Jeanine Áñez: tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos

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Esta frase, fue atribuida al presidente mexicano Porfirio Díaz y sin duda parece hoy ser una frase oportuna para describir la postura política y social   de Janine Áñez, la autoproclamada presidenta transitoria del Estado Plurinacional de Bolivia después del golpe de  Estado con el apoyo de los Estados Unidos y  la oligarquía boliviana y la renuncia de Evo Morales en noviembre de 2019.

Su primer gran anuncio al hacer su entrada triunfal al Palacio Quemado: «Gracias a Dios, ha permitido que la Biblia vuelva a entrar a Palacio. Qué él nos bendiga y nos ilumine», presagiaba la instauración de una dictadura fundamentalista del tipo Bolsonaro, abiertamente neoliberal, estrategia política resguardada   en una serie de procesos represivos y disciplinarios que incorporó una triple alianza:  la fuerza policial, las fuerzas armadas y la iglesia evangélica, esta última subrayando la necesidad de  imponer sus valores.

En clara sintonía con la embestida golpista, Estados Unidos, legalizó y legitimó la autoproclamación de Áñez, el presidente de este país Donald Trump, declaró su apoyo a la presidenta, y con el descaro que caracteriza a la injerencia norteamericana, le delegó la honrosa misión de “asegurar una transición democrática pacífica a través de elecciones libres”.  Como muestra de gratitud el “gobierno de transición democrática” inició  el camino para restablecer las relaciones diplomáticas y reforzar los lazos con el gobierno norteamericano asegurando la existencia de intereses comunes entre ambos países y resituando a Bolivia en la esfera de la influencia de Washington.

De esta manera, el desgobierno de Áñez -tan cerca de Estados Unidos-   se ha encargado de negociar el regreso de la Oficina de Administración para el Control de Drogas (DEA)., además del retorno de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID); marcando distancia con los gobiernos no afines a la política norteamericana, solicitó el ingreso de Bolivia al Grupo de Lima cuya finalidad es desde la perspectiva del Grupo “buscar una salida democrática y pacífica en Venezuela”.

El desgobierno de facto de Jeanine Añez carente de un proyecto político, más allá del diseño neoliberal, inicia  imponiendo los postulados de la  derecha conservadora en la política  económica boliviana, aquellas políticas que  desmantelan las políticas sociales en pro del mejoramiento de vida de sus habitantes, privatizan  las empresas estratégicas y exterminan la cultura. Bajo la dirección de Jorge Tuto Quiroga, Oscar Ortiz y Murillo ha designado de igual manera a  empresarios agroganaderos cruceños como parte de su rotatorio y separatista  gabinete ahondando  las contradicciones y profundizando  la marginalidad, la desigualdad, la exclusión y la violencia.

En ninguno de estos casi ocho meses Áñez  ha tenido  como intención remota “lograr la reconciliación” del pueblo boliviano, su preocupación central ha sido el definir la mirada del gobierno de facto, en cuya  dinámica de dominación  está la naturalización del orden jerárquico colonial y patriarcal  históricamente establecido clasificando al pueblo y a la cultura boliviana en superior e  inferior olvidando que ante Dios todos los seres humanos son iguales pero para Áñez como dijera Boaventura de Sousa Santos “la igualdad entre los inferiores no puede coincidir con la igualdad entre los superiores”.

En este desgobierno prolongado en su carácter de transitorio, los hechos concretos develan ser parte de una cultura oligárquica, donde  la clasificación racial / étnica de   desprecio a los movimientos indígena y campesino, a las organizaciones campesinas, obreras, el ataque continuo contra las mujeres, a los rostros que criminalizan y  que nuevamente pretende invisibilizar porque para las fuerzas conservadoras racistas, estos rostros son sujetos sin discurso o de pensamiento reducido y que solo reproducen la lógica de un pensamiento impuesto.

Áñez pretende ignorar que los pueblos han impulsado importantes levantamientos populares anti sistémicos, si bien en ocasiones con dolorosos aprendizajes han desarrollado incluso    propuestas concretas para enfrentar la lógica de un capitalismo destructivo del medioambiente para construir la Tierra como nuestra Casa Común. Áñez minimiza el enojo y el hartazgo de la voluntad colectiva del pueblo boliviano, el cual ha superado el miedo ante las masacres ocurridas en la ciudad de El Alto y en la localidad de Sacaba, ante la firma del decreto 4078 y las persistentes represiones y agresiones racistas, ante la instauración del Estado de sitio, la persecución política y mediática a quienes piensen diferente.

La incapacidad de un régimen carente también de acciones concretas demostrada no solo en el ámbito económico y social sino también en la ineptitud de responder a la caótica situación que ha producido la pandemia en Bolivia. En este sentido, la Comisión para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha señalado que la pobreza extrema en Bolivia se incrementara a 3.9% en este año en comparación con el 2.5% de 2019. Asimismo, este organismo afirma que aproximadamente 453.000 bolivianos estarán en condiciones “paupérrimas debido al abandono estatal en la asistencia social para combatir los impactos económicos de Covid-19”.

No se trata de una visión política ingenua, la contingencia sanitaria solo ha reforzado su ambición para prolongarse y aplazar las elecciones presidenciales que como gobierno transitorio estaba obligado a convocar. La autodestrucción y desmoronamiento de su funesto régimen no es responsabilidad del Movimiento al Socialismo, ni  de las mujeres, ni de los mineros  ni de los indígenas, sino del escenario sombrío y de terror  que impuso para continuar en el poder,  cruel a la dignidad humana y al bien de todos los bolivianos.

Por ello no se debe deslegitimar a los pueblos que son los herederos de la resistencia, a los movimientos populares que articulan los sentires y la indignación, que construyen las esperanzas colectivamente desde sus cosmovisiones en muchas ocasiones con sentidos diferentes, pero siempre leyendo los contextos e identificando a quienes traicionan y violentan su vida e integridad. Cuando se esta tan lejos de Dios, resulta difícil entender las maneras de hacer y deshacer en multitud con intenciones de ser libres, donde todos, significamos juntos respetándonos, manteniendo siempre la pulsión de la emancipación.

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Ximena Roncal Vattuone Doctora en Economía Política del Desarrollo

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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