«Los Chalabis venezolanos»

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Por Jorge Guerrero Veloz

Es como los conocen y les dicen a los apátridas y traidores, dizque venezolanos, que pululan en Washington haciendo lobby, rogando, suplicando e implorando una invasión a Venezuela. A estos grupos despreciables, cuando los sectores políticos progresistas y democráticos los ven inmediatamente los repudian, se apartan, se van lejos para no estar cerca de ellos, no los soportan por su manera de comportarse en los círculos del poder político de esa ciudad. Tanto así que, según Bolton en su libro, Trump dijo: “el tipo no tiene con qué”, y lo más cruel es que ellos creen que los reconocen como políticos serios, preocupados por su país; cuando más bien sufren y padecen el síndrome de Ahmed Chalabi.

Hagamos historia de quién fue ese personaje siniestro y cómo encontramos coincidencias con la situación de este sector, apátrida y traidor, de la ultraderecha política venezolana. Ahmad Chalabi fue un político iraquí que, desde el exilio, ayudó a Estados Unidos, bajo el gobierno de George W. Bush, a invadir Irak en 2003, para derrocar a Saddam Hussein. Convenció a Dick Cheney que los marines iban a ser recibidos como libertadores en Bagdad. Cualquier parecido con lo ocurrido en Chuao, en mayo de este año, es pura coincidencia.

Según Wikipedia: Chalabi era el hijo de una prominente familia chií, una de las élites de poder de Bagdad. Nació en Kadhimiva en 1944. Su familia, que databa de 300 años del sultanato, dirigía el banco comercial más antiguo de Irak. Un matemático con un doctorado de la Universidad de Chicago. Caramba, no sé por qué este personaje se me parece tanto a Leopoldo López, quien también estudió en  los Estados Unidos en la Universidad de Harvard y, a diferencia de la familia del apátrida criollo, su familia dirigió Petróleos de Venezuela (Pdvsa).

Sigamos pues con estos personajes, quienes también –cabe decir– han cultivado estrechos lazos con congresistas norteamericanos, sobre todo con los de La Florida.

Por cierto, que hay una red de periodistas, quienes triangulan propaganda falsa de guerra, en el eje Miami-Madrid-Caracas y la distribuyen desde allí al resto del mundo, para legitimar sus ambiciones políticas. A estos, igual que en el caso de Chalabi, se suman una amplia red de exiliados entre exmilitares, expolicías y colaboradores pagados por los servicios de inteligencia de los Estados Unidos, con el fin darle mayor credibilidad a la supuesta dictadura que gobierna Venezuela; contribuyen a darle forma a la agresiva y genocida política exterior de los halcones de las supremacías racistas blancas de Trump.

Otro detalle importante en este entramado de coincidencias, o más bien de planificaciones sacadas de los manuales de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) es la relación del Sr. Chalabi con los estadounidenses, la cual se prolongó durante décadas. Los mismos gringos lo apodaron el “George Washington de Irak”. En 1998 ayudó a persuadir al Congreso para que aprobara la Ley de Liberación de Irak, que fue firmada por el presidente Bill Clinton, y declaró que la política de los Estados Unidos era «reemplazar el gobierno de Hussein por uno democrático”. Otra perla más: su grupo, el Congreso Nacional Iraquí, obtendría más de 100 millones de dólares de la CIA y otras agencias, entre su fundación en 1992 y el comienzo de la guerra.

Esta ruta nos huele a esa Asamblea Nacional en desacato dirigida por la oposición venezolana, que ha recibido fondos de todas las agencias que tiene el gobierno estadounidense para intentar derrocar, primero, al comandante Chávez, y ahora, a Nicolás Maduro. Arrastran tras de sí a un minoritario sector de pelagatos con la idea de que una invasión es un espacio seguro de respeto a los acuerdos que, de manera pacífica, devuelve el país a los electores inconformes, preguntando gentilmente a cada ciudadano de qué lado está, para proteger a los del lado opositor. Tal como después de haber invadido Irak, asesinado a Saddam Hussein, las bombas y misiles respetaron a los miles y miles de ciudadanos iraquíes asesinados con bombas y todo tipo de armas de guerra.

Un informe del Comité de Inteligencia del Senado en 2006 concluyó que «la información falsa» –de fuentes afiliadas al Congreso Nacional Iraquí– «se utilizó para apoyar evaluaciones claves, de la comunidad de inteligencia sobre IraK y se distribuyó ampliamente en productos de inteligencia antes de la guerra». Además apunta: “encontró que el grupo, intentó influir en la política de los Estados Unidos sobre Irak, al proporcionar información falsa a través de desertores, dirigidos a convencer a los Estados Unidos de que Irak, poseía armas de destrucción masiva y tenía vínculos con terroristas”.

