Subnacionales en Bolivia luego de un golpe de Estado: ligerezas y nuevo horizonte

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Por Boris Ríos Brito

El 18 de octubre la victoria popular fue contundente y se promovió desde la unidad antigolpista y un discurso subido de tono anticapitalista, antiimperialista y anticolonial que desplazó posicionamientos tibios, desesperados por con ganarse a la “nueva clase media” urbana y que “se situaba en el medio”. La derecha no pudo explicarse nunca cómo es que su tramoya victoriosa, que entrelazó lo más rancio del dejo colonial, pudo ser aplastada en menos de un año desde las calles hasta las urnas. De hecho, hasta el último minuto, el régimen de Áñez y Murillo buscó azuzar nuevamente a los uniformados y a los sectores civiles que se dejaron seducir cuando el golpe, pero la aventura estaba agotada.

El nuevo horizonte se abría con recuperación democrática y con un conjunto de problemas irresueltos, en ello llegan las elecciones subnacionales, que no pudieron realizarse por la instrumentalizada pandemia del coronavirus; rescatemos algunos de los aspectos que encuentro importantes en esta etapa.

Un golpe

Bolivia vivió un golpe de Estado, no solo por la argumentación tradicional de la ruptura del orden constitucional o el que se haya forzado a esta con amenazas –hechos que deben llamarnos a la reflexión y a exigir la verdad histórica de lo acontecido–, sino por el uso de la fuerza del Estado contra el pueblo y por la nítida y sistemática violación de los Derechos Humanos del pueblo boliviano como política del régimen de Añez para mantenerse en el poder.

Tras esta apuesta de violencia por parte de la derecha boliviana, guiada y financiada por el imperialismo yanqui –cuyos pormenores no trataremos en este texto–, podemos encontrar por lo menos tres aspectos generales que han permitido la victoria del golpismo: 1) La exitosa articulación de fuerzas y sentido común conservadores bajo el paraguas de sectores conservadores y racistas; 2) El desplazamiento del discurso articulador del sujeto histórico indígena-campesino-obrero-popular, cediendo lugar al discurso de la “clase media” como nuevo sujeto político del Proceso de Cambio; y 3)El debilitamiento de la fuerza social con el desmedro de su capacidad creadora y de movilización al subsumirse a la dinámica estatal capitalista.

El debilitamiento de la articulación derechista, a su turno, tuvo como factores fundamentales para su fracaso: 1) La débil cohesión del bloque conservador y la primacía de intereses económicos y políticos individuales antes que el proyecto común (liberal y de sumisión plena al imperialismo yanqui) que desembocó en abuso de poder, corrupción y mal manejo del Estado, con las agravantes del uso desmedido de la fuerza pública y militar, donde se incluyen las masacres de Huayllani y Senkata; 2) El descarado socapamiento y, planteo como hipótesis, financiamiento de grupos paramilitares y parapoliciales, que en su conjunto matizaron la falta de un proyecto de Estado (y país).

“Los verdaderos luchadores” y lo urbano-popular en ciernes

La resistencia al golpismo fue confusa y contradictoria. No estuvieron presentes, o por lo menos no visiblemente reconocibles, los liderazgos de las organizaciones y movimientos sociales ni tampoco los liderazgos del Movimiento Al Socialismo (MAS). Así, en los epicentros del conflicto: El Alto y La Paz, Cochabamba y Chapare y Santa Cruz y algunas de sus ciudades intermedias, surgió con fuerza y sin coordinación lo urbano-popular como un nuevo actor a veces desmerecido, pero que jugó un rol fundamental, pero también la evidencia de una especie de crítica a estructuras de campesinos, de obreros y de decenas de actores de la amplia gama de organizaciones bolivianas.

En Cochabamba, las figuras de Leonardo Loza y Andrónico Rodríguez, dirigentes cocaleros, fue importante, igual que estructuras de base como la “Coordinadora popular por la Defensa de la Democracia y la Vida de Cochabamba”, parida en la populosa Zona Sur de la ciudad. La matanza de Huayllani en Sacaba hizo despertar la conciencia de cientos de jóvenes de ambos sexos que se unieron a decenas de marchas y actos de protesta, casi de forma espontánea.

Este caos no ha permitido hasta el día de hoy, con un grado de ética y honestidad necesarias, recuperar del todo la verdad histórica del desarrollo de la resistencia popular y ha dado espacio para que varios grupos y personas se atribuyan acciones, vanguardias y otros actos que no corresponde a la realidad; de hecho el “nosotros somos los verdaderos luchadores” se ha convertido en una frase de autopromoción vulgar y falsa.

