Negro Primero: ¡Una deuda social!

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Acudimos nuevamente a la historia, en el ánimo reflexivo y el deber y obligación de conciencia: cuestionarla y preguntarle por qué permite que la salten en sus hechos y acontecimientos, construyéndole caminos donde narrativas y epopeyas versan tan alejadas de su realidad o verdad, contando “a  modus particularis”, versiones que invisibilizan parte del panel heroico.

El hecho al que haré referencia es al compañero Pedro Camejo, mejor conocido como «Negro Primero», quien representaba a un sector que estaba y vivía en las terribles condiciones inhumanas de la sociedad colonial esclavista e imperialista de su época.

La esclavitud y la explotación de seres humanos, hombres, mujeres y niños libres –y con derechos– de origen africano, era el gran negocio y una forma de generar riquezas y fortunas a los blancos peninsulares, como a los blancos criollos y sus derivados. Pero en los relatos e historias de las gestas independentistas ese tema jamás se toca, no se comenta, ni mucho menos condenan esa práctica; pues si bien, podría tomarse como costumbre natural de la época, hasta incluso haciéndonos creer que ser esclavizado era una especie de virtud u honor, que además muchos esclavizados asumían, en función de los por qué de sus amos, como es el caso de Hipólita y Matea.

Es de suponer que, en sencilla razón, no encuentran justificación científica, filosófica, divina, histórica y humana, entre otras, que demuestren fehacientemente que dicha práctica era legítima. Aún cuando en lo religioso muchas interpretaciones del acervo católico apostólico y romano juega con la idea de la servidumbre del esclavizado como hecho natural. Sin nombrar, además, a los viejos y nuevos imperios responsables, a quienes no les asiste la moral para continuar con esta falsa y genocida narrativa colonial. No es de olvidar que entre los intereses económicos también la Iglesia obtenía una gran tajada. En consecuencia, en el territorio venezolano de la época colonial se permitió tal aberración vergonzosa.

Así pues que el Negro Primero, en esa historia mal contada, nos lo presentan reconociéndole valentía en sus proezas, un espíritu de lucha y combate, sin embargo, no queda muy clara la cara de su heroísmo: en su historial no sabemos quién fue su madre, su padre y sus familiares; de dónde venían, a cuál segmento cultural y civilizatorio de África pertenecía su descendencia directa o indirecta. Si era Congo, Carabali, Mina, Angola, Luango, Ashanti, Fanti o Yoruba, entre otros grupos que fueron secuestrados y traídos en contra de sus voluntades para ser vendidos en los criminales mercados de seres humanos, por los blancos racistas y esclavistas coloniales; quienes después de esclavizarlos los explotaban en las unidades productivas llamadas haciendas, plantaciones, o en hatos y fundos ganaderos.

En la única parte del proceso –para responder a quienes alegan que quienes hablamos de discriminación somos solo los afrodescendientes y que tal cosa no ocurrió– donde no hubo discriminación, fue realmente a la hora de separar familias; es decir, al padre se lo vendieron a un comprador esclavista y explotador, a la madre a otro, e igualmente, en la misma lid, a esos hijos e hijas. A la hora del negocio, la discriminación que hubiese preservado la lengua de los diferentes segmentos civilizatorios no calaba en los intereses de los blancos esclavistas.   

La esclavitud existió en territorio venezolano, realidad histórica innegable. ¿Quién les dio ese derecho de esclavizar tanto a las y los africanos  y sus descendientes, y encomendar y esclavizar a los pueblos originarios? Pero desde ese punto, que no exista una “consulta condena”, o que exista un perdón a hechos inmoralmente injustificables y moralmente condenables y repudiables por toda la sociedad, a través de las versiones míticas que aún plagan la historia, no es posible “de” permitir.

El Negro Primero, desde la mirada de las reflexiones de hoy, es el rostro, la imagen de la otra Venezuela; invisible en su historia de resistencia e insurgencia, ahogando los gritos y luchas sostenidas por el cimarronaje libertario y emancipador real, aquel que jamás aceptó vivir prisionero y esclavizado en aquellas infames haciendas o plantaciones.

Muy a pesar de que la historia del proceso de independencia de Venezuela trate de magnificar el heroísmo y valentía de Pedro Camejo o el Negro Primero, en una célebre expresión, tal discurso de la narrativa de esa historia colonial, oculta y esconde los otros miles y millones de negros primeros que estaban en condiciones oprobiosas, sometidos a los más crueles e inimaginables tratos, fundamento del sistema opresor esclavista, quien aupado por la religiosidad de los blancos peninsulares y criollos justificaban tal tratamiento criminal.

¿Cuál era la lucha de los miles y millones de africanos y sus descendientes, que incorporaron a los ejércitos libertadores a luchar por la independencia? ¿Ese objetivo de libertad incluía su causa libertaria de ser libres, como lo habían sido en la Madre África? ¿Era la causa independentista una puerta para la recuperación de la libertad perdida… o esa causa independentista no era de ellos y ellas? 

Tomando en consideración que la batalla de Carabobo se dio en el año 1821, por el cual se conmemoran 200 años de esa extraordinaria gesta libertaria contra la Corona española, la abolición de la esclavitud no fue inmediata después de esa honorable fecha. Sería 33 años después, vía decreto del congreso, en 1854, que se obtendría, y en condiciones tales que el mayor beneficio se otorgó a los esclavistas. De tal manera que la deuda social no quedó saldada.

Desde la participación protagónica con la cual se le conoce en la historia al Negro Primero, incluso podríamos decir que los descendientes de ese valiente hombre y líder, en lo que se refiere a sus derechos sociales, políticos, económicos, culturales y espirituales, no han sido reconocidos aún en la Constitución de la  República Bolivariana de Venezuela; por lo que cabe decir que, en este sentido, uno de los merecidos homenajes y tributo que podríamos rendirle a Pedro Camejo es el reconocimiento constitucional de los derechos de las y los afrovenezolanos, quienes somos sus descendientes.

Es de exhortar entonces a todos los que estamos comprometidos con los procesos descolonizadores de la historia a darle un trato justo, de manera crítica y sin  complacencia, al problema no dilucidado de la esclavitud en Venezuela. Denunciar a las familias, actores sociales, políticos y militares que se beneficiaron y abultaron sus inmensas fortunas a costilla de esta condenable situación y a encarar la historia –por muy dura que sea– para que las generaciones futuras no se la salten. Abrir un debate franco sobre el impacto de la esclavitud en Venezuela, sus causas, las víctimas y sus consecuencias sociales, es deber de conciencia y obligación.

Ahondando en las razones expuestas, es de señalar que las Naciones Unidas a partir de la Tercera Conferencia Mundial de los Derechos Humanos realizada en Durban Sudáfrica (2001), reconoció la Trata, el Colonialismo y la Esclavitud como Crímenes de Lesa Humanidad, exhortando además a los países responsables a resarcir la deuda histórica que hoy mantienen con los descendientes, tanto de los pueblos indígenas como con las y los africanos y sus descendientes, lo que se conoce como las reparaciones. 

En fin, no se puede seguir ocultando y escondiendo estos condenables hechos con el objetivo de limpiar o lavar la imagen y la historia de los antiguos y nuevos imperios, quienes cometieron dobles crímenes e invasiones: el primero en el continente africano, y el segundo aquí, en Abya Yala.   

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Jorge Guerrero Veloz Investigador militante del Movimiento Afrovenezolano y diplomático

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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