El axioma que sostiene que «el que se mete con Venezuela se seca» ha resonado en el ámbito político latinoamericano, especialmente en contextos donde las relaciones internacionales y las estrategias electorales son determinantes. Este principio parece haberse manifestado de manera palpable en las recientes elecciones municipales en Brasil, donde el presidente Luiz Inácio Lula da Silva (Lula) ha estado en el ojo del huracán. No hubo que esperar mucho tiempo, para ver los resultados del veto que hizo el presidente brasileño a la intención de Venezuela de ingresar al sistema Brics. El propio pueblo carioca le pasó factura al inquilino del Planalto, con la severa derrota que acaba de obtener en las elecciones municipales.
A pesar de que Lula, logró victorias significativas en capitales como Fortaleza y Belém, también sufrió derrotas resonantes en importantes ciudades como São Paulo y Porto Alegre. Estos resultados reflejan no solo la fragmentación del electorado, sino también el predominio de los partidos de centro-derecha y derecha, que han reafirmado su influencia en el contexto político del país.
Esta situación sugiere que la derrota de Lula, había sido anticipada debido al enfoque pragmático de su gobierno, que ha procurado establecer múltiples alianzas políticas. Este giro estratégico, sin embargo, puede haber debilitado su base de apoyo, permitiendo a sus opositores consolidar su poder en la arena política. Así, se vislumbra un horizonte complicado hacia las elecciones de 2026, donde la polarización entre Lula y Bolsonaro probablemente definirá la política brasileña.
Al involucrarse Lula da Silva, en situaciones políticas, como la de Venezuela, puede acarrear consecuencias negativas en el ámbito local. “El que se mete con Venezuela se seca” cobra relevancia en el contexto actual de la política internacional. Este fenómeno invita a reflexionar sobre las dinámicas de poder y las repercusiones de los bloqueos y sanciones coercitivas aplicadas por Estados Unidos a la República Bolivariana de Venezuela. En lo moral, el veto de Lula da Silva, es peor que el bloqueo que inició Estados Unidos contra Venezuela, ante un proyecto presentado por el delincuente senador -destituido por corrupción- Robert Menéndez y Marco Rubio el 13 de marzo de 2014, y, posteriormente firmado por Barack Obama el 18 de diciembre de 2014.
El ingreso de Brasil a los Brics ejemplifica cómo el veto contra Venezuela puede ser una herramienta más dentro de una estrategia global diseñada para desestabilizar gobiernos que no responden a los intereses de Estados Unidos. El condicionamiento de la cooperación internacional y la integración económica a la exclusión política de naciones como Venezuela refleja un ecosistema de relaciones internacionales profundamente influenciado por sanciones y estrategias de aislamiento.
Lula, con su mirada hacia el fortalecimiento del Brics y la promoción de una integración más amplia en la región, está en una posición delicada. Si bien su gestión busca distanciarse de las políticas intervencionistas, el entorno geopolítico en el que su liderazgo se desarrolla continúa marcado por las huellas del antagonismo hacia Venezuela.
A medida que Brasil busca reafirmar su liderazgo, la exclusión de Venezuela de los Brics puede percibirse como un intento de evitar la fragmentación de su propio poder en favor de un país que, a pesar de sus problemas internos, continúa siendo un símbolo de resistencia ante la hegemonía estadounidense.
Este veto podría ser considerado parte de un esfuerzo más amplio de contención por parte de Estados Unidos, que ha impuesto severas sanciones económicas a la República Bolivariana. En este sentido, cabe preguntarse si existe un temor latente en Brasil de ser despojado de su rol de liderazgo regional frente a Venezuela, lo que podría complicar aún más su ambición de convertirse en una potencia emergente en el Sur Global.
La postura de Lula en desconocer los resultados electorales de Nicolás Maduro, que desafían su legitimidad, también suscita inquietudes sobre la soberanía venezolana. La declaración de Edmundo González Urrutia, exiliado y excandidato presidencial, quien incita abiertamente a Lula para ejercer presión sobre Maduro para que abandone el poder, plantea interrogantes sobre las posibles implicaciones de una injerencia externa en los asuntos internos de Venezuela. Esta dinámica podría derivar en una escalada de tensiones que amenace la independencia de nuestro país y que, bajo ciertas circunstancias, pudiera abrir la puerta a intervenciones militares desde Brasil. Que se atreva Lula, junto con Celso Amorín, para que se seque definitivamente.
Es hora de que los gobiernos de América Latina entiendan que la soberanía no es un juego de ajedrez. Si continuamos permitiendo que líderes como Lula interfieran en los asuntos internos de otras naciones, estamos abriendo la puerta a un ciclo interminable de conflicto e inestabilidad.
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William Gómez García Venezolano, periodista
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