Conoce aquí los 36 golpes de Estado perpetrados en Bolivia

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Por José Roberto Arze

Entendemos como “golpe de Estado” un cambio súbito y violento de la autoridad gubernamental o de un segmento importante del poder político, muchas veces al margen (y a veces hasta en contra) del orden institucional. La definición que da el Diccionario esencial de la lengua española es la siguiente: “Actuación violenta y rápida, generalmente por fuerzas militares o rebeldes, por la que un grupo determinado se apodera o intenta apoderase de los resorte del gobierno de un Estado, desplazando a las autoridades existentes”. (Demasiadas palabras para decir poco más o menos lo mismo). Ninguna de estas definiciones conlleva una valoración positiva o negativa del golpe. Hay golpes revolucionarios y reaccionarios, golpes populares y antipopulares, etc. Inclusive no son pocos los golpes que derrocan o intentan derrocar a un gobierno surgido de otro golpe y restablecer el orden legal. Esta reserva es importante porque con mucha frecuencia se usa el término como peyorativo, como si fuera necesariamente negativo, lo que no es cierto.

Aunque, por definición, los golpes de Estado significan “golpes” al gobernante, por extensión se ha venido usando el término para designar también algunos giros violentos ejercidos por un gobernante contra otros órganos de poder. Así se tipificó como golpe la clausura del parlamento peruano por el presidente Fujimori. Hay también casos en que el golpe esta protagonizado por el gobernante para convertirse él mismo y mandón supremo. El ejemplo más famoso es seguramente el de Bordaberry en el Uruguay.

Bolivia es un país con fama de “inestable”; se lo considera como uno de los más inestables del mundo. A menudo se habla de abundancia de “revoluciones”, usando arbitrariamente la palabra. A continuación hacemos una enumeración rápida de la forma de derrocamiento y encumbramiento de los presidentes, pasando por algo los “golpes frustrados”, o sea los que no culminaron con su propósito de cambiar al gobernante. Las glosas serán lo más cortas que se puedan.

La guerra de la independencia (1809-1825) se nos presenta como una sucesión de golpes generalmente contra las autoridades (locales y virreinales) partidarias del Rey y de contragolpes de los realistas contra los “rebeldes” (autodenominados “patriotas”), hasta los triunfos finales de éstos, primero en la batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824) y luego en el combate de Tumusla (2 de abril de 1825). Simón Bolívar y Antonio José de Sucre fueron encumbrados por la Asamblea Deliberante de 1825 como las autoridades supremas del nuevo Estado. Bolívar estuvo muy poco tiempo en Bolivia y la Asamblea constituyente de 1826 consagró al Mcl. Sucre como presidente.

1er golpe. Aunque la Constitución otorgaba duración vitalicia al presidente, el Mcl. de Ayacucho no aceptó el mando sino por dos años, que se cumplían a fines de 1828; pero el 18 de abril se produjo un motín en las tropas colombianas, en el que fue herido el Mariscal, quien al día siguiente fue apresado. Asumió el mando el Gral. José María Pérez de Urdininea. Este fue el primer “golpe de Estado” en la historia de Bolivia.

Por mandato constitucional, el Mcl. Sucre pasó a la Asamblea la terna para la sucesión presidencial, en la que figuraban el Mcl. Andrés Santa Cruz, el Gral. José Miguel de Velasco y el Gral. Francisco López de Quiroga. El Mcl. Santa Cruz fue nombrado presidente y el Gral. Velasco, vicepresidente; pero en ese momento Santa Cruz estaba como gobernante del Perú y fue el Gral. Velasco quien asumió el mando en Bolivia (ago. 11).

Este primer golpe no habría sido más que una conmoción interna, de no haber estado coadyuvado por la invasión peruana dirigida por el Gral. Agustín Gamarra.

2º golpe. Bajo la influencia del invasor, el Gral. Velasco fue separado de la presidencia y encumbrado el Gral. Pedro Blanco (dic. 27). Este fue el segundo golpe;

3er golpe. A menos de una semana se produjo el tercer golpe: Blanco fue apresado y asesinado (ene. 1º, 1829) y restituido en el mando el Gral. Velasco.