«Muy a pesar de las grandes dificultades, a las cuales han sido sometidos, producto de las sanciones criminales, unilaterales, coercitivas del bloqueo terrorista y genocida, el chavismo, mayoría en la población, todavía se mantiene esperanzando»

Estos son los mismos argumentos que hasta ahora utilizan los “Chalabis venezolanos”, de los cuales los más prominentes son: Juan Guaidó; el psicópata terrorista, Leopoldo López; el asesino de niños, Julio Borges; Carlos Vecchio; Iván Simonovis; Miguel Pizarro; Antonio Ledezma; Diego Arria; María Machado; Gustavo Marcano; Luisa Ortega Díaz; Carla Angola; el mata curas Leopoldo Castillo; Sergio Novelli; el general Antonio Ribero; y pare usted de contar, todos con su respectivo mayordomo, el general Christopher Figuera.

Esta estafa política, peligrosa y criminal, se las compró el mafioso magnate y extorsionador político que dirige la Casa Blanca y su equipo de asesores, quienes contaron afortunadamente con los peores políticos, dizque venezolanos, para que los asesoraran sobre la realidad político-social de nuestro país. Y, por supuesto, ellos cayeron en tremendo y peligroso engaño, porque esa clase política no tiene ascendencia en las bases populares donde el chavismo, como entidad social, cultural y política, tiene su fortaleza. Muy a pesar de las grandes dificultades, a las cuales han sido sometidos, producto de las sanciones criminales, unilaterales, coercitivas del bloqueo terrorista y genocida, el chavismo, mayoría en la población, todavía se mantiene esperanzando.

El radio de acción política de los Chalabis venezolanos se reduce “al Este del Este” de la ciudad de Caracas, en los municipios Chacao, Baruta y el Hatillo, donde vive el sector más pudiente de la sociedad. Esas son las zonas de confort de esta clase política que, junto a los medios de comunicación y el empresariado apátrida, han creado esa ficción de que son mayoría política. Sumándose a ellos en el campo internacional, quienes legitimaran sus injerencias invasivas; contando con el apoyo irrestricto del secretario general de la moribunda Organización de Estados Americanos (OEA), el tal Almagro, quien para respaldar estas acciones integró a los gobiernos lacayos del Imperio, agrupados en una cofradía llamada el Grupo de Lima, con el fin de continuar con la conspiración terrorista que lograra el derrocamiento del presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros.

La Constitución prevé los mecanismos democráticos protagónicos y participativos para buscar el poder político en Venezuela. En ningún artículo de la misma se establece un gobierno de transición, presidente interino, ni autojuramentación. Desde el año 1999 que el pueblo, mediante una consulta popular y con su participación, se dio esa nueva Constitución. Ellos, la oposición, siempre la despreciaron, porque no se parece a su clase social, ni les permite espacios para aventuras golpistas ni mucho menos para invasiones. En la Carta Magna venezolana prevalece la libertad, la soberanía, la autodeterminación, la integridad territorial de la nación y la independencia. Con el escandaloso detalle de que todos los poderes del Estado residen en Caracas, la capital de Venezuela, y no en Washington, ni en otras capitales del mundo.

Esta información se complementa con las confesiones de Bolton en su libro, donde señala: “Trump le pidió a Guaidó exclusiva lealtad a él y a su gobierno”. Además añadió textualmente: “Trump insistió en que él quería opciones militares para Venezuela y entonces quedársela, porque realmente es parte de los Estados Unidos”.

Veamos cómo dejaron a Irak después de esas falsas acusaciones de armas de destrucción masivas; igualmente en el caso de Libia. Dos ejemplos cercanos de las invasiones militares del gobierno terrorista y asesino de los Estados Unidos, aupadas por políticos mediocres, apátridas y traidores a sus pueblos y naciones.

Para finalizar, espero que estas líneas nos permitan identificar a tiempo a los Chalabis no solo de Venezuela, sino de la región y el mundo, porque esa clase de personajes son los responsables directos de cientos y miles de muertes y asesinatos de hombres, mujeres y niños inocentes. Solo por la ambición de poder desmedido de políticos fracasados sin liderazgo, a quienes su única opción de llegar al poder es a través de invasiones pactadas con mercenarios y ejércitos extranjeros, sin importarle si tienen que caminar sobre las cenizas de sus propios pueblos, y no por la vía constitucional, democrática, electoral y con los votos.

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Jorge Guerrero Veloz Investigador militante del Movimiento Afrovenezolano y diplomático

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