Migrantes, desplazados y refugiados: Origen y efectos de la movilidad humana

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Por Luisa López

Hablar de migración es difícil, el concepto en sí es un rizoma, tiene muchas aristas causales, en su mayoría obviadas por una prensa que en los últimos años se ha encargado de difundir el tema como noticia de alto impacto. Sin embargo, las complejidades que la motivan son enfrentadas por seres humanos que por múltiples razones se deciden a dejar su hogar con la esperanza de “algo mejor” que no siempre, a no ser por salvar la vida, se encuentra.

Se habla de migrantes como si se tratara de un fenómeno reciente, donde un conjunto homogéneo de personas van en busca de mejores condiciones de vida a un país “más desarrollado” que el de procedencia, “una masa ingente de pobres” que vienen a usufructuar de la bonanza del primer mundo o de una economía capitalista exitosa, perspectiva desde el Estado-Gobierno receptor difundida, generalmente, a través de medios informativos de circulación nacional y global. Tal es la situación que se percibe en países de la Unión Europea (UE) con respecto a los migrantes africanos, y más clara aún en la postura de Estados Unidos, principalmente para con mexicanos y centroamericanos, sobre todo en la administración de Donald Trump.

En la actualidad, sólo el 3% de la población mundial es calificada de migrante, es decir, unos 180 millones de personas. Además existen alrededor de 40 millones de desplazados en sus propios países, 25.4 millones de refugiados, según el dictamen de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Al desglosar los números hallamos 5.4 millones de refugiados palestinos bajo el mandato de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (Unrwa), 3.1 millones de solicitantes de asilo como consecuencia de la persecución, los conflictos o la violencia generalizada, otros 68.5 millones de desplazados por la fuerza en el mundo.

Organismos internacionales estiman que sólo en 2017 hubo 16.2 millones de nuevos desplazados. Esta cifra incluía a 11.8 millones de desplazados dentro de las fronteras de su propio país y a 4.4 millones de nuevos refugiados y nuevos solicitantes de asilo. Asimismo, las regiones en desarrollo acogían al 85% de los refugiados del mundo, es decir, unos 16.9 millones de personas. Mientras tanto que los países menos desarrollados daban asilo a una proporción creciente: un tercio del total mundial (6.7 millones de refugiados).

Un poco de historia

La migración no es un fenómeno reciente, la humanidad se ha desplazado de un territorio a otro por diversas causas: desde los cambios climáticos que permitieron, por ejemplo, el paso por el Estrecho de Bering al continente americano hace aproximadamente 20 mil años, pasando por la conquista y colonización de América y África, en donde se inicia, además, otra forma de desplazamiento de tipo forzoso, con la trata de personas.

“En la actualidad, sólo el 3% de la población mundial es calificada de migrante, es decir, unos 180 millones de personas”

Entre los siglos XVI y XVIII la movilidad se daba de modo similar a la actual. Señala Felicita Tramontana, investigadora en Marie Skłodowska-Curie de la Universidad de Warwick (Reino Unido): “desde la década de 1830 los campesinos empobrecidos de España, Malta, Italia y Francia migraron en masa hacia África del Norte. La migración italiana alcanzó su nivel más alto en las primeras décadas del siglo XX, cuando registró un promedio de 12.770 emigrantes al año. Muchas de las personas que cruzaban el Mediterráneo a principios de la Edad Moderna lo hacían contra su voluntad, para huir de la guerra o de la persecución política o religiosa. El caso más manifiesto de lo que hoy llamaríamos refugiados por motivos religiosos fue la expulsión de miles de judíos y musulmanes de España en 1492, año de la llegada a América de los colonizadores”. Además, en las redes de piratas y corsarios caían buques y embarcaciones de diversas dimensiones, lo que dio lugar a que fueran esclavizados muchos ingleses y holandeses.

Continúa Tramontana: “Por más de un siglo se extendieron los grandes desplazamientos europeos. Entre 1820 y 1930, cerca de 60 millones de personas emigraron del continente. Entre los años 1870 y 1913 el ritmo fue en aumento. Se cuentan como los casos de emigraciones más relevantes los de Noruega, país con muy poca población del cual salieron dos tercios de sus habitantes; Irlanda, la mitad de la nación emigró hacia EE.UU.; y Reino Unido, de donde partieron, como dato moderado, más de 10 millones de personas”. Las remesas enviadas desde los países receptores apuntalaron la deprimida economía familiar y además mantuvieron el flujo migratorio.

El impacto de la Revolución Industrial estimuló el desarrollo del modo de producción capitalista, provocando un excedente de fuerza de trabajo, con ello desatando la migración del campo a la ciudad de campesinos despojados de sus tierras, quienes conformaron ejércitos de desempleados que vieron como única alternativa al hambre el hecho de emigrar, la mayoría a EE.UU., pero también a América Latina, Argentina, Brasil, Venezuela, entre otros destinos.

Según Tramontana, “con estos desplazamientos el capitalismo, ya para esa época imperialismo europeo, salió fortalecido, pues pudo soslayar en alguna medida los grandes conflictos que generan la desigualdad e injusticia social endémicas al sistema, aunque no se libró totalmente de ellos. Como consecuencia, alrededor de los años 30 del siglo XIX comienzan las primeras organizaciones obreras, en respuesta a la gran explotación capitalista que utilizaba fuerza de trabajo hasta de niños en condiciones paupérrimas. En los años 40 se redacta Manifiesto Comunista por Carlos Marx y Federico Engels”.

