Marcha de gigantes

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Cuando nuestros pueblos decidieron escribir su historia lo hicieron al comprender que su situación de opresión y marginalidad podría cambiar si se emprendía una marcha de los miles y millones de parias explotados: “Volveré y seré millones” fue el legado de Tupaj Katari.

La revolución la hacen las masas: esta es posible si ellas dicen basta y emprenden su camino de liberación. Para llegar a esta comprensión fue necesario un proceso de aprendizaje sangriento, donde los gritos de rebeldía individuales, espontáneas, sectoriales acabaron trágicamente. Nuestra historia está plagada de estos intentos: las masacres indígenas del siglo XIX, la soledad minera, la rebelión estudiantil, los grupos guerrilleros, la lucha campesina del Valle Alto en el siglo XX y la lucha de los cocaleros, la guerra del agua y la del gas a principios de este siglo.

Este aprendizaje finalmente dio su fruto con el triunfo en las calles y en las urnas del Instrumento Político del pueblo boliviano, el Movimiento Al Socialismo (MAS), que sintetizó las experiencias pasadas, desterrando el sectarismo partidario, dando un rol de conducción política a las organizaciones sociales. Una dirigencia surgida de esas luchas, encabezada por Evo Morales, fue la que condujo la creación del Estado Plurinacional.

En el proceso de la consolidación del nuevo Estado hubo una renovación de la conducción con incidencia en la igualdad de género, promoción de la juventud, eficiencia técnica, elementos necesarios, pero que no hacen a la conducción política. Al contrario, la lucha social entró en un proceso de “meseta”, las masas se paralizaron esperando que desde el Estado se resolvieran sus problemas.

Esta corriente persiste en la actualidad, las organizaciones sociales no renuevan sus programas ni definen las políticas estratégicas. Se trata del simple apoyo sin propuestas de seguidismo a la burocracia estatal; la prórroga de mandato sindical corta el debate y la construcción de la unidad programática, evita el surgimiento de nuevos dirigentes compenetrados de las necesidades de las bases para articular sus intereses con las propuestas a nivel nacional.

El proceso boliviano está en peligro de fractura, el que se superará solo si el pueblo reposiciona su programa de cambio con tareas como la limitación de la propiedad de la tierra, la industrialización de los recursos naturales –no solo hidrocarburos–, la transformación de las empresas estatales, por una universidad al servicio del desarrollo del país, el servicio de salud único y universal. Tareas que nos enfrentarán contra la oligarquía y quienes no están comprometidos con el proceso y solo defienden espacios burocráticos. La verdadera unidad se da en la lucha. 

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José Pimentel Boliviano, exministro de Minería

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