La desigualdad: causa y consecuencia de la pandemia

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Por Pasqualina Curcio Curcio

El hecho de que Estados Unidos siga encabezando la lista, no solo del país con mayor número de personas contagiadas con Covid-19, sino con la mayor tasa de incidencia y de mortalidad, debe llamarnos la atención. Se supone que se trata de la «superpotencia más poderosa y hegemónica en lo militar, tecnológico, económico y energético», por lo menos eso es lo que dicen y repiten. La cuarta parte de los casos registrados en el mundo están en territorio estadounidense. Cuba y Venezuela van casi de últimos en la lista.

El acceso a pruebas que permitan un diagnóstico temprano para activar inmediatamente los protocolos de aislamiento y contener la propagación de la enfermedad ha sido un factor determinante en los niveles de contagio, así como lo ha sido la mayor o menor exposición al virus. No es igual tener acceso gratuito a las pruebas de diagnóstico, que tener que pagarlas. No ha sido igual el resultado en países que dieron prioridad a la salud por encima de la economía y acataron un confinamiento estricto, que aquellos países que dieron más importancia a los mercados, como ha sido el caso de Estados Unidos.

La posibilidad de ser atendido en un establecimiento de salud y contar con el tratamiento indicado, por su parte, ha sido determinante en las tasas de mortalidad. No por casualidad la de Estados Unidos es una de las más altas. Su sistema de salud es totalmente privado: el que no tiene un seguro médico, simplemente no tiene acceso a la atención y al tratamiento. Caso contrario: Cuba.

No es igual enfrentar la pandemia para el repartidor de Amazon que para su dueño Bezos. No es igual la situación para el trabajador informal que para el formal. Como tampoco es igual para aquel que mantiene su empleo que para el que fue despedido. No es igual para quienes padecen de hambre y miseria que para quienes tienen cubiertas sus necesidades materiales y además una holgada capacidad de ahorro.

En este mundo de grandes desigualdades derivadas de un sistema económico explotador, algunos están más expuestos al virus, y tienen más probabilidad de enfermar y morir, que otros. Las desigualdades existentes y derivadas del sistema capitalista y neoliberal impuesto por el imperialismo comenzaron a hacerse cada vez más evidentes desde que llegó el Covid-19.

Un año después de haberse diagnosticado el primer caso de coronavirus SARS-Cov-2 resulta que la desigualdad ya no es solo la causa de los mayores contagios y muertes por Covid-19, sino que también es una consecuencia.

Según la Organización Mundial del Comercio (OMC), este año se pronostica una caída del Producto Interno Bruto (PIB) mundial de 4.8%. Sin embargo, dicha caída no afectará a todos por igual: mientras se espera que en el mundo haya 550 millones más de pobres en 2020 lo que implicaría superar los cuatro mil millones de habitantes en pobreza, y mientras, según el Programa Mundial de Alimentos, este año morirán de hambre en el planeta 12 mil personas diarias solo como consecuencia de la pandemia, incluso más de los que hasta ahora han fallecido diariamente por Covid-19 (cuatro mil 181 personas), los multimillonarios estadounidenses, por ejemplo, han aumentado su fortuna en 637 mil millones de dólares.

«En este mundo de grandes desigualdades derivadas de un sistema económico explotador, algunos están más expuestos al virus, y tienen más probabilidad de enfermar y morir, que otros»

Las desigualdades generadas por el sistema capitalista se han hecho evidentes con el coronavirus, a la par escuchamos acerca de la necesidad de cambiarlo. Es un discurso que los mismos grandes capitales, en el Foro de Davos, están posicionando, incluso desde antes de la pandemia: hablan de la necesidad de reinventar el capital para garantizar su sobrevivencia. Les preocupa, no los pobres, sino que los altos niveles de desigualdad, en los que el 1% de la población mundial se apropia del 80% de la producción total, han implicado una disminución del consumo mundial, por lo tanto, de la producción y de la acumulación de capital.

En lo absoluto están planteando cambiar el sistema, buscan otorgarle un poco más de participación al Estado para que se encargue de aquellas actividades que, por una parte, sumen a la mayor productividad (salud y educación), y por la otra, disminuyan un poco la desigualdad para reimpulsar el consumo, la producción y la ganancia, pero siempre manteniendo la esencia del capitalismo: la explotación en el proceso de producción y distribución a través de la apropiación del valor de la fuerza de trabajo del obrero por parte del burgués.

Superar el sistema capitalista requiere más que la conciencia, por parte de los pueblos, de que este fracasó. Requiere de un poderoso movimiento obrero y campesino guiado por grandes líderes que estén dispuestos a dar la verdadera lucha de clases, porque de eso se trata. Decadencia del imperio estadounidense/reordenamiento mundial.

No obstante, un segundo fenómeno que se ha observado durante este año de pandemia es que el Covid-19 ha contribuido a acelerar la decadencia del imperio estadounidense, no solo en el ámbito económico, también en el energético y el tecnológico. Lleva décadas esta decadencia. El coronavirus está acelerando el proceso.

Con una deuda externa impagable de 28 billones de dólares; con reservas internacionales que no cubren ni el 2% de su deuda y que apenas equivalen a dos meses de importaciones; con una balanza comercial deficitaria desde los 70; una moneda en picada; reservas petroleras para escasos seis años y una pobreza de 40% a lo interno, Estados Unidos ha estado perdiendo espacio en el tablero mundial y se enfrenta a China que avanza con una nueva ruta comercial; con reservas que le cubren año y medio de importaciones y dos veces su deuda externa; con una balanza superavitaria desde los 70; estrenando una moneda digital que sorteará al Sistema Swift; y con la reciente firma de un acuerdo comercial en el Pacífico que hasta los aliados de Estados Unidos suscribieron. A la par ocupa el espacio tecnológico con la 5G, rumbo a la 6G.

Se vislumbra un nuevo orden comercial, multicéntrico, con un nuevo sistema monetario referenciado a varias monedas, donde el oro parece ser de nuevo el protagonista, y con diversos sistemas de compensación de pago impidiendo la hegemonía del sistema Swift en manos de la Reserva Federal, principal arma usada por estados Unidos para chantajear, amenazar, dominar países e imponer su modelo capitalista.

Aunque, por ahora, y a pesar de la pandemia, no se percibe un verdadero cambio del modo de producción y distribución explotador que caracteriza al mundo, el hecho de que termine de caer el imperio más genocida que ha conocido la humanidad y con este la Doctrina de Contención impuesta por Truman en 1947, abriría la posibilidad para que, con menor dificultad, sin amenazas, ni imposiciones, los pueblos podamos transitar y consolidar un sistema económico más humano, alternativo al capitalista. Y aunque los capitales sigan en sus intenciones de reinventarse, el socialismo, que a todas luces es un sistema justo e igualitario, podría acelerar, sin mayores obstáculos, su paso.

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Pasqualina Curcio Curcio Economista

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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