El Mcl. Santa Cruz, ya como titular, se hizo cargo de la presidencia (may. 14) y permaneció en ella casi 10 años (hasta febrero de 1839), incluyendo el período 1836-39 en que fue el Protector de la Confederación Perú-Boliviana. Tuvo que sofocar varios intentos de derrocarlo y enfrentar en guerra a la Argentina y Chile. Derrotado por los chilenos en Yungas, les fue fácil a sus opositores defenestrarlo.

4º golpe. Como resultado de otro golpe (el cuarto exitoso) nuevamente se hizo presidente del Gral. Velasco (feb. 9, 1839).

5º golpe. El gobierno de Velasco a su vez fue asediado por el Gral. Ballivián quien protagonizó el 5º golpe (sep. 28, 1841), tras un breve interinato de Mariano Enrique Calvo. Se mantuvo casi siete años en el gobierno.

6º golpe. El predecesor de Ballivián, Velasco, se convirtió en su sucesor, mediante el 6º golpe de Estado (ene. 2, 1848).

7º golpe. El historiador Alcides Arguedas llamó “caudillos letrados” a estos líderes político-militares, que en cierto modo representaban los intereses de una cuasi-aristocracia criolla. Velasco enfrentó entonces a un caudillo popular, Manuel Isidoro Belzu, quien logró desplazarlo de la presidencia y asumir el mando próximo tras su victoria en Yamparáez, a finalizar el mismo año (dic. 6), mediante el 7º golpe victorioso. Fue el primer gobierno popular (“plebeyo”, dijeron sus adversarios). Estuvo como presidente hasta 1855 (ago. 15) en que le sucedió su yerno, el Gral. Jorge Córdova. Fue el primer caso de sucesión constitucional por elecciones directas.

8º golpe. Tanto Belzu como Córdova gobernaron hostigados por la oposición conspirativa del Dr. José María Linares, quien alcanzó la presidencia con el 8º golpe de Estado que culminó exitosamente en 1857 (sep. 8). En medio de su gestión, Linares se declaró «dictador».

9º golpe. Traicionado por sus colaboradores más íntimos, Linares fue víctima del 9º golpe (ene. 14, 1861) que constituyó el 10º golpe, con el triunvirato Achá-Fernández-Sánchez (José María de Achá + Ruperto Fernández + Manuel Antonio Sánchez), que finalmente encauzó el encumbramiento del Gral. Achá, por designación congresal.

10º golpe. El décimo golpe de Estado es uno de los más exóticos: la noche de inocentes (28 de diciembre de 1864), el general Melgarejo se levantó contra Achá, cuando la oposición era terreno de disputas. Consolidado el levantamiento, uno de sus lugartenientes preguntó a Melgarejo: “Y ahora, ¿a quién proclamamos presidente: a Ballivián (Adolfo, hijo del presidente José Ballivián) o a Belzu?”. “A ninguno –dijo el “golpista”–, sino a Mariano Melgarejo”, y se hizo del poder por seis años.

11º golpe. Melgarejo vivió bajo el permanente acoso de sus enemigos que persisten­temente intentaban derrocarlo. El undécimo golpe (ene. 15, 1871) fue liderado por el general Agustín Morales, con el propósito de restablecer las libertades. Melgarejo huyó al Perú eludiendo en su huída a las masas indígenas (víctimas del despojo de sus tierras), que intentaban asesinarlo. Morales contó, en principio, con un gran apoyo de la ciudadanía. Legitimó su golpe mediante elecciones; pero agredió al Congreso y murió asesinado por su sobrino (nov. 27, 1872). Le sucedió el vicepresidente Tomás Frías, quien podía haber cerrado el periodo gubernamental; pero prefirió convocar a nuevas elecciones, que las ganó Adolfo Ballivián. Este murió en pleno ejercicio del mando y esta vez, sí, Tomás Frías prosiguió con el mandato.

