Ernesto Cavour: “Mi mayor premio es tocar en Bolivia” (+ video)

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Por Judith Hoffmann

Fue en la década del 60 cuando el folklore boliviano, de la mano de Los Jairas, dio un vuelco para siempre, conquistó auditorios locales y a lo largo y ancho de América y el mundo. Uno de los protagonistas de esa historia, el maestro Ernesto Cavour, abrió las puertas del Museo de Instrumentos Musicales a Correo del Alba, para trasladarnos a la Peña Naira, contarnos sus primeras incursiones musicales así como sus pasiones creadoras actuales.

Ernesto, ante todo quiero agradecerte el que nos permitas revivir recuerdos y nos hables de tus planes a futuro.

Para mí es muy grato recordar tantos años que hemos pasado juntos en la querida Peña Naira. Linda época en que rompíamos la noche tocando y conversando, y las calles eran más tranquilas que ahora; aunque pícaros han existido siempre.

Justamente remontándonos a esa época, allí no solo hubo presentaciones folklóricas, sino además reuniones políticas e incluso formabas a muchos artistas.

Harta gente, recuerdo a Kalamarka, tan buenos. A mi hermano Lucho, a Norte Potosí; estaban los Canarios del Chaco, de Tarija; Estaban Coca y tantos otros.

Yo tenía que animar muchas veces la peña, y no soy bueno para hablar. Entonces les decía a los chicos: “che, a animar…”. Así los empujamos, hasta que se han acostumbrado.

Pienso en las noches de toque de queda, nos quedábamos hasta en los sofás. Algunas veces venían presidentes y ministros; les cobrábamos igual.

¿Cómo te inicias en la música y qué te hace escoger el charango?

Cuando era chico, yo muy jovencito, miré un charanguito y se me adormeció mi cuerpo, bien raro fue; hasta ahora pienso en ese momento, no entiendo porqué ha sido.

Sabes que la costumbre es regalar a la madre, para el 27 de mayo, cositas, vasitos, entonces yo me fui a un tantakatu, un lugar donde venden todo tipo de cosas. Vi un charanguito, sonaba bien, y me lo compré; en vez de comprarle una cosita a mi mamá, me compré el charanguito.

¿Y el regalo del Día de la Madre?

Con el tiempo le dije a mi madre: “esto es lo que pasó”; y ella me dijo que ha sido un buen regalo. Así, con la comprensión y cariño de mi madre he empezado. Yo no sabía tocar, no soy músico, no conozco de partituras; tampoco soy antropólogo, nada, soy completamente autodidacta y creo que eso me ha servido para dedicarme muy fuerte al estudio y a la percepción de qué pasa con los instrumentos y qué pasa con la poesía, cómo podría ser la poesía y porqué existe la poesía. Tuve facilidad de aprender todo del charango, sin saber. Se podrían necesitar miles de años para aprender a tocar cualquier instrumento, pero los autodidactas miran, escuchan y aprenden, eso hice y eso hago.

«Soy completamente autodidacta y creo que eso me ha servido para dedicarme muy fuerte al estudio y a la percepción de qué pasa con los instrumentos»

¿Cómo nacen Los Jairas?

Con Los Jairas creamos un momento musical histórico, tocábamos con el gringo Gilbert Favre, que hacía cantar su quena; Yayo Jofré, primera voz y su bombo, arreglista musical del conjunto desde 1967. También estaba Julio Godoy, guitarrista, y esporádicamente se nos unía el gran guitarrista Alfredo Domínguez. Y yo, con el charanguito siempre a mi lado. Comenzamos jugando, hasta que descubrimos que nuestros instrumentos creaban un bellísimo diálogo musical. Ahí nacieron Los Jairas.

En 1969 la Fundación Patiño nos invitó a emprender una gira por Europa, la Unión Soviética hasta Asia Central, llevando la música de Bolivia: luego he viajado no solo por toda Europa, sino desde Alaska a Tierra del Fuego, he estado en Francia, en Italia, en todos los Estados Unidos.

En otra oportunidad he ido a la Tierra del Fuego, he tocado en la Polinesia, Micronesia, en todos los pueblos, pero más me gusta Bolivia, aunque la vida sea más dolorosa; hace 70 años era un paraíso, era como vivir en el campo, muchos no han sabido aprovechar la vida entonces.

¿Cómo fue el paso de Violeta Parra por La Paz?

