Mi visión de Honduras

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A mi hermanito Amable de Jesús Hernández, dedico

Por fin me siento a escribirles sobre Honduras. Hace diez días que regresé de ese pequeño gran país centroamericano, más he tenido que hacer un paréntesis en mi camino antes de mi regreso a casa, para atender a un quebranto pasajero de salud que tuve. Pero ya estoy bien, nada que no pudiera solventar. Honduras es una honda huella que se me queda en mi corazón. Fue impresionante ver a inmensos paisajes venezolanos allí en su geografía y a hermosísimas mujeres, como las venezolanas, también, hacia cualquier dirección adonde fijara mi mirada. Venezuela es una parte de Honduras, y Honduras es una parte de Venezuela. Somos pueblos hermanos y pertenecemos a la misma Patria Grande latinoamericana.

No olvidemos que Honduras es el epicentro de la unión y de la libertad de Centroamérica. Ahí nació el general Francisco Morazán, un astro sideral que brilla, junto a Bolívar, entre los grandes libertadores de Nuestra América, en nuestra etapa independentista de comienzos del siglo XIX. A lo lejos, todavía, por los confines de Honduras, se sienten los rumores de tropas y los ruidos de las caballadas de los contingentes catrachos al mando del general Florencio Xatruch, prestos a expulsar a los filibusteros yanquis de Nicaragua, y a limpiar a aquel suelo sagrado de invasores. Aún la “Oración del Hondureño” en la boca de su más grande poeta, el sandinista Froylán Turcios, clama y reclama a las generaciones del presente y del futuro por la construcción de un desarrollo propio que sustente la soberanía del país: su Oración noventa años después es una tarea pendiente.

Hoy Honduras es uno de los países más pobres del continente. Pero pobre por el esquema de saqueo capitalista que ha operado en toda la región, del que no escaparon siquiera gigantes como Argentina, Brasil o México. El potencial de Honduras es inmenso. Sus campos tienen la capacidad de alimentar completa a su población. Con una estrategia de desarrollo acertada desde esos mismos campos fértiles se puede lograr el encadenamiento industrial que dé trabajo en sus ciudades, bajo el rico torrente de productos y subproductos surgidos de éstos, como lo describe el poeta Turcios en su hermoso escrito. Sólo así se frenarían a las caravanas de migrantes que huyen hacia la desgracia buscando un mejor porvenir. Repito, la historia de Honduras no es distinta a la historia nuestra. Es el mismo esquema de dominación, opresión y saqueo.

Una vez Mel Zelaya me dijo, “todos los presidentes de Honduras han sido puestos en el poder por la Embajada de los Estados Unidos, yo incluido: me pusieron y me quitaron”. Para ello, los yanquis mantienen una importante presencia militar en la base de Palmerola. Esa fórmula parecía fatal, inevitable e inamovible. Esa fórmula la hizo trizas Xiomara Castro de Zelaya el pasado 28 de noviembre al llegar al poder sin deberle nada a nadie, sin más compromiso que con el pueblo que la eligió. Por eso, las expectativas que se abren con ella son muy grandes, es un pueblo al que han jodido por siglos y al que le han arrebatado todo. Por eso, llegar al poder sin la influencia y sin el dictamen de los yanquis es muy importante. Y sobre Xiomara se tejen las esperanzas multicolores de su pueblo. Es una gran mujer. Y no albergo ninguna duda en que luchará hasta el final, más allá de cualquier derrota transitoria o nimio desaliento. Triunfará, y desde América Latina es un deber moral y político acompañarla.

Ese sistema de injustas desigualdades que ahoga a Honduras fue el que llevó a José Manuel Zelaya Rosales a proponer en junio de 2009 la consulta al pueblo hondureño sobre la necesidad de realizar una Asamblea Nacional Constituyente para la refundación del país, y por la cual fue desalojado abruptamente del poder por las élites conservadoras que medran sus lucros y sus privilegios en ese estado imperante. La convocatoria de esa Constituyente sigue más vigente que nunca doce años después.