«El MAS, a la cabeza de Evo Morales, se encuentra en una coyuntura especial donde puede salir fortalecido o finalmente debilitado. El fortalecimiento tiene que ver con constituir una nueva épica revolucionaria y que pase de solo concentrarse en la buena gestión del Estado capitalista a atreverse abrir los márgenes de lo posible»

Si un hito ha sido tratado de borrarse ese es el Cabildo Popular del 5 de diciembre en el Puente Tamborada de la Zona Sur de la ciudad de Cochabamba, pues fue el primer acto popular y público luego del golpe en toda Bolivia.

Empero, esta falta de claridad reclama una apropiación de la historia, a la memoria histórica como patrimonio de quienes luchan, sin filtros de ego ni pantomimas por el reclamo de heroicidad imaginada para la autopromoción. También exige que se reconozca el nuevo suceso: cientos de miles de personas de los márgenes de las ciudades, de eso urbano y otrora excluyente, ahora es popular, y son la mayoría.

El MAS es el partido más grande de Bolivia y se encuentra frente al espejo

Es innegable que el golpe de Estado fue un reflejo de la crisis del MAS, por lo menos de la que se hizo evidente durante la resistencia popular: la necesidad de una renovación, de encontrar dinámicas horizontales que retroalimenten a las bases y la urgencia de democratización de espacios de decisión y elección. Pero también es innegable que el MAS sigue articulando a lo popular y en esa magnitud es actualmente el partido más grande del país, no en vano la simple elección de candidatos para las próximas elecciones subnacionales representa un hecho político de importancia nacional, congregando a centenas de sectores sociales, de debates internos, de pesos y contrapesos, mientras que otras tiendas políticas, como la de Carlos Mesa, se resignan a reciclar viejos políticos de derecha.

Pero el MAS, a la cabeza de Evo Morales, se encuentra en una coyuntura especial donde puede salir fortalecido o finalmente debilitado. El fortalecimiento tiene que ver con constituir una nueva épica revolucionaria y que pase de solo concentrarse en la buena gestión del Estado capitalista a atreverse abrir los márgenes de lo posible.

De igual manera, el MAS debe reencontrarse con sus poderosas fuerzas internas, otrora articuladas en un horizonte común: el socialismo comunitario, anticapitalista, anticolonial y antiimperialista, y con el sujeto histórico revolucionario indígena, originario, campesino, obrero y popular. Esto no significa que las tesis que promovieron este camino se hayan superado, nada más lejano, pero que en el transcurso de estas tres últimas décadas, es necesario refrescar la reflexión desde abajo.

Las subnacionales en un mar de definiciones

Es en este escenario en el que se llevan adelante las elecciones subnacionales en Bolivia –estimadas para marzo del 2021– con un primer escenario de elección de candidaturas para su presentación formal. Solo para el MAS esto ha significado una gran movilización nacional de su militancia que ha postulado, en sus respectivos territorios, a ternas, a veces en medio de una guerra sucia interna y sin la falta de conflictos y acusaciones y contra acusaciones.

En este sentido, no vale la pena detenerse en las candidaturas de la derecha, sino abocarse al fenómeno de la elección de candidaturas en el MAS, donde se ha visto que, en algunos casos, como en el de la candidatura a alcalde de Cochabamba, se ha recogido el gran consenso popular en torno a Nelson Cox, exDefensor del Pueblo en este departamento, desplazando a estructuras dirigenciales que en los momentos del golpe no estuvieron presentes; mientras que en el municipio de Cobija se pasó por alto a lo popular.

Efectivamente, tras sucesos en donde un objeto alcanzó incluso a Evo Morales, es notoria una reestructuración del MAS, pero sobre la marcha, para reconfigurar sus candidaturas y responder al sentido de lo popular y asegurar el manejo de lo local.

Existen todavía unas semanas en donde se pueden mover candidatos y se rearticulen la emergencia urbano-popular con sus respectivos liderazgos, con las estructuras vigentes, y se planteen salidas que respondan a cada realidad concreta.

En definitiva, las subnacionales plantean un futuro escenario de definiciones: si el MAS articula una importante fuerza de control territorial su capacidad de gestión del gobierno central se va a fortalecer, mientras que si la derecha logra conquistar una fuerza local importante, sus aprestos desestabilizadores tomarán nuevos bríos.

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Boris Ríos Brito Sociólogo

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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