La Violeta vino dos veces, la última para buscar al gringo Favre, quien era su enamorado, al que quería mucho. Violeta Parra venía desde Chile a la peña buscando a su hombre, e incluso nos invitaba a nosotros para que nos vayamos todos a la Peña de los Parra, y fuimos. Primeramente donde los hermanos Parra, y después, en otro viaje, también a la Carpa de la Reina, que quedaba en Santiago. Nos conocimos, ella nos dijo porqué no se vienen aquí a vivir, y nosotros queríamos porque estábamos fuertes, pero Bolivia nos llamaba. Nos hemos instalado en la calle Sagarnaga y posteriormente aquí, en la Jaén.

¿Compuso alguna canción  Violeta en la Peña Naira?

(Canta) “Gracias a la vida, que me ha dado tanto…”. (Canta) “Runrún se fue pa’l norte…”.  (Canta) “Ya me voy me, ya me voy para Bolivia…”. Lo amaba al gringo y justamente paseando con Violeta compró un revolver de la cárcel; es toda una historia, algún día te la contaré, no ahora.

¿En San Pedro?

Si, se lo ha llevado, debió ser para seguridad. Dijo siempre que era para seguridad de su casa. Dicen que se mató con esa pistola, pero no sé.

Estaba muy enamorada.

Claro que sí, pero el gringo Favre no se fue con ella. Aquí era su vida, su música. Amaba la música que hacía, le indicábamos todo, no quería separase pero la quería y la respetaba y la admiraba. Ha sido un amor interesante, y cuando ella ha muerto ha llorado bastante, se ha desesperado. Nos conocimos con el gringo Favre en el Show de los Sábados de Micky Jiménez, en la Radio Méndez.

Qué historia de amor tan intensa, eso de Violeta en Bolivia impresiona.

Violeta Parra tenía un carácter fuerte, bien dominante era, pero cuando estaba en el escenario era maravillosa, una diosa, y yo sentía que ella era una gran artista y sobre todo sus pinturas eran muy creativas, muy bonitas, incluso me regaló una y por ahí me la robaron.  

¿Tocaste con Violeta?

Sí, hemos tocado en Viña del Mar, antes que haya el festival; hemos ido a tocar a la playa, a una especie de peña que ahí tenía éxito.  

Museo de Instrumentos Musicales de Bolivia

¿Por qué la Peña Naira y la música que hacían ustedes era tan diferente y aplaudida?

Ha sido una cosa muy especial. Había mucha música aquí, pero era diferente, más auténtica. Nosotros conocíamos más la vida, el arte y todo eso, los turistas se quedaban fascinados. Éramos más de la calle. Fíjate que al principio no queríamos aceptar turistas, pero cuando vimos que pagaban nuestros sueldos, nos convertimos en “turísticos”. Al final queríamos que farreen para ganar plata. Parece que ellos entendían lo que mi charango quería decir.

¿Qué otro tipo de música te gusta?  

Me pasó una cosa bien rara. Cuando era chico no había televisión, había radio y solo tocaban música clásica; se me ha quedado eso en la cabeza, durante años, y cuando era folklorista he grabado música clásica al oído.

¿Con charango?

Y con quena, he compuesto cosas a las que no he puesto mi nombre, sino el de Coco Aramayo, el que siempre me ha gustado, porque Cavour no me gustaba.

¿Tenías dos nombres, Coco Cavour y Coco Aramayo?

Coco Aramayo para otra cosa, me gustaba, aunque sin darme cuenta Cavour se volvió más famoso, pues dieron el primer premio para Ernesto Cavour por esto y por esto otro, hasta primer premio porque yo he sido bailarín de ballet.

¿Cómo fue eso del ballet?

Eso me ha servido bastante, el  ballet era del Estado, ganaba buen sueldo y estábamos obligados a cantar y llevar nuestro huaynito, nuestra cuequita.

Cuando iba al campo, me sorprendía con las maravillas que había habido, una vida completamente distinta, cosas hermosas que guardaban las provincias, en este caso las panderetas de mano, los violines antiguos, todo esto me fascinó y así fui estudiando, teníamos la obligación de ir a minas, ir a Potosí, tenía otra ayuda muy grande, una persona que me estimaba mucho, doña Julia Elena Fortún. Nos hemos estimado bastante, para hacer sus pruebas, me decía: “Ernestito, toca la quena, toca charango, toca esto, esto otro”. Igual me ha ayudado el haber estado con poetas, era muy linda la vida.

Una de tus composiciones que me fascina es Leño Verde, ¿cómo nace?

Cuando viajamos a Suiza con Los Jairas llevamos zampoñas, charango, guitarra, canto. Los zampoñeros tocaban: tu tu tu tu tu tu tu tu tu aaaahreaaaaaahre aaaaahre. A mí me daba rabia un poquito, se veían tan fuertes, entonces yo empecé a componer un tema, no estaba tan contento porque estaba rompiendo el estilo de cómo tiene que ser la música altiplánica, pero así nació Leño Verde. Fui el primero en introducir ese sonido. En mis presentaciones tocaba mi repertorio clásico, pero Leño Verde hacía arder la sala. Le gustaba a la esposa del Sr. Duery de Discolandia.

