Por Correo del Alba
Desde la noche del miércoles 9 y la madrugada del jueves 10 de diciembre, cientos de migrantes hondureños se dirigieron a Estados Unidos en una nueva caravana de migrantes. Esta es la primera que se forma después de que dos poderosos huracanes, ETA e Iota, azotaron el país centroamericano, dejando a decenas de miles de familias sin hogar ni sustento.
De acuerdo a diferentes agencias de prensa, un primer grupo de migrantes abandonó la estación de autobuses de San Pedro Sula, la zona más afectada por las inundaciones, el miércoles por la noche, mientras que otro le siguió en la madrugada del jueves. El triste testimonio de los migrantes es el mismo, una población que ha perdido todo, sus viviendas, sus trabajos y que no encuentra opciones en Honduras.
Las imágenes que circulan en los medios de comunicación social y en los medios locales muestran a familias enteras, algunas inclusive con niños pequeños detenidos en las frontera guatemalteca. Una portavoz del Instituto Nacional de Migración de Guatemala señaló a la prensa que un grupo de 250 a 350 migrantes que avanzaban hacia el puesto fronterizo de Agua Caliente se había desmantelado «como resultado de la coordinación binacional con Honduras para el enfoque integral de las caravanas».
Los medios de comunicación hondureños, por su parte, informaron que cientos de migrantes fueron detenidos por la policía a pocos kilómetros de la frontera con Agua Caliente. Los agentes impidieron que quienes no aportaron pruebas de que no tenían el coronavirus o que llevaban a su cargo menores indocumentados cruzaran a territorio guatemalteco. Pero el viaje que inician no termina en Guatemala, deben seguir hasta México y de allí a la frontera del país azteca con Estados Unidos. Una travesía llena de peligros y vicisitudes donde pueden ser víctimas de maltratos, extorsiones, secuestros, abusos físicos o sexuales e incluso algunos pierden la vida. Estas son zonas fronterizas, sobre todo en México, que están plagadas de bandas que operan y dominan el territorio.
Los hondureños ya se vieron empujados a emigrar debido a la grave crisis económica provocada por la pandemia, a lo que se añaden ahora los desastres climáticos. Justo después del golpe de ETA e Iota, los presidentes de Honduras y Guatemala advirtieron del posible aumento de las migraciones por las devastaciones. Si el camino para llegar a Estados Unidos es tortuoso, aún menos esperanzadora es la vida que les espera allí, sin acceso a educación, servicios sanitarios, explotados laboralmente a niveles de esclavitud, un sueño americano que termina convirtiéndose en la peor de las pesadillas.