Roscio, padre, maestro y defensor de la libertad

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“Piensan muchos ignorantes que vivir sin rey es un pecado; y este pensamiento fomentado por los tiranos y sus aduladores, se ha hecho tan común, que para definir el vulgo a un hombre malvado suele decir que vive sin Rey y sin Ley”. Así se expresaba Juan Germán Roscio Nieves en su ensayo titulado El patriotismo de Nirgua”, con el cual insurgió para arengar a las masas de Valencia, ante la negativa de los religiosos y mantuanos de esa ciudad de acompañar y respaldar el llamado a la Independencia en 1811. Este hombre taciturno, de hablar pausado pero firme, iba a marcar pauta en aquellas provincias polarizadas, las unas que pugnaban por mantenerse fieles a la Corona, y las otras, que bregaban por independizarse del yugo colonial español.

Nace Juan Germán Roscio Nieves en la población de San Francisco de Tiznados el 27 de mayo de 1763. Para la época, esa población pertenecía a la Provincia de Caracas y actualmente está en la Jurisdicción del estado Guárico. Fueron sus padres, José Cristóbal Roscio, oficial retirado de origen milanés que vivió en España y se había avecindado en la Provincia de Venezuela, y de Paula María Nieves, nacida en la Victoria, estado Aragua. Según la ficha bibliográfica del Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar, el joven Juan Germán pasa los primeros años de su vida en San José de Tiznados, donde su padre poseía hatos de ganado. Allí aprendió las primeras letras, para luego trasladarse a la ciudad de Caracas para iniciar sus estudios superiores bajo la protección de la esposa del Conde de San Javier, doña María de la Luz Pacheco. Así, Roscio ingresa a las aulas y en 1792 obtiene el grado de Bachiller en Cánones, el Doctorado en Teología en 1794 y en Derecho Civil en 1800. Su primera gran lucha académica y profesional fue contra el Colegio de Abogados de Caracas, que se negaba a aceptarlo como miembro “por no tener pureza de sangre”, dado que tanto su madre como su abuela materna eran mestiza e india respectivamente. A su condición de “pardo” se le agregaban señalamientos de infidencia y de complicidad en el movimiento conspirativo de Gual y España. Fue un pleito largo que lo ganó Roscio con impecables y contundentes argumentos y en 1801 ingresó al Colegio de Abogados y se dedicó al ejercicio libre de su profesión. Uno de sus primeros combates jurídicos lo fue asumir la defensa de una señora de Valencia que, por ser mantuana, fue privada de su derecho a usar alfombra para arrodillarse en la Iglesia, tales eran los prejuicios predominantes para la época. Roscio, además de defender a su clienta con argumentos contundentes, expuso sus ideas sobre las injusticias sociales, la desigualdad y discriminaciones, desenmascarando a aquella sociedad colonial que vivía bajo el yugo de lo que él llamaría luego “la obediencia ciega” en su obra cumbre El triunfo de la libertad sobre el despotismo.

Como escribe el maestro Domingo Miliani en el Prólogo a la obra fundamental de Roscio, el mestizo de Tiznados vive su primera etapa estelar cuando irrumpe aquel 19 de abril de 1810 en el Palacio Municipal y él, junto a otros compañeros, se autoproclama como “representante del pueblo” y desconoce la autoridad del Capitán General Vicente Emparan. Ya para entonces es un jurista de grandes quilates y en esa condición figura como el redactor principal de los documentos fundamentales que dan origen a nuestra Independencia, en particular, del Acta del Acta del 5 de julio de la Independencia, de la Constitución de 1811 y del Manifiesto que hace al mundo la Confederación de Venezuela. En este documento, Roscio desnuda su pensamiento de manera magistral, exponiendo con gran originalidad lo que serían sus ideas libertarias que lo acompañarán por el resto de su vida. A partir de allí, sus esfuerzos estarán encaminados a luchar por la emancipación individual y colectiva de todos los ciudadanos hispanoamericanos, sin distinción de condición humana de ningún tipo.