12º golpe. Este nuevo golpe (may. 4, 1876) fue liderado por Hilarión Daza, candidato oficial para suceder a Frías; pero inseguro del resultado electoral, prefirió asumir el gobierno por la fuerza.

13er golpe. Ya avanzados tres años de su gestión comenzó la Guerra del Pacífico, cuyo desastroso desarrolló desprestigió el presidente Daza, contra quien se levantaron tropas en La Paz y en el mismo campo de batalla (dic. 27, 1879). El sucesor consagrado como presidente, previa “consulta popular”, fue el Gral. Narciso Campero, quien asumió la presidencia después de tres semanas de confusión (ene. 18, 1880). Campero viabilizó el tránsito a lo que podría llamarse la “institucionalidad democrática” mediante elecciones. Su sucesor, Gregorio Pacheco, inicia el ciclo del Partido Conservador (al que no le faltaron intentos de golpe que reprimir, por década y media, hasta 1899).

14º golpe. Al finalizar el siglo XIX, se produjo una guerra civil que enfrentó, por una parte, a los partidos conservador (que postulaba el sistema unitario) y liberal (que levantó la bandera federalista), y por otra, a las regiones del norte y del sur del país, que se disputaban la sede del gobierno. Esta guerra duró cuatro meses redondos, en una clara situación de lo que podría llamarse “dualidad de poderes”, con el presidente Alonso (conservador y representante de los intereses sureños) y la Junta Federal instaurada en La Paz (hegemonizada por el liberalismo, aunque también tuvo la participación de algunos conservadores disidentes (dic. 12, 1898 a abr. 12, 1899). Esta junta estuvo formada por los Dres. Serapio Reyes Ortiz, Macario Pinilla y el Gral. José Manuel Pando, la que, consolidado el triunfo, convocó a la Convención reunida en Oruro, que nombró al Gral. Pando como nuevo presidente (el primero del ciclo del Partido Liberal). El resultado de esta revolución consolidó el traslado de la sede gubernamental y parlamentaria a la ciudad de La Paz (quedando la Corte Suprema de Justicia en Sucre), pero, traicionando su divisa, mantuvo invariable el sistema unitario.

La tendencia al monopolio partidario del poder iniciado por los conser­vadores tuvo aventajada sucesión con los liberales, durante sus 20 años de gestión, aunque no ausente de conmociones de diverso grado. En 1908 se produjo un suceso que podría considerarse como un “golpe desde arriba”, cuando el candidato triunfante, el Dr. Fernando Eloy Guachalla, murió días antes de asumir el mando. En tal circunstancia, le habría tocado la presidencia al vicepresidente electo, Eufronio Viscarra; pero el presidente en ejercicio, Ismael Montes, se dio modos de invalidar la sucesión y prorrogó su propio mandato por un año más.

«No son pocos los golpes que derrocan o intentan derrocar a un gobierno surgido de otro golpe y restablecer el orden legal»

15º golpe. El siguiente “golpe de Estado” propiamente dicho lo dio el Partido Republicano (formado por un grupo de disidentes del Partido Liberal y los residuos del Partido Conservador). El suceso se produjo el 12 de julio de 1920 derrocando al presidente Gutiérrez Guerra, apresando al vicepresidente Ismael Vásquez y otros funcionarios. Fue bautizada como “gloriosa” revolución por sus autores y, como efecto, se formó una Junta de Gobierno por los golpistas (José María Escalier, Bautista Saavedra y José Manuel Ramírez (civiles los tres, pero con apoyo franco de fracciones del Ejército). A los seis meses, la convención convocada para legitimar el golpe, convirtió en presidente a Bautista Saavedra (ene. 25, 1921). Entre el golpe de 1920 y el que le siguió 10 años después (en 1930), hay también un par de episodios dignos de con­sideración. En 1924 se produjo otro “golpe desde arriba”, con la invalidación de José Gabino Villanueva (candidato triunfante en la elecciones de 2 de mayo de 1925) para asumir la presidencia. La  invalidación, maquinada por el presidente Saavedra, permitió a este prorrogar su mandato y convocar a otras elecciones (dic. 1º), para las cuales encontró un candidato que parecía más dócil: Hernando Siles, custodiado por su hermano, Abdón Saavedra, como vicepresidente. Alguna discrepancia política provocó la renuncia del vicepresidente (aceptada por las fuerzas adictas a Siles, quien quedó como dueño absoluto del poder.

