En los últimos acontecimientos ocurridos en el Capitolio de Estados Unidos, junto con actos vandálicos y terroristas y un autogolpe frustrado en el país que está acostumbrado a llevar e imponerle democracia y libertad a otras naciones, sobre todo a aquellas que no acepten su modelo político e ideológico, nos llama poderosamente la atención la utilización y resignificación de unos símbolos que aparecieron en medio de los actos terroristas, frente y dentro del Capitolio. El primero fue una Cruz Grande que levantaron a las afueras del edificio; el segundo fue una gran horca; y el tercero, la bandera de los Confederados. Estos tres símbolos coloniales no tienen nada que ver con la democracia en sus diferentes variantes o diversidad, como modelos o como procesos políticos.
El propio concepto clásico de democracia, que define ese modelo, lo refiere de esta manera: “democracia, gobierno del pueblo para el pueblo y por el pueblo”. En el caso venezolano, a partir de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999 nos la define como “democracia protagónica y participativa”. El comandante Hugo Chávez fue más allá, catalogando el proceso político venezolano como “democracia revolucionaria”.
En esa misma línea, lo que se intentaba posicionar no era precisamente nada parecido a la democracia, por el contrario, era más bien la reafirmación del imperio colonial esclavista, al cual, por supuesto, ellos jamás han renunciado.
Esos lamentables hechos, repudiables por todo el mundo civilizado, no son más que la confirmación de la intención de esos sectores de la supremacía racista blanca a ser el imperio colonial y esclavista, y volver nuevamente a su pasado oprobioso.
El Ku Klux Klan está vivito y coleando en el país del norte.
A la llegada del Emperador de las supremacías racistas blancas, Trump, a la presidencia y al gobierno, rápidamente se activaron todos esos grupos a lo largo y ancho de Estados Unidos. Por tal razón, no podemos dejar pasar por desapercibido la instalación de la cruz y la horca en medio de esos actos terroristas. ¿Qué mensajes quieren mandar los supremacistas racistas blancos? ¿Para quién o para quiénes eran esos símbolos coloniales, esclavistas e imperiales? ¿A quiénes querían aterrorizar con la cruz y la horca?
Es difícil entender, para esos grupos o sectores de la más rancia oligarquía colonial racista y esclavista, que Estados Unidos es un país multicultural y multirracial. Su sociedad se ha construido y desarrollado con la diversidad de migrantes que trabajan y habitan en esa gran nación.
Para nosotros, en la Venezuela Bolivariana, esos actos de terrorismo no son nuevos, ya los hemos vivido. Cabe recordar a los manitas blancas o las extensiones del Ku Klux Klan tropical llamados Primero Justicia y Voluntad Popular, dirigidos por el pichón de emperador Leopoldo López, y sus secuaces como Julio Borges, Carlos Vecchio, David Smolanky, Freddy Guevara, Juan Guaidó, entre otros; quienes en su afán por tomar el poder político quemaron a personas vivas por el solo hecho de tener la piel oscura y por la apariencia que ellos le daban a lo que era ser chavistas. Quemaron y destruyeron preescolares, con niños y niñas adentro, edificios de instituciones públicas, asesinaron personas con guayas y disparos, utilizando bombas y explosivos. Es larga la lista de los crímenes cometidos en nombre de la democracia, de estos sectores de la ultraderecha venezolana, con el apoyo y bendición del emperador de las supremacías racistas blancas, Trump.
De tal manera que los acontecimientos de Washington fueron muy bien planificados. Las intenciones de restaurar el viejo imperio colonial y esclavista se pusieron en evidencia con la cruz, la horca y la bandera confederada. Con esos símbolos estaban mandando a un mensaje bien claro y fuerte a los movimientos sociales. Sobre todo al Black Lives Matter. Es decir, a los movimientos sociales afroamericanos: “Si se acercan por aquí los colgamos, como en el pasado”. Esto porque sabían que la victoria de Biden se debe a la gran movilización por los reclamos por los Derechos Humanos, producto de los asesinatos cometidos por la brutalidad racial policial.
Por otro lado, no debemos menospreciar el potencial político con que cuenta el emperador Trump. Tiene millones de seguidores que votaron por su proyecto político racista e imperial. Sería un error político y social no prestarle atención a estos sectores que apenas mostraron las garras y fueron parcialmente neutralizados por el establishment o el poder detrás del poder. Si no hubiese sido así, estaríamos a las puertas de ver en vivo y en directo un enfrentamiento a muerte entre los monroeístas y el Ku Klux Klan, para “hacer grande a América otra vez”, tal como lo predica el emperador Trump.
De estos fatídicos eventos de autogolpe, contra la democracia imperial, auspiciada por el emperador Trump, en el país de las libertades, hasta ahora legitimada con el silencio sepulcral de la Organización de Estados Americanos (OEA) de Almagro y el grupo de Lima. Quedaron inhabilitados, moral y políticamente para hablarle de democracia a otras naciones independientes, libres y soberanas, donde las grandes mayorías con el voto popular, universal y secreto, deciden el modelo político de su democracia.
Para finalizar, los invitamos a convocar el poder constituyente como alternativa salomónica para dirimir diferencias en la construcción de los modelos democráticos a lo interno de sus países. Y en eso la República Bolivariana de Venezuela ha sido el mejor ejemplo en los procesos constituyentes replicados en Bolivia y Ecuador, con sus constituciones inclusivas de los sectores de sus sociedades.
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Jorge Guerrero Veloz Investigador militante del Movimiento Afrovenezolano y diplomático