El respeto y la aceptación de los pensamientos diversos es fundamental para la convivencia de cualquier sociedad y es muestra inequívoca del nivel de conciencia de sus integrantes. La diferencia entre tolerar y aceptar tiene una gran importancia en las relaciones humanas, porque el hecho de tolerar a alguien y no aceptarlo actúa como un filtro sobre lo que percibimos de esa persona y, por lo tanto, nubla nuestra percepción de la realidad.
La aceptación y el respeto mutuo en una sociedad diversa como la venezolana inicia por entender la existencia del otro como sujeto de derechos y deberes que puede tener diferencias y coincidencias en realidades y muchos otros aspectos. Entendiendo al otro como poseedor de ideas, creencias, reflexiones, sentimientos, totalmente distintos a los nuestros. El reconocimiento también está íntimamente ligado al asumir y acatar las normas de convivencia, así como las leyes e instituciones.
La sociedad venezolana ha estado sometida de manera sistemática, estructurada y permanente, desde hace varios años, a operaciones psicológicas de odio. Todas estas operaciones mediante mensajes con diversas herramientas de comunicación dirigidas a cambiar las actitudes, sentimientos, emociones, pensamientos y finalmente conductas. El odio es el deseo o la acción de menospreciar o discriminar a personas o grupos por razón de cualquier condición o circunstancia personal. El odio está sustentado en la intolerancia e irrespeto al otro.
Los acontecimientos de las últimas semanas donde, entre muchas cosas, observamos vandalismo en contra de edificaciones, de estatuas de José Gregorio Hernández y del indio Coromoto, el derribo de monumentos, daños a la propiedad y a las personas, es en esencia un ataque a la venezolanidad y a lo que somos las mujeres y hombres de este país. Estos ataques son el resultado de operaciones multiformes que tienen como objetivo la creación de una guerra civil.
Las vacunas -en forma general- son medidas para prevenir y protegerse frente a ciertos ataques o infecciones al organismo o para aminorar los efectos de estos y, a su vez, crean una reacción del sistema inmune. En esta situación de infección de odio social, los anticuerpos institucionales han dado resultados contra los ataques, atenuado que pudieron durar meses o años. El ejercicio de soberanía ciudadana realizado el 28 de julio de este año fue la vacuna contra el odio, pero también lo fue la justicia inmediata frente a los ataques a la paz del país.
Esta reproducción atenuada del virus de odio social también sirve para evidenciar los peligros que significaría si esta infección tomara el cuerpo social como un todo. El respeto y el amor es natural entre los seres humanos, nadie nace odiando a otra persona por ser o parecer distinto, el odio se aprende.
Hoy lamentablemente aún existen ciudadanos que están en una actitud o conducta de ver a sus vecinos, compañeros o familiares como enemigos. Por eso, se hace necesario avanzar en medidas educativas y legales para prevenirlo y desaprender el odio y la intolerancia en la sociedad.
Todos los seres humanos son iguales en dignidad y derechos, y deben comportarse fraternalmente como base de los Derechos Humanos. Uno de los elementos fundamentales para luchar contra el odio es la promoción de la espiritualidad y fraternidad que está inmersa en la venezolanidad, y que es superior a cualquier creencia o práctica religiosa. En este punto siempre es importante recordar las palabras sabias de uno de los mayores representantes y luchadores de los Derechos Humanos en el país, el padre Juan Vives Suriá: “Si quieres la paz, trabaja por la justicia”.
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Yonder Canchica Venezolano, abogado experto en Derecho Internacional
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