A diferencia de la estabilidad política de los 40 años anteriores, el ciclo iniciado por la “gloriosa” del 12 de julio se caracterizó más bien por su notoria inestabilidad.

16º golpe. 1930-jun-25. Al finalizar su período presidencial, Siles se tentó con la idea de la reelección; dejó el gobierno en manos del consejo de ministros, para habilitarse como candidato, con lo cual generó un agudo malestar político. El 25 de junio de 1930 el Ejército tomó en sus manos el gobierno estableciendo una Junta Militar presidida por el Gral. Carlos Blanco Galindo. Esta junta convocó a un referéndum para modificar la Constitución, instituyendo, entre otras cosas, la autonomía universitaria y convocando a elecciones generales, en las que triunfó el “candidato único”, Daniel Salamanca que asumió la presidencia el 5 de enero de 1931, retornando a la institucio­nalidad política pero conduciendo al país a la Guerra del Chaco con el Paraguay (1932-35).

17º golpe. El desastre bélico debilitó al gobierno. A fines de 1934 (nov. 11), las elecciones destinadas a la renovación de los poderes públicos dieron el triunfo a Franz Tamayo; pero a menos de dos semanas se produjo un nuevo golpe dirigido por el Ejército que puso al vicepresidente Dr. José Luis Tejada Sorzano, un político liberal de larga trayectoria, como mandatario (nov, 29), se suspendió el Parlamento y se anularon dichas elecciones. El acontecimiento fue bautizado con el nombre de “corralito de Villamontes”, por ser esta localidad el escenario del incruento golpe.

18º golpe. Los jefes militares, temerosos tal vez de ser juzgados por las responsabilidades emergentes de la derrota del Chaco, ejecutaron un nuevo golpe de Estado (may. 17, 1936), dirigido esta vez contra el presidente Tejada Sorzano, y constituyeron una “Junta Militar Socialista”, con el entonces Cnl. David Toro a la cabeza. El nuevo gobierno contó con la simpatía, el apoyo y la colaboración de importantes sectores populares y de izquierda. No es este el sitio para dilucidar si el “socialismo” proclamado era sincero o no; pero es claro que tomó medidas antioligárquicas y antiimperialistas incuestionables, como la nacionalización del petróleo, la sindicalización masiva, entre otros.

19º golpe. Toro fue a su vez derribado por otro golpe militar presidido por Germán Busch (jul. 13, 1937), hombre de temperamento despótico e ideas contradictorias. Su gobierno siguió por el sendero socialista abierto por su predecesor y se destacó principalmente por decisiones de aliento nacionalista, como el control de divisas de las exportaciones mineras, la estatización total del Banco Central y, principalmente, el salto del tradicional constitucionalismo liberal al constitucionalismo social, mediante una nueva Constitución sancionada por la Convención Nacional que a su vez legitimó su gobierno y nombró a Enrique Baldivieso como vicepresidente. Bush, sin embargo, se declaró «dictador» y finalmente se suicidó el 23 de agosto de 1939 y su muerte motivó un nuevo golpe.

20º golpe. Con la muerte del dictador, el Ejército tomó nuevamente la iniciativa de pasar a su cargo la conducción, poniendo a un lado al vicepresidente Baldivieso y encomendando la presidencia al Gral. Carlos Quintanilla, con el propósito de atenuar el modelo “socialista militar” e institucionalizar el país mediante elecciones. Estas se efectuaron el 10 de marzo de 1940, con el Gral. Enrique Peñaranda como candidato único de los partidos tradicionales, pero con la presencia de José Antonio Arze como candidato opositor de izquierda. Peñaranda fue posesionado como presidente el 15 de abril y gobernó durante tres años y ocho meses. En su gestión, Bolivia se incorporó al grupo de Naciones Unidas en guerra contra el Eje nazifascista, solidaridad que se tradujo en precios bajísimos del estaño a favor de las potencias aliadas.

