El mundo escuchó y vio el discurso del presidente chino, Xi Jinping, con motivo de los cien años de la fundación del Partido Comunista de China. Luego de los resultados mostrados puede afirmarse que China desde su fundación en 1949, bajo el liderazgo de Mao Zedong, se propuso construir una nueva sociedad. Ello implicó muchas cosas, entre ellas, el desafío a las leyes del capital, del mercado, de la oferta y la demanda, los niveles de explotación del ser humano y la generación de una plusvalía aprovechada por los dueños de los medios de producción. Alimentar a más de 1.400 millones de habitantes ha sido una meta superada y, así, el gigante chino es hoy la primera economía del planeta, con un crecimiento sostenido interanual del 9%. Sin estridencias, sin atropellos ni injerencias en los asuntos internos de otros Estados, China muestra al mundo una pluralidad de éxitos, sin duda, envidiables. Se han propuesto lograr una sociedad modestamente acomodada sobre la base de un sistema socialista, construido según las particularidades y realidades muy propias de un pueblo de gente amable, respetuosa, disciplinada y estudiosa que, vistos en su conjunto, parecen mostrar un solo rostro. Para quienes critican su sistema, los dirigentes chinos suelen afirmar que ellos transitan la primera etapa del socialismo, donde imperan los principios del capitalismo y que sin entregar las banderas de sus principios marxistas-leninistas-maoístas, han sabido aprovechar.
Recientemente, los chinos lograron posar una nave de observación en el lado oscuro de la Luna, están demostrando que son capaces de tomar el cielo por asalto.
La convocatoria del presidente Xi, tuvo un solo y gran objetivo principal: celebrar el centenario de la fundación del PCCh, repasar su brillante trayectoria de lucha de cien años y extender la vista a la luminosa perspectiva de la gran revitalización de la nación china junto con todo el Partido y el pueblo de todas las etnias del país. Abarcante invitación del gran líder que en su largo discurso rindió cuenta a su pueblo recordando los orígenes, las penurias, los tropiezos, hasta llegar a este presente luminoso que torna obligado el estudio de lo que está ocurriendo en China, una Nación, que, al decir de su Presidente, no será ofendida, intervenida ni humillada por nadie. Afirmó el presidente chino: “hemos cumplido el objetivo de lucha fijado para el primer centenario, culminando la construcción integral de una sociedad modestamente acomodada en el extenso territorio chino, con la cuestión de la pobreza absoluta ya históricamente resuelta, y que estamos avanzando con desbordante vigor hacia el objetivo de lucha fijado para el segundo: culminar la construcción integral de un poderoso país socialista moderno. ¡Esta es una gran gloria de la nación china, del pueblo chino y del PCCh!”. Los chinos son como esos atletas de carreras largas que lo planifican todo para llegar frescos a la meta. Cumplido el primer gran objetivo, ahora transitan el camino de hacer de China, un poderoso país, como si ya no lo fuese, que sea modelo de lo que Marx llamó el estado ideal de la sociedad donde todos podamos vivir bien y donde impere la justicia social.
No llega China de manera fácil a estas metas felices del presente. Como lo afirma Xi Jinping, para materializar la gran revitalización de la nación china, el PCCh unió y condujo al pueblo en sangrientas luchas sin rendirse ni ante cien reveses, conquistando grandiosos éxitos en la revolución de nueva democracia. Al comienzo, los revolucionarios, fundadores del Partido Comunista, eran apenas un puñado de valientes que no superaban los cincuenta. Tanto así, que su primer congreso lo realizaron en una barca. Perseguidos, torturados, muchos de ellos asesinados, fueron persistentes en sus propósitos. Nunca dejaron de tener fe en la verdad revolucionaria de sus ideas. Más de una vez se vieron completamente solos, asediados en lo interno y externo de su patria y, aun así, no se doblegaron.
