriz. De la misma manera pensaba en Lenin y su amor confeso por la pluma de Pushkin…

Cuando citabas eso de Mao, rememoré alguna lectura referida a ese añito que pasó León Trotsky después de la muerte de Lenin, medio que enfermo y recibiendo artillería pesada de los estalinistas para dejarlo fuera en ese período que el historiador E.H. Carr ha llamado “el interregno”, y que lo dedicó para escribir Literatura y Revolución. En la misma clave, pensaba en los escritos de José Carlos Mariátegui sobre la materia, en su revista Amauta, que abrió las puertas de par en par al profesor de secundaria César Vallejo, poeta mayor de nuestra mayúscula América.

Pensé también en el Che Guevara, quien desde su niñez y hasta su muerte en Bolivia se dejó absorber por lo más laureado de la literatura latino-caribeña y universal. De hecho, decía que el ser escritor era su segunda naturaleza. Cuestión indiscutible porque escribió crónicas y cuentos de gran calidad, ¿no?

Sartre ya había señalado esa completud del Che en su visita a Cuba en 1961, ese rasgo multifacético y talentoso que tenía el argentino en cada cosa que encaraba.

En cualquier caso, coincido con tu afirmación de que las grandes revoluciones sociales hacen florecer el alma de los seres humanos y desatan sus capacidades creadoras… y ahí están los Mayakovski, el grupo Proletkult y Eisestein en la Rusia bolchevique; los Rulfo y los muralistas en México; los García Lorca y los Machado y Hernández, los Picasso, en la España republicana; los Víctor Jara y Neruda en el Chile de Allende…

El filósofo y comunista cubano Fernando Martínez Heredia definía al socialismo, entre otras cosas, como “un cambio cultural”. Y siguiendo la línea guevariana afirmaba que “la transición socialista debe partir hacia el comunismo desde el primer día, aunque sus actores consuman sus vidas apenas en sus primeras etapas”.

Pienso que ese último razonamiento planteado por Martínez Heredia no es pura teoría, al contrario, es aprendizaje en parte de la historia de la Revolución cubana. Porque hay que observar que antes de hacer la Ley de Reforma Agraria –que era la gran promesa de los rebeldes alzados en la Sierra Maestra– la Revolución fundó Casa de las Américas, el ICAIC, el Ballet Nacional, a los dos años lanzó la masiva Campaña Nacional de Alfabetización que se coronó con la creación de la Editorial Nacional de Cuba, dirigida por Alejo Carpentier (otra cosa llamativa, el año 1961 no se llamó ni el Año de la Defensa, ni el Año de Girón ni nada así… sino, el Año de la Educación). Y todo de manera masiva, pero además con un Fidel diciendo: “No les pido que crean, les pido que lean”. Y con un Che reuniéndose y carteándose con escritores, citando poetas, escribiendo crónicas en revistas de tiraje nacional, revolviendo autores y tradiciones teóricas en el campo del marxismo… la heterodoxia hecha dirigente. Algo que quizás solo volvimos fugazmente a ver con Hugo Chávez y sus programas Aló Presidente.

Desconozco cuáles son las razones para que la Revolución cubana se haya transformado tempranamente en una gran escuela… Me inclino a pensar en la pesada herencia de esa “enigmática presencia” llamada José Martí. Claro, habría que hablar con investigadoras como Katiuska Blanco para conocer las lecturas iniciales de Fidel, sus preferencias artísticas… aunque todo parece indicar, por cómo se narra en los libros de Blanco, que Fidel tenía una alta sensibilidad por las artes y una inclinación no solo por la lectura, sino por la escritura, lo que optó por dedicarse profesionalmente a la política y a hacer la revolución, restándole tiempo a otros intereses para los que aparentemente tenía cualidades.

Sí observo dos cosas. Que Fidel era un convencido de esa mirada expuesta por Martínez Heredia y que, por lo tanto, quizás un buen modo de transitar a  ese estatuto superior en las condiciones materiales de un país como Cuba pudiese ser fortaleciendo la espiritualidad de la población en tanto la prosperidad material autónoma sería inalcanzable, misión para la cual el arte es irremplazable puesto que su objetivo no debiera ser otro que la belleza.

Esa concepción creo que la tenían inculcada, para fortuna de la población cubana, los grandes dirigentes de esa Revolución… por eso los debates acerca del cine entre Alfredo Guevara y Blas Roca; o el Che visitando el rodaje de la película Historias de la Revolución (1959) de Gutiérrez Alea; los Premios Casa, y un largo etcétera.

 ¿Sabes que has escrito un libro que se consultará en los siglos venideros?

Recién me entero. Aunque me agrada ese optimismo de los “siglos venideros”, porque los científicos pareciera que no nos pronostican un futuro tan halagüeño como especie.

Ya lo decía Gramsci: “Optimismo en la acción”… Luego el realismo analítico, a veces fatídicio, debe ir por dentro. En cualquier caso creo que escribiste un libro que perdurará en cientos o miles de consultas obligadas.

De todos modos, si le sirve a un chico o chica para adentrarse en la obra de Silvio Rodríguez y de otras trovadoras y otros trovadores y de paso leer por primera vez a Fidel y conocer alguito de Cuba, me siento más que feliz.

En el libro digo que es un texto modesto, dividido en cuatro partes –con un cancionero, un archivo gráfico y otros materiales–, a modo de agradecer a Silvio por su arte y, por supuesto, dedicado a Fidel en el quinto aniversario de su muerte. Pero, ahora, al responder tus preguntas, se me vinieron a la mente los nombres de Clara Díaz, Noel Nicola, Víctor Casaus, Vicente Feliú, Fidelito Díaz Castro y los compañeros del Caimán Barbudo, Bladimir Zamora, Carlitos León, Mitchell Lobaina y otras tantas y tantos a quienes he conocido y con quienes he compartido los temas que hemos hablado. A todos ellos va este trabajito… abra-sones y salú.

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Alejo Brignole Analista internacional y escritor argentino

https://fundacionpinves.wixsite.com/libros/product-page/fidel-castro-en-la-canci%C3%B3n-de-silvio-rodr%C3%ADguez

[1] Profesor de Historia y Geografía por la Universidad de Concepción, Chile (2010). Máster en Historia Contemporánea con mención en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de La Habana, Cuba (2011). Autor del libro La izquierda chilena en tiempos de Allende y la Unidad Popular. Estrategias y tácticas políticas (Intiedit, Bolivia, 2021); coautor de los libros Reflexiones en torno al golpe de Estado en Bolivia (Intiedit, Bolivia, 2021); Ejército de Liberación Nacional 1966- 1990 (Escaparate, Chile, 2018); Io e il Che (Nova Delphi Libri, Italia, 2017); Ejército de Liberación Nacional. Documentos y escritos (1966-1990) (CIS, Bolivia, 2017); Cuba y Latinoamérica en los años 60 (La Tierra, Ecuador, 2009). Docente, editor y articulista en publicaciones de Bolivia, Chile y otros países, exdirector del semanario boliviano La Época (2015-2016) y actualmente jefe editorial de la revista Correo del Alba en sus ediciones boliviana, venezolana e internacional (2016-2021).

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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