El capitalismo europeo se expandió y se sostuvo con la expulsión de 60 millones de personas hacia otros continentes, la fuerza de trabajo sobrante y emigrada sirvió para el desarrollo de las colonias y del capital en las nuevas naciones ricas en recursos naturales, tales como EE.UU., Argentina, Brasil, Canadá y Venezuela. También Chile colonizó el sur con cerca de 30 mil alemanes pobres que fueron asentados en territorios mapuches y de otros pueblos originarios.

Las migraciones europeas en el período de entre guerras mundiales dieron paso a grandes desplazamientos dentro del mismo continente como a otras latitudes. Después de la II Guerra Mundial, más de 14 millones de personas se vieron obligadas a desplazarse por la modificación de las fronteras, más de 500.000 fueron forzadas a salir del continente; un número similar de españoles partieron al exilio después de la Guerra Civil (1936 a 1939) con la instauración de la dictadura. En el caso de Venezuela, sólo en los años 50 del siglo XX, recibió un millón de migrantes europeos, sin contar recepciones en décadas anteriores. Chile fue otro destino receptor para republicanos expulsados de España. La lista es larga.

Desconociendo su fecunda historia en materia migratoria, desde 2009, según plantea la investigadora Gloria Teresita Almaguer G. del Centro de Estudios Europeos de Cuba (CEE), “la Unión Europea construye una fortaleza que sólo abrirá sus puertas de manera oportunista y pragmática a quienes le sean puramente necesarios; para el resto que llega a ella con la esperanza de encontrar un cierto paliativo a la enorme tragedia que significa no poseer presente ni futuro decoroso -mayoritariamente porque le ha sido arrebatado-, permanecerán cerradas y enérgicamente apuntaladas”.

Migración africana

La migración africana, a diferencia de lo que se muestra en los medios de comunicación, es sobre todo interna; como da a conocer Mbuyi Kabunda, del Grupo de Estudios Africanos (GEA) de la Universidad Autónoma de Madrid: “Europa sólo recibe el 12% de los flujos migratorios, mientras que en África se mueve casi 82% de los flujos. Contra lo que dice Francia de que no puede acoger todas las miserias del mundo, yo digo que nosotros, los africanos, nos encargamos de nuestra propia miseria». Seguidamente destaca que su continente acoge a 40 millones de migrantes frente a los cuatro millones que recibe Europa. El ejemplo más claro de esto es Sudáfrica, donde el 30% de la población es migrante. Además, las personas africanas que dejan el continente no son las pobres, ya que por lo general tienen estudios superiores, lo que implica una fuga de cerebros importante para la región. Por otra parte, aportan remesas y divisas a su país de origen, lo que dinamiza o sostiene las economías familiares.

“La población desplazada forzosamente en el mundo aumentó en 2017 en más de 2.9 millones de personas”

Migración ambiental

Hoy las migraciones no se producen sólo por causas económicas o políticas. El modelo de desarrollo neoliberal ha provocado un desastre ecológico, especialmente en África. Expertos advierten sobre la destrucción de la cuenca del río Congo, que es la segunda mayor franja de biodiversidad del mundo después de la cuenca del río Amazonas. Pierre Kandem, de la francesa Universidad de Poitiers, recuerda que el Lago Chad ha perdido el 80% de su capacidad y de no poner freno a la situación, en 2050 ya habrá perdido hasta el 90%. El archipiélago de Kiribati, compuesto por 33 atolones y una isla volcánica, después de la independencia en 1979 del Reino Unido, no ha dejado de luchar por su supervivencia. Se prevé que será la primera nación arrasada por el mar. Sus 105.000 habitantes se sumarán a los 1.000 millones de desplazados climáticos que se calcula habrá para 2050.

Desplazamientos por guerras, conflictos o violencia generalizada

La población desplazada forzosamente en el mundo aumentó en 2017 en más de 2.9 millones de personas. Al finalizar el año, 68.5 millones de personas se encontraban desplazadas forzosamente debido a la persecución, los conflictos o la violencia generalizada. Como consecuencia, la población desplazada forzosamente siguió una vez más en máximos históricos.

La cifra de nuevos desplazamientos equivalía a que, en 2017, 44.400 personas se vieron obligadas a huir de sus hogares cada día. Al término del mismo año, esperaban una decisión sobre su solicitud de asilo alrededor de 3.1 millones de personas, aproximadamente la mitad en regiones en desarrollo.

La intolerancia frente a la población migrante individual o en grupo se hace evidente en Europa y EE.UU., pero este fenómeno xenófobo se ha instalado también en América Latina, región conformada en gran parte por población venida de distintos continentes en circunstancias históricas y económicas disímiles.

Lo más probable es que la mayoría de las y los lectores de este artículo provengan de un antepasado que no nació en estas tierras. Ni qué decir la población de Estados Unidos, conformada por colonos ingleses –que prácticamente exterminaron a la población nativa– e ingentes masas de campesinos europeos paupérrimos, cuando Europa sufría hambruna y pobreza, además de la población africana esclava.

Para la reflexión, el debate y para formarse una opinión acerca de esta problemática, es necesario tener conocimiento de la realidad que viven los migrantes en el mundo y en nuestra región, además de las políticas y circunstancias a las que deben adaptarse. Reflexionar e intercambiar ideas en torno a este tema es imperioso para frenar la sombra del racismo y la xenofobia que arrastra.

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