La hoz y el martillo nunca dejaron de blandir con orgullo. Para materializar la gran revitalización de la nación china, el PCCh unió y condujo al pueblo chino en la emancipación de la mente y el avance con espíritu pujante, conquistando grandiosos éxitos en la reforma, la apertura y la modernización socialista. Construir una nueva patria, pasaba por hacer de la mujer y hombre de China, un nuevo ser pensante en lo grande. Salir de la visión feudal y colonial, imperante en casi todo aquel vastísimo territorio, implicaba abandonar los viejos e inservibles conceptos. Desde un comienzo supieron que el socialismo como sistema de cambios y de transformación era una cosa seria, que edificar la soberanía e independencia económica de la nueva China en que pensaban, sería una tarea titánica. Era pasar de los enfoques dialécticos a algo más profundo. Reconocieron que ellos no eran únicos en el mundo, que el otro era menester de reconocimiento y así, los enfoques dejaron de ser meramente dialécticos y pasaron a ser analépticos. Comprendieron que existía un mundo por conocer y para ello era necesario pensar desde lo trialéctico. Que la moral revolucionaria era una cosa distinta a la moral burguesa. Que la lucha contra los imperialismos no tenía fronteras y practicar la interconexión solidaria con otros pueblos era vital para la existencia y concreción de sus aspiraciones.
Para concretar la gran revitalización de la nación, afirma el presidente chino, el PCCh ha unido y conducido al pueblo a mantener la autoconfianza y autosuperación a preservar los principios, hacer la innovación y dominar integralmente la gran lucha, la gran obra, la gran causa y el gran sueño, conquistando grandes éxitos del socialismo con peculiaridades chinas de la nueva era. Estas ideas me recuerdan al gran dirigente revolucionario venezolano, Carmelo Laborit, quien siempre nos invitaba a pensar con cabeza propia, a equivocarnos haciendo, a acertar convencidos de la justeza de nuestras iniciativas revolucionarias. Los chinos tal vez no conozcan en profundidad el pensamiento pedagógico revolucionario de Simón Rodríguez, pero sin lugar a duda que han logrado lo que tienen, pecando y errando. ¡En ese ir y venir, los chinos declaran con solemnidad al mundo que la nación china acoge el advenimiento de un gran salto —de la puesta en pie a una modesta prosperidad y a una naciente fortaleza— y que la materialización de la gran revitalización de la nación china ha entrado en un proceso histórico irreversible! Volver la mirada hacia el Este asiático, implica estudiar a China con detenimiento. Aprender de su experiencia, fijar a conciencia los conceptos y emprender caminos nuevos.
Los países latinoamericanos han de tener en China, una fuente de enseñanza. Repensarnos desde nosotros mismos sería un buen comienzo como lo afirma el boliviano, Juan José Bautista Segales; liberarnos desde nuestras mentes y salir definitivamente de la colonia como sostiene el venezolano, Vladimir Acosta. En este mundo nuestro, cada vez más endiabladamente mundializado, donde las respuestas no se limitan a seguir el viejo patrón de derecha-izquierda de la práctica política, China se erige como el gran laboratorio político-social que dé respuestas a los terribles problemas que nos aquejan. Es que China, desde su visión solidaria, está en condiciones de un acompañamiento sin presiones, sin sanciones, ni injerencias, que sería un gran alivio a nuestras cansadas economías, a nuestras burocráticas instituciones destruidas por la polilla de la corrupción, de la dejadez y de la indolencia demagógica de una dirigencia pensante en sus intereses particulares y aislada de lo que piensan los pueblos.
Cien años han transcurrido desde aquel primero de julio de 1921 y hoy, los chinos, afirma su Presidente, amoldaron un gran espíritu fundacional partidario de atención a la verdad, de defensa de los ideales, de cumplimiento de las aspiraciones fundacionales, de asunción de la misión, de no temer el sacrificio, de lucha heroica, de lealtad al Partido y de no defraudar al pueblo, he aquí la fuente espiritual del PCCh. De allí que, Xi Jinping llame a su pueblo a tener bien presentes las aspiraciones fundamentales y la misión, a afianzar los ideales y las convicciones, a llevar a la práctica el propósito del Partido, a mantener en todo momento los vínculos de uña y carne con las masas populares y a pensar siempre en lo que piensan ellas y trabajar junto a ellas, afrontando la tempestad en un mismo barco y compartiendo penas y alegrías, en continua e incansable procura de dar concreción a la aspiración del pueblo a una vida mejor, y en esfuerzo por ganar mayor gloria para el Partido y el pueblo. Uña y carne ha de ser la vinculación de nuestras naciones si queremos tener la Patria Grande que soñó Bolívar.
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Félix Roque Rivero Abogado
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