21º golpe. Se produjo al finalizar el año 1943 (dic, 20), por acción de una logia militar denominada Razón de Patria (Radepa) en alianza con el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), quienes pusieron en la presidencia a Gualberto Villarroel. Los integrantes de los grupos protagonistas se habían señalado por sus simpatías por el modelo fascista, dictaron algunas medidas antioligárquicas y siguieron en la alianza contra el Eje Alemania-Italia-Japón, establecieron relaciones diplomáticas con la URSS (aunque no se llegó al intercambio de embajadores; pero, al mismo tiempo, imprimieron al gobierno un carácter violento y despótico, tratando de manipular algunas organizaciones sociales a su favor y asesinando a líderes políticos de la oposición, tanto de izquierda como de derecha).

22º golpe. El 21 de julio de 1946 se produjo una revolución popular que terminó cruentamente no solo con el gobierno, sino con la vida misma del presidente Villarroel y algunos de sus colaboradores. El golpe fue hábilmente aprovechado por la oligarquía que intentó restituir todos sus privilegios cercenados por los gobiernos anteriores, aunque manteniéndose dócil a las presiones populares. Una junta de gobierno presidida sucesivamente por Nicolás Guillén y Tomás Monje Gutiérrez (importantes magistrados judiciales que fueron designados para dar una apariencia de legalidad al nuevo gobierno), convocó a elecciones para enero de 1947. Superando el resultado electoral incierto (pues ningún candidato alcanzó la mayoría absoluta), el Congreso eligió y posesionó en la presidencia a Enrique Hertzog (mar. 10), quien dos años después (1949) (sindicado de ser “demasiado débil” políticamente) fue obligado a dejar la presidencia, primero bajo la figura de una licencia temporal (may.) y luego dimitiendo a favor del vicepresidente Mamerto Urriolagoitia (ago.). Este tuvo que enfrentar una guerra civil con el opositor MNR, de la que salió victorioso (nov.), pero su popularidad se deterioró extremadamente.

23º golpe. En realidad, este fue una especie de “autogolpe”. Ante la derrota electoral del oficialismo y los partidos de derecha en las elecciones del 6 de mayo de 1951, el presidente Urriolagoitia se asustó tanto que, por iniciativa propia, entregó el mando a una Junta Militar presidida por el Gral. Hugo Ballivián (may. 16). Esta figura de “entrega voluntaria” del poder a la Fuerza Armada fue rápidamente bautizada en la jerga política como “mamertazo”. La junta emergente apenas tuvo tiempo para no hacer nada importante.

24º golpe. Una reyerta producida en el seno del gobierno militar la noche del 8 al 9 de abril de 1952 prontamente abrió el camino a la insurrección popular más importante del siglo XX en Bolivia, la llamada “revolución nacional”, capitalizada por el MNR. Tras dos días de acefalía, el 11 de abril tomó el mando del país Hernán Siles Zuazo y lo pasó a Víctor Paz Estenssoro, el candidato que había obtenido un triunfo relativo en las elecciones. Aunque el presidente se calificó a sí mismo de “constitucional”, su encumbramiento estuvo al margen de las prescripciones constitucionales y su gobierno se desenvolvió sin la fiscalización parlamentaria dispuesta por la ley fundamental; pero llevaron adelante transformaciones revolucionarias trascendentales como el voto universal, la nacionalización de las minas, la reforma agraria, la reforma educacional, el fortalecimiento de la seguridad social y la consolidación de la unidad del movimiento sindical en la Central Obrera Boliviana (COB). El régimen revolucionario estuvo en el gobierno 12 años con el desempeño presidencial de Víctor Paz Estenssoro (1952-56), Hernán Siles Zuazo (1956-60) y nuevamente Paz Estenssoro (1960-64), período que, por su duración, sus enemigos lo llamaron el “doble sexenio”. En este lapso se produjeron dos fallidos golpes de Estado protagonizados por la Falange Socialista Boliviana (FSB) en 1953 (nov. 9) y 1959 (abr. 16).

