Elecciones en Colombia. El rey ha muerto, viva el rey

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Por María Fernanda Barreto

En Colombia hay una alegría generalizada por la derrota del uribismo en las pasadas elecciones del 27 de octubre en las que se disputaron gobernaciones, alcaldías, asambleas departamentales, concejos municipales y juntas administradoras locales. Los resultados revelan la derrota del partido de gobierno, Centro Democrático, en términos de poder real y votantes. Gobernaciones y alcaldías fueron ganadas sobre todo por un gran número de coaliciones, incluso en Antioquia, cuna y bastión de Uribe. 

La doctrina que durante casi dos décadas dominara el escenario político colombiano, comenzó a mostrar su decadencia y eso no deja de ser importante para el país, ya que el uribismo representa el extremo más guerrerista de la derecha colombiana, la oposición frontal a la búsqueda de una salida política negociada al conflicto social y armado, y es también el más beligerante enemigo de la soberanía venezolana en la región, dicho esto, queda claro que este resultado merece festejarse porque expresa el desprestigio popular del proyecto ultraderechista. Sin embargo, no se puede hacer un análisis superficial de una realidad política tan compleja como la colombiana.

La recta final del uribismo comenzó en el 2018, cuando al asumir la presidencia Iván Duque, se daba inicio a una nueva etapa del uribismo, que desde Washington, muy probablemente se pensaba sin Uribe. Pero el ex presidente, con sus aires de patrón, no entendió o no quiso entender su propio momento político y con su habitual soberbia, se mantuvo en el papel de genuino presidente, convirtiendo a su bisoño en un “hazmereír”. Elevando cada vez más el autoritarismo de su discurso y manteniendo la violencia de sus acciones, Uribe, se convirtió en el primer ex presidente colombiano en ser llamado a rendir indagatoria ante la Corte Suprema de Justicia.  Un año de desaciertos políticos, asesinato de testigos, genocidio de líderes y lideresas, sabotaje a los acuerdos de paz con las FARC, retiro de la mesa de diálogo con el ELN, y el debilitamiento sostenido de la figura presidencial, convirtieron al uribismo en una caricatura de sí mismo.

Sin obviar las debilidades del sistema electoral colombiano, algunas otras cosas interesantes sucedieron en este proceso. Con un progresismo que no puede calificarse como de izquierda, la Alianza Verde fue el partido que más creció en el país y se alzó con la importantísima alcaldía de Bogotá y también, la de Cali.  El triunfo de la primera mujer electa como alcaldesa de Bogotá, ha representado además el avance en políticas de inclusión a la comunidad LGBT que incluyó también a una mujer trans que ahora ocupará el cargo de edilesa de Cali y diez personas más que ocuparán cargos similares. A esto habría que sumar el surgimiento del  Movimiento Político de Mujeres “Estamos Listas” quienes lograron una concejalía en Medellín, así como otras victorias locales que no alcanzaremos a enumerar.  Aunque el hecho de que López tenga una imagen de mujer honesta y enemiga de la parapolítica ha despertado muchas expectativas de que su gestión rompa con las anteriores, su afán por diferenciarse de la izquierda colombiana y su expresa insistencia en calificar al presidente venezolano como un dictador a la par que manifiesta su respeto y aprecio por Iván Duque, debería moderar las expectativas.

Por otro lado, Colombia Humana no hizo gala del acumulado que se esperaba tras las pasadas elecciones presidenciales y el partido Farc fue francamente derrotado, por múltiples factores que ameritan otro análisis. El sonado y contundente triunfo del ex combatiente Julián Conrado en la Alcaldía de Turbaco, se logró sin el apoyo de este partido.

En medio del asesinato de candidatos y candidatas, los resultados de las elecciones, esconden, otra realidad. Las coaliciones triunfantes que aparecen como una alternativa a los partidos tradicionales, son mayoritariamente alianzas lideradas por el partido del ex presidente Santos, partido de la U,  Cambio Radical, Partido Conservador y liberal, es decir, los mismos. La derecha colombiana solo cambia de proyecto para salvar el sistema. Se libera de Uribe a quien probablemente saque del juego con una pena corta por manipulación de testigos, y no con la que merece por masacres y falsos positivos. Mientras el negocio de la guerra y el narcotráfico continuarán su marcha, sobreviviendo gracias a la alternancia en el poder de quienes nunca harán nada por enfrentarlos porque se lucran y tributan a ellos. La lucha por una alternativa real para Colombia aún continúa.

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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