El Estado hondureño requiere de una adecuación urgente a los nuevos tiempos, debe ser hecho de nuevo. Sus múltiples sistemas ameritan de una renovación a fondo, en especial a los atinentes a los temas de salud, educación, justicia, seguridad social, producción, acceso a los derechos formales, electoral, entre otros. En lo político, los gobiernos departamentales tienen que ser empoderados con presupuestos propios y electos libremente; este rezago, es un techo para el florecimiento de los liderazgos locales, que no continúan carrera política e hibernan por largos períodos en una misma posición. Todos estos temas se resuelven con una Asamblea Nacional Constituyente. He allí su vigencia.

La crisis de los dos Congresos…

Para la Presidenta Castro no ha sido nada fácil. Antes de su asunción del 27 de enero, ha tenido que librar una batalla interna dentro de su propio partido, por una crisis parlamentaria que bien pudo haber escalado, con consecuencias nefastas, cuyo origen yo lo ubico en una falla de comunicación e interlocución política. El Partido Libertad y Refundación (LIBRE), el partido de la hoy Presidenta, en una Asamblea le otorgó poderes a su entonces candidata para que realizara las alianzas políticas con otras fuerzas en el logro del poder. Logró pactar con dos pequeñas organizaciones socialdemócratas y de centroderecha, el Partido Salvador de Honduras (PSH) y Honduras Humana (HH). Con estas dos pequeñas organizaciones, LIBRE alcanza la Presidencia del país el pasado 28 de noviembre. Los acuerdos fueron sellados, firmados y refrendados. Sólo bastaba contar con el resultado de la votación para determinar en qué grado eran cumplibles. En especial, el de la Presidencia del Congreso Nacional, que en dichos acuerdos la candidata cedió al Partido Salvador de Honduras (PSH).

Transcurrido un mes de la elección del 28 de noviembre, es decir, el 28 de diciembre, la nueva correlación de fuerzas del nuevo Congreso Nacional hondureño quedó definida: LIBRE obtuvo 50 diputados; el Partido Nacional, 44 diputados; el Partido Liberal, 22 diputados; el Partido Salvador de Honduras, 10 diputados; el Partido Anti-Corrupción, 1 diputado y el Partido Social-Cristiano de Honduras, 1 diputado: total 128 parlamentarios. El nuevo Congreso Nacional hondureño es mayoritariamente adverso a la Presidenta. Mientras, LIBRE y el PSH obtienen 60 curules, las fuerzas reaccionarias del pasado obtienen 68 curules. Y la Presidencia del Congreso, según su normativa interna, se elige con 65 parlamentarios.

Visto matemáticamente, el acuerdo de la Presidenta Xiomara de cederle la Presidencia del Congreso Nacional al Partido Salvador de Honduras, es incumplible: le faltan 5 diputados. Sin embargo, políticamente, mediante acuerdos parlamentarios, en lo fundamental, al seno del Partido Liberal, en cuyo interior hay cuadros progresistas que coinciden con la política de LIBRE, bien pudo haberse conseguido esos cinco votos para instalar a la nueva Junta Directiva.

Comienzan las tensiones y distensiones.

En una jugada propia de viejos lobos de mar, el Partido Nacional anuncia “que LIBRE debe presidir el Congreso”, y que sus votos están a su disposición. A este ofrecimiento “desinteresado”, Mel Zelaya se opone rotundamente. El Comandante Vaquero sabe por dónde vienen. Pero no activó más en el tema el expresidente y dejó que la inercia se desarrollara en el núcleo duro de su partido, y allí se evidencia un primer gran error de interlocución política que genera la crisis de los dos Congresos, que, a mi modo de ver, la responsabilidad de ésta es enteramente suya. La reunión del pasado lunes 7 de febrero, que resuelve la crisis de los dos Congresos, debió haberse realizado el 29 de diciembre del año pasado (al día siguiente de haberse conocido la nueva configuración del Congreso Nacional), para no darle espacio a la especulación, campo a la inercia y evitarle a la Presidenta Xiomara Castro los sinsabores por los que pasó antes de su toma de posesión.