25º golpe. La reelección inmediata del presidente Paz Estenssoro en 1964, sirvió de pretexto para que su propio vicepresidente, el Gral. René Barrientos Ortuño encabezara un nuevo golpe, autodenominado “revolución restauradora” de la institucionalidad política, anulando la Constitución de 1961 y restaurando la de 1947, aunque con las reformas producidas por la Revolución. En esta época se desarrolló una curiosa sucesión en el gobierno: (a) presidencia unipersonal de R. Barrientos O. (nov. 4, 1964 a may. 26, 1965; (b) copresidencia Barrientos-Ovando (may. 26, 1965 a ene. 2, 1966); (c) presidencia unipersonal de A. Ovando Candia (ene. 2 a ago. 6, 1966), que permitió a Barrientos postular a la elección como presidente constitucional y posesionarse como tal en 1966 (ago. 6). En 1967 enfrentó y derrotó el movimiento guerrillero dirigido por el Che Guevara. Barrientos murió en un accidente de su helicóptero en 1969 (abr. 29); le sucedió el vicepresidente Siles Salinas, pero apenas duró medio año.

«Los golpes suelen estar acompañados por acciones militares (ya sea del propio Ejército o de grupos rebeldes). En los 36 golpes registrados en esta reseña, parece que no hay excepción alguna»

26º golpe. Dirigido contra el presidente Siles Salinas. Por «mandato revolucionario» de las FF.AA. fue investido como presidente el Gral. Alfredo Ovando Candia. Puesto en la honda de los militares progresistas (como Velasco Alvarado en el Perú), el gobierno de Ovando renacionalizó el petróleo, efectivizó las relaciones diplomáticas con la URSS; pero, en 1970, enfrentó un nuevo movimiento guerrillero liderado por “Chato” Peredo que se localizó en Teoponte (región tropical en los Yungas de La Paz), que logró sofocar.

27º golpe. El tinte “izquierdizante” de Ovando motivó el levantamiento militar de sectores disidentes de las FF.AA. que proclaman como presidente al Gral. Rogelio Miranda (oct. 6, 1970), quien, al cabo de pocas horas, es reemplazado por una Junta Militar presidida por el Gral. Efraín Guachalla (gobierno de las 6 horas).

28º golpe. La resistencia al golpe de Estado fue encabezada por el Gral. Juan José Torres, quien, nuevamente por “mandato de las Fuerzas Armadas» asumió la presidencia (oct. 8, 1970), y dio a su gobierno un matiz más acentuadamente izquierdista. Se reunió la Asamblea del Pueblo en La Paz y otras capitales, especie de “poder popular”, aunque sin fuerza efectiva. Torres fue derrotado por otro golpe.

29º golpe. Protagonizado por sectores derechistas de la Fuerzas Armadas en alianza con el MNR y la FSB, que se constituyeron en su apoyo civil, encumbró en la presidencia al entonces Cnl. Hugo Banzer Suárez (ago. 21, 1971) y enarboló como motivación el “peligro comunista». En su largo gobierno (casi siete años), Banzer no abandonó el modelo económico heredado de la revolución nacional, pero se inclinó notoriamente a favorecer los intereses del sector empresarial y renovar casi la totalidad de los códigos bolivianos y promulgar otros nuevos.