Es tal vez Roscio el primer crítico profundo y consciente de las ideas religiosas-católicas que embrutecían a los pueblos y es él quien da inicio a la llamada teología de liberación en América. Así, Enrique Dussel opina de nuestro compatriota: “Pero quizá el teólogo más interesante que hasta ahora hemos descubierto es el laico, patriota y miembro del primer gobierno liberador venezolano, el licenciado Juan Germán Roscio, que desarrolla en una obra teológica las razones por las que un latinoamericano, ciudadano y cristiano, puede empuñar las armas contra la tiranía del rey cristiano español. En su obra cumbre, El triunfo de la libertad sobre el despotismo, Roscio plantea: ‘Tan constante ha sido la obstinación de los teólogos del poder arbitrario en querer amalgamar dos cosas inconciliables: el cristianismo y el despotismo… vicios propios de los obstinados defensores de la monarquía absoluta e indignantemente imputados en nuestras relaciones con el Ser Supremo. Jesucristo, cuyo carácter era el de libertador y redentor, no podía aprobar la usurpación de los emperadores de Roma y demás opresores de aquella época… la doctrina de Jesucristo era una declaración de los derechos del hombre y de los pueblos’”. (Dussel, Enrique. Teología de la liberación. México, 1995, p. 59). Es Roscio, sin lugar a dudas, un precursor de los planteamientos que, con sentido reivindicativo, comienzan a plantearse en América Latina y que, para desgracia nuestra, fueron expuestos y conocidos primeramente fuera de Venezuela, concretamente en Filadelfia, lugar donde vivió exiliado y donde dio a la luz la primera edición de su obra fundamental.

Roscio fue un encarnizado y acérrimo crítico del catolicismo que negaba las enseñanzas de Jesucristo. Era partidario de la llamada obediencia activa, en contraposición a la obediencia ciega. Un sometimiento, decía, total, no es de una conciencia racional y cierta, que con un impulso espontáneo se mueve a ejecutar todo aquello que en sí tiene bondad y rectitud. Obediencia ciega “no puede ser sino el resultado de una conciencia ciega que sin discernir entre lo bueno y lo malo, ciegamente abraza cuanto se le propone. Nada puede darse más repugnante a la naturaleza del hombre”. En su condición de republicano profundo, sostenía que en una República todos obedecen, desde los primeros magistrados hasta el último ciudadano. Todos debemos obedecer a la voluntad general, única ley del orden civil. Era lo que él llamaba la obediencia pasiva, que no es ciega pero sí de una vista perspicaz. Han de ser obedientes activos todos los funcionarios públicos, obrando y mandando según la ley, a quien están sometidos y a cuyo mandato normativo deben ceñirse. El pueblo mismo ha de obedecer a su voluntad general, que es el primer grado de su soberanía convencional. De allí que los representantes del pueblo han de ser obedientes a este (gobernar obedeciendo), sin permitirse ningún ápice de desviación en lo convenido en la Carta Magna, sostenía Roscio.

Corta la vida física de Juan Germán Roscio Nieves. Apenas contaba con 58 años cuando muere el 10 de marzo de 1821 en el Rosario de Cúcuta, cuando se desempeñaba como Vicepresidente Interino de Colombia La Grande. En el Correo del Orinoco del día 21 de abril de 1821, se da cuenta del fallecimiento de Roscio y se señala que murió el 9 de marzo de ese año, en la Villa del Rosario de Cúcuta. La nota necrológica textualmente señala: “Al anunciar el fallecimiento del Excelentísimo Sr. Vice Presidente interino de Colombia Dr. Juan Germán Roscio, sucedido el 9 de marzo, el más acerbo dolor nos recuerda la pérdida de un Sabio ilustre, de un Magistrado íntegro, de un Patriota eminente y de un virtuoso Ciudadano. Desde el año de 1810 en que Venezuela derrocó al despotismo hasta el día en que, después de un viaje penoso y dilatado, llegó a principios de este año a la nueva capital del Estado, mil graves y difíciles empleos ocuparon de tal suerte su vida que puede decirse con verdad, que, ni un momento respiró, sino en servicio de la Patria… Aunque ya no existe entre nosotros, su memoria vivirá eternamente y sus escritos elocuentes, en que confundió e hizo templar a los tiranos, defendió la causa de la libertad y sostuvo los derechos de la humanidad, serán siempre leídos con placer y entusiasmo por nuestras más distantes generaciones”. (Correo del Orinoco. Angostura, sábado 21 de abril de 1821. Tomo IV).

Roscio, uno de los ocho “monstruos” llevados a la prisión de Cádiz y de Ceuta en las condiciones más crueles y bárbaras. Roscio, el que escribió para la historia que “los reyes no son de naturaleza privilegiada y es un ignorante el que afirme que vivir sin rey es un pecado”. Juan Germán Roscio Nieves, simbólicamente llevado al Panteón Nacional al cumplirse los 200 años de su partida física. El guerrero de la palabra a quien Andrés Bello llamó “Padre, maestro y defensor de la libertad”.

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Félix Roque Rivero Abogado

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