Hay una información que fuera de Honduras poca gente sabe. El diputado Jorge Cálix y los y las jóvenes diputados y diputadas del Partido Libertad y Refundación que lideraron esa rebelión parlamentaria, representan al melismo de hueso colorado, son en su inmensa mayoría una muchachada que responde a Mel, que fue formada por él. Por eso, esa crisis la resuelve él. Las bases y la dirigencia de LIBRE en los departamentos de Honduras, a lo largo de tres semanas, viendo al joven Cálix públicamente trabajarse sus votos para presidir el Congreso, pensaron como es lógico pensarlo, que su iniciativa contaba con el aval de Mel. Dejar que esa inercia corriera, estando a la vista pública, fue un error de Mel. ¿Cuál fue el error de Cálix? Persistir en su plan y aceptar a los votos cachurecos que Mel rechazó. ¿Cuál fue el error del resto de los rebeldes? No asistir a la convocatoria de la Presidenta Xiomara doce horas antes de instalarse el nuevo Congreso, el 20 de enero. La crisis se resolvió, por fortuna.

¿Cuál fue el error general de todos? Haber propiciado esa crisis ante la comunidad internacional, a pocas horas de tomar el poder y, peor aún, ante el golpismo hondureño que rápidamente se activó relamiéndose en sus babas, y reciclándose como las mansas palomas democráticas que nunca serán. “Vean a los salvajes pelearse”, parecían decir.

La Presidenta Xiomara hizo bien en mostrar fuerza, determinación y firmeza. Estaba emplazada a actuar drásticamente y en consecuencia actuó. No podía permitirse ningún quiebre y tensó la cuerda a todo lo que dio. Su figura afortunadamente no fue tocada en esta crisis.

Lo que todavía no me queda claro, es el personaje por quien se llegó a esta crisis, por quien se rompieron tantas lanzas, que produjeron tantas lastimaduras: Luis Redondo, un derechista colocado por mera coyuntura en el mero centro de un importante destino. El susodicho posee un historial de ataques al Partido LIBRE. Y fue una voz a favor del golpe contra Manuel Zelaya en aquel inolvidable 2009. A Cálix le asiste la razón política, es correcto su argumento de que su iniciativa fue para proteger los intereses del Partido. Pero antes estaba también la palabra de la Presidenta y eso debió tomarlo en cuenta. A Redondo, por aquellas circunstancias en las que no se le piden a nadie mayores lealtades, le asiste la razón práctica. Un mínimo de ética interior, y al no poderse cumplir en lo matemático el acuerdo, debió haberlo pulsado a que él mismo pidiera retirar su nombre de esa contienda. Pero todos sabemos cómo actúa la derecha. Todos sabemos cómo son de oportunistas.

En fin, como última paradoja, en eso de ofrecer Presidencias del Congreso, es decir, de ofrecerse cuchillo para su propia garganta, es algo que al parecer ya se ha vuelto habitual en la familia Zelaya Castro. Les comparto una anécdota que me contaron durante mi visita. José Manuel Zelaya Rosales, flamante candidato presidencial del Partido Liberal, en 2005, quería mantener unidas a todas las tendencias liberales de cara al desafío de su elección, y persistía en realizar acuerdos de última hora. Su equipo político le aconsejaba que no, que ya todas las cartas estaban echadas. Pero insistió en un último acuerdo y lo hizo: con la tendencia de Roberto Michelletti Bain. Ningún miembro de su equipo político quiso acompañarlo en su conversación con aquel ─hoy tétrico─ personaje. Cuentan que Patricia Rodas, la canciller gigante de la dignidad hondureña, al ver regresar a Mel le preguntó, “¿qué acordaste?”. “Le ofrecí la Presidencia del Congreso”, le respondió. Aquella mujer se llevó las manos a la cabeza, diciéndole, “¡hombre, acabas de labrar la estaca donde te van a ensartar!”. Carlos Marx dijo que la historia sucede como tragedia y luego como comedia. Esperemos que Luis Redondo no repita esa historia felona que ya conoce muy bien el pueblo de Honduras. De todos modos, seguiremos muy de cerca los acontecimientos.

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Juan Ramón Guzmán Analista político venezolano

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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