Gobierno signado por una violencia sistemática “desde arriba”, dejó como trágica herencia una cantidad indeterminada todavía de muertos y desaparecidos, en la línea de las dictaduras militares reaccionarias que se instauraron en el Cono Sur de América Latina (incluyendo la de Pinochet). Aún más, en noviembre de 1974, Banzer dictó un par de decretos concentrando en las Fuerzas Armadas el poder político y determinando el receso de los sindicatos y partidos. Pero, dos  años después reorientó su objetivo a legitimar su dictadura mediante elecciones. Una sucesión de medidas de presión determinaron una apertura política. Su candidato era el Gral. Juan Pereda Asbún, quien no tuvo inconveniente en derrocarlo, como se verá a continuación.

30º golpe. Las cifras oficiales de elecciones de 9 de julio de 1978 dieron el triunfo al Gral. Juan Pereda Asbún, pero con tal olor a fraude que el mismo triunfador pidió su anulación. En la misma jornada que la Corte Electoral resolvió dicha nulidad, Pereda tomó a la fuerza el mando del país, con miras a dar continuidad al modelo dictatorial (jul. 21). Su gobierno no duró sino cuatro meses y pocos días.

31er golpe. Se produjo en 1978 (nov. 24) y puso en la presidencia al Gral. David Padilla Arancibia, con el fin de encauzar la reinstitucionalización del país; convocando a nuevas elecciones. Estas se produjeron el 1º de julio de 1979 y terminaron con una ligera victoria relativa de Hernán Siles Zuazo frente a Víctor Paz Estenssoro. El Congreso, llamado a dirimir, entró en un empantanamiento que se resolvió nombrando a Walter Guevara Arze como presidente interino. Gobernó escasos ocho meses y medio y fue derrocado por un nuevo golpe.

32º golpe. Fue protagonizado por el Gral. Alberto Natusch Busch el día de Todos Santos (nov. 1º, 1979). Fue un golpe amorfo: una fusión de derecha e izquierda, inoportuno, con pretensión de legitimarse con el apoyo congresal y a todas luces desfasado. El gobierno no duró sino 16 días con la reinstitucionalización del país a través de la  elección  congresal  de Lidia Gueyler como presidente interino (la primera mujer en asumir la presidencia en Bolivia=. El 29 de junio de 1980 se produjeron nuevas elecciones por tercer año consecutivo, cuyo recuento perfilaba como ganador incuestionable a Hernán Siles Zuazo, postulado por la Unión Democrática y Popular (UDP) (formado por el MNRI, el MIR, el PCB y otros partidos menores).

33º golpe. El 17 de julio de 1980 el Gral. Luis García Meza Tejada derrocó con otro golpe militar a la presidenta Lidia Gueyler Tejada. Su gobierno se llamó de la “reconstrucción nacional». En realidad y con franqueza abierta tuvo el fin de  interrumpir el  proceso democrático, imponer un gobierno despótico (de verdad cruento) y aplastar el peligro comunista.

34º golpe. El deterioro de la dictadura de García Meza condujo a una renovación de la cúpula gobernante mediante un golpe interno de las FF.AA. el 4 de agosto de 1981. La Junta de Comandantes de las tres ramas de las Fuerzas Armadas (la Fuerza Aérea, comandada por el Gral. Waldo Bernal Pereira, el Ejército comandado por el Gral. Celso Torrelio y la Fuerza Naval, comandada por el Contraalmirante Oscar Pammo) asumió el poder. Al cabo de un mes, la presidencia quedó en manos del Gral. C. Torrelio, quien trató de continuar con el proceso  de «reconstrucción nacional», pero con una imagen algo atenuada frente a los «excesos» de su predecesor. Después de un año fue derrocado por otro golpe.