Entiendo que has inventado algunas zampoñas.

Si, ahora, por ejemplo, he inventado zampoñas que están a nivel mundial, zampoñeros que tocan grandes maestros del viejo mundo y zampoñitas de todos colores, tocan maravillosamente. He inventado una zampoña que puedes tocar en cualquier tono, que no es cualquier tipo de zampoña, es una con tres filas que se utiliza a nivel mundial.  

A lo largo de tu vida has recibido muchos y merecidos premios, como el Premio de Cultura 2018 y el Cóndor de los Andes.

Me han dado el Cóndor de los Andes después de cuatro años de haber firmado el decreto; estaba firmado ya por el Presidente, pero no me entregaron si no después de cuatro años. El Premio de Cultura 2018 también me lo dieron, aunque lo más importante fue haber estado en escenarios internacionales llevando nuestra música, nuestras risas, nuestro cariño. Pero mi mayor premio es tocar en Bolivia. Alguna vez he tocado para el Presidente, es un hombre sencillo.

«Te voy a mostrar mi orgullo, mi museo, con más de 2.000 instrumentos, estamos en el diccionario Larousse, en varios diccionarios»

No eres solamente el maestro, sino además un personaje especial, que se ríe y camina por las calles mirando y cantándole a las salteñas, la ulupica, a las llamitas, la mujer más linda del mundo, y tantas otras piezas.

(Canta esas piezas). Tengo igual temas políticos, de todo. Tengo la tendencia de izquierda. También poesía para los animales. Digo que el burro es más inteligente que el hombre, porque el hombre está pegándole o peleando en guerras y guerras, siempre peleando.

La Llama (canta). Canto al perro callejero (canta). Eso lo compuse porque me daba rabia que insulten a los maricones. Les he dedicado temas a las “putitas”, porque las “putitas” nos han dado tanto y hay las que por comer o por sus hijitos se dedican a eso. No hay que tratar mal a nadie.

Para Navidad componías villancicos y los llokallitas;  algunas veces mi hijo los tocaba con chuyuchuyu, tapitas de botellas que juntábamos.

Sí, tengo villancicos, de todo. Solo que no le canto mucho a la mujer porque no quiero estropearla, hay que besarlas con cariño nomás.

¿Cuáles son tus planes a futuro?

Tengo mucho trabajo, estoy escribiendo unos libros.

¿Se puede saber que libros?

No, es sorpresa. Aún me falta terminar el museo, porque ahí quiero mostrar unas sorpresas a nivel mundial. Sé que hay museos muy lindos en todo el mundo, pero yo lo he hecho más criollito, quiero presentar algunas cosas que el mundo no ha hecho. Yo creo que va a ser hasta fin de año.

¿Piensas visitar algunos países latinoamericanos?  

No, quiero hacer investigación, hacer poesía. Aunque mis temas no son con mensajes, me gustan las cosas que hago. Ahora, los inventos que tengo en casa, la guitarra muyu muyu, no copio, no plagio, bien fácil es para mí. Como uno tiene tanto amor al instrumento, ya sabe. He fabricado charangos, no comercialmente, sino por cariño, por hacer cosas nuevas.

Has hecho de todo.

Hemos hecho, en festivales, con conjuntos, hasta una maratón. Hemos tocado un grupo y yo he sido el que más he aguantado. Hemos estado temblando, y no había nada; me eché a llorar porque quería llegar hasta 100 horas.

¿A cuántas llegaste?

A 49 hemos llegado.

¿Dónde fue eso?

En Cochabamba, en una fiesta para regalar premios.

Por último, quisiera pedirte que nos hables de esta hermosa casona donde ahora tienes el Museo de Instrumentos Musicales.

Mi mamá me ayudó a comprar, yo tenía plata con los viajes, ganaba harta plata en las giras por Europa y Asia. Con esto me he quedado tranquilo. Aquí tengo un pequeño teatro para 50 personas, siempre tocamos. ¿Y sabes cómo hago? No gano plata de gratis, todos juntamos el dinero y lo repartimos igualito.

Te voy a mostrar mi orgullo, mi museo, con más de 2.000 instrumentos, estamos en el diccionario Larousse, en varios diccionarios. Cada instrumento tiene su alma, su vida propia, grandes, chiquititos, de todos tamaños. Y va a crecer más. Hay discos 78, premios, tantos recuerdos, tantas cosas, es mi vida.

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Judith Hoffmann Operadora turística

VIDEO: Leño Verde

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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