¡Felices fiestas!

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Amo este mes, lo espero con ansias para disfrutar a plenitud entre familia, y amistades sobre todo cuando se está lejos del hogar materno-paterno, lejos de la infancia y su candidez. Es diciembre y hasta las calles lo saben lucir, con sus coloridos arreglos que ilusionan. Comienza el verano para el hemisferio sur, el solsticio, con el día más luminoso de todos. Se producen las espectaculares lluvias de meteoros que en algunos telescopios se pueden explorar y apreciar su increíble descarga cósmica, que lo hace aún más asombroso.

Celebraciones de todo tipo, interminables reuniones se convierten en amanecidas alrededor de la música. Es diciembre, se acaba un ciclo, un año un poco más calmo que los convulsionados inicios de la década del 20. Con sus guerras incesantes a las que ya nos acostumbramos, lamentablemente.

 Entre tanto día especial, sobresale el 28, Día de los Inocentes por la masacre infantil que ordenó Herodes, y lamentablemente, dos milenios después se siguen matando y persiguiendo a inocentes de todas las edades en diferentes escenarios como los bélicos, de abuso, de trata, etc. Inocentes que, en medio de las graves crisis climáticas, deben migrar de sus territorios condenados a la desertificación por culpa de un sistema de superexplotación de seres humanos y naturaleza de manera  indolente.

Es diciembre y la percepción urbana es de felicidad, una alegría que permite renovar los principios, que apuntala el alma y sirve de resistencia en medio de los dramáticos años  en los que se ha desarrollado este nuestro tiempo. Es diciembre y en las postrimerías de 2022 seguimos adorando a la Pachamama, al agua, la lluvia, al sol y a la luna, con una devoción instintiva, como si al nacer supiéramos que de esos elementos depende la existencia de toda forma de vida en el planeta, pero al crecer muchos lo olvidan. La renovación de la energía poderosa, esa que nutre a los pueblos en lucha con sus dioses y creencias eternas o pasajeras.

Aun en medio de la alegría del brindis en la cena de Nochebuena y la celebración de la Navidad, que sirve a todos de excusa para encontrarnos alrededor de los rituales y permite dar rienda suelta a la felicidad, hacemos las porfiadas reflexiones, invocando a la esperanza, concepto vivo  con el que persistimos, entendida como sentimiento noble.   Aun en medio de situaciones que no podemos manejar, nos desvelamos pensando en que habrá justicia social, justicia real para los inocentes, para las grandes mayorías postergadas, aunque el mundo esté “al revés”, como dijo Eduardo Galeano, este gran uruguayo que se quedó entre nosotros.

Mi pensamiento, la noche de Navidad y Año Nuevo siempre será para quienes sufren y luchan por la vida, para quienes sueñan con otro mundo posible y necesario. Es diciembre y el mundo católico celebra el nacimiento del niño Jesús, hijo de una familia palestina, migrante y pobre que  con su ejemplo quiso cambiar las condiciones de injusticia y crueldad reinante.

Les deseo unas fiestas de fin de año llenas  de paz y esperanza, de sueños y alegrías duraderas, esas que sirven de trinchera en los tiempos difíciles.

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Cris González Directora

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