35º golpe. Dirigido por el Gral. Guido Vildoso, con el propósito de restablecer la democracia. No se pudieron realizar nuevas elecciones y se convocó a los congresales elegidos en 1980, quienes, a su vez, consagraron como presidente al Dr. Hernán Siles Zuazo, posesionado el 10 de octubre. Siles dirigió un gobierno de clara orientación izquierdista con el apoyo de la UDP. Este fue el inicio de un largo proceso institucional, aunque no carente de dramáticos episodios. La crisis económica del gobierno de la UDP determinó la renuncia del presidente Siles a los tres años de su gobierno. La lista de sucesores está formada por Víctor Paz Estenssoro (1985-89); Jaime Paz Zamora (1989-93), Gonzalo Sánchez de Lozada (1993-97); Hugo Banzer Suárez (el “dictador” reelegido la ciudadanía) (1997-2001), Jorge Quiroga Ramírez (2001-02), nuevamente Gonzalo Sánchez de Lozada (2002-03), Carlos D. Mesa Gisbert (2003-2005), Eduardo Rodríguez Veltzé (2005-06) y Evo Morales (2006-2019).

En octubre de 2003, se produjo una impresionante movimiento popular que obligó a renunciar al presidente, por lo que el vicepresidente Carlos D. Mesa Gisbert asumió el mando (2003, oct. 17). La efervescencia popular no llegó a convertirse en golpe de Estado, sino que se reencauza hacia transmisión legal. Mesa, a su vez, fue víctima de una presión parecida y declinó el mando, que por renuncias sucesivas llegó a determinar el encumbramiento del presidente de la Corte Suprema, Eduardo Rodríguez Veltzé (jun. 9, 2005). Las elecciones de diciembre de 2005 dieron, por primera vez en mucho tiempo, la mayoría absoluta a Evo Morales Ayma. Morales asumió la presidencia en 2006 (ene. 22) y con reelecciones sucesivas (cuestionadas políticamente, es cierto, por sus adversario) logró mantenerse hasta el 10 de noviembre de 2019. Después de 40 años de institucionalidad se produjo el último golpe victorioso.

36º golpe. Otra vez la pretensión de reelegirse debilitó al gobierno. Las elecciones del 20 de octubre de 2019 motivaron una fuerte movilización de capas medias urbanas. Su propósito fue “derrocar a la dictadura masista”. En realidad, este propósito fue anunciado antes de las mismas elecciones, con la consigna lanzada en Potosí de ir a la desobediencia civil si Morales ganaba las elecciones. La vicepresidenta electiva del Senado se autoproclamó sucesora “constitu­cional del presidente renunciante Evo Morales»; con el apoyo de una movilización civil y la acción militar y policial, se hizo del poder (nov. 11). Cierta­mente la presidenta y sus simpatizantes no quieren admitir la figura del golpe, pero la vulneración de las normas constitucionales en la forma de sucesión lo hacen innegable.

Esta es la situación actual.

Algunas reflexiones finales

1) Golpe y constitucionalidad. Aunque la palabra “golpe” no es necesariamente peyorativa ni de connotación negativa, algunas veces los golpistas no quieren admitirla y presentan su acción como constitucional. Los primeros golpes (de 1828-29) tuvieron esta característica. Hay por lo menos otros dos ejemplos claros: Paz Estenssoro en 1952 y recientemente Jeanine Áñez, en 2019. Además, ha habido varios golpes encaminados a restablecer la institucionalidad constitucional.

2) Golpe y militarismo. Los golpes suelen estar acompañados por acciones militares (ya sea del propio Ejército o de grupos rebeldes). En los 36 golpes registrados en esta reseña, parece que no hay excepción alguna.

3) Golpe y popularidad. Hay golpes populares, impopulares, antipopulares o que resultan indiferentes para la ciudadanía. El golpe de Belzu fue muy popular, mientras el de García Meza fue, al mismo tiempo, impopular y antipopular. La relación anterior revela estos matices.

4) Carácter reaccionario, conservador o revolucionario de los golpes. Estas connotaciones aparecen claras en la relación. Los golpes emergentes de las rebeliones de Belzu, del Partido Liberal, de la Revolución de 1952, tuvieron un claro carácter revolucionario. El de Banzer y el de García Meza, fueron reaccionarios. Algunos comienzan con un aliento revolucionario y terminan en procesos reaccionarios, como la revolución de 1946.

Etcétera.

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José Roberto Arze Bibliógrafo e historiador, doctor Honoris Causa de la Universidad Mayor de San Andrés

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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