Dory Rojas Huiza es una poeta nacida en Mérida, Venezuela, además de promotora del libro, la lectura y facilitadora de talleres literarios infantiles.
La quinta de 12 hermanos y mayor de las mujeres, enseñándole a leer a su madre encontró su vocación por la docencia y gusto por la literatura.
¿De dónde surge el amor por la literatura? ¿Qué fue lo primero que escribiste y a qué edad?
Mi madre ha sido el punto inspirador en todos los aspectos de mi vida. Ella, a pesar de desconocer los sonidos del abecedario, emanaba sabiduría. Con esta pregunta me traslado a mis 12 años, cuando a través del Sistema Acude ayudaba a mamá a realizar las tareas que le asignaban para cada próximo encuentro, aprendiendo el trazo de sus primeras letras con la escritura de su nombre: Mauricia. Para entonces supe mi vocación: ser maestra. Mamá definitivamente vivía en poesía. Silbaba cualquier ranchera mientras hacía sus quehaceres. Daba gusto escucharla cuando realizaba alguna siembra; le gustaban mucho las flores y abundaban en la casa. Su sonrisa armonizaba la humildad del hogar. Su conversa y fraternidad con loros y demás animales que habitaban la casa era un poema encarnado.
Había algo en particular en mamá que me gustaba bastante: las cartas, que tenía por costumbre dictarme, para que se las escribiera y luego enviárselas a tíos y otros familiares. Parecía incrédulo que palabras tan singulares brotaran de un corazón lejano de silabarios.
En cuanto a lo primero que escribí, recuerdo que estudiaba sexto grado, cuando mi hermano mayor me encontró una carta doblada en forma de corazón que pensaba entregarle a un compañero de clase, pero no llegó a su destino. Mi hermano, en cuanto pudo, se la leyó a mi mamá y se la entregó. Mi vieja, sorprendida por el amplio repertorio de palabras, me llevó a caminar y me habló del amor y sus estrellas como nadie hasta ahora lo ha hecho.
¿Quiénes son tus referentes en la literatura?
El primer libro que leí, aparte de Coquito, fue Platero y yo. Llegó a mí y se quedó para siempre. La maestra de segundo grado, ordenando estantes, iba tirando en un rincón lo que después iría al basurero. Parada en la puerta del salón, la miraba tímida y, como quien no quería, me iba acercando hasta los libros, revistas, folletos que iban amontonándose. Los fui agarrando uno tras otro, devolviéndolos al inevitable destino, hasta que la mirada se clavó en un niño y un burro. Me senté en el piso y agarré el libro, fui pasando una a una las hojas, aún no sabía leer bien. Miré de reojo a la maestra, como pidiéndoselo, y sonriendo me dijo que podía agarrar y llevarme los que quisiera; me levanté rápidamente y estreché aquel libro en mi pecho. Cuando llegué a casa sentía que había llevado conmigo el más valioso de los juguetes.
Celebro la existencia de Galeano, Carlos Angulo, Machado, Cervantes, Arnulfo Quintero, Gonzalo Fragui, Benedetti, Ramón Palomares, Luz Marina Almarza, Jairo Aníbal Niño, Orlando Araujo, Jesús Enrique Barrios, entre tantos.
¿Para qué sirve la poesía y para quién se escriben los poemas?
Me permito responder con el título del libro de Víctor Rodríguez Núñez: La poesía sirve para todo. Cuando se escribe poesía se sueltan al viento los cantos del corazón, dejando en libertad a las mariposas que oprimen el pecho en procura de otro jardín.
Se escribe poesía en nombre de los que mueren, descubriendo que las fronteras son inventos de los hombres sin sueños. La poesía procura el despertar de la humanidad para no morir en silencio.
¿Qué mensaje enviarías a las nuevas generaciones de escritoras y escritores, así como a artistas de otras áreas?
El fin último de vivir es encontrar felicidad en ese todo y nada que somos. Estamos llamados, desde el lenguaje del arte, a transmutar el mundo en más humano y volver la mirada al corazón de la madre tierra. Es hora de que volvamos a las palabras mágicas: “gracias”, “por favor”.
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Tony González Corresponsal de Correo del Alba en Venezuela