El Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), debido a las repercusiones de su continuo fracaso en frenar la guerra de genocidio contra el pueblo palestino, es el garante y debe asumir sus responsabilidades legales, además de ejercer sus poderes para brindar protección al pueblo palestino y detener las manifestaciones de exterminio cometidas por las fuerzas israelíes de ocupación, incluidas el empuje a la hambruna, la negación de tratamientos médicos y formas de desplazamiento forzado en el norte de la Franja de Gaza. Debe adoptar las medidas necesarias para implementar resoluciones de legitimidad internacional a fin de garantizar un cese inmediato de la guerra de genocidio.
La actitud de los países aliados de Israel, de cara “al día después de la guerra”, revela su verdadera posición ante la solución de los dos Estados. Cualquier plan destinado a separar las dos partes de la patria palestina, socavando la posibilidad de la materialización del Estado palestino sobre el terreno, carecería de autoridad y capacidad para imponer un veto sobre la gestión de las instituciones estatales palestinas de la Franja de Gaza y, por tanto, no debe permitirse que la realicen ya que la Franja de Gaza es una parte integral del territorio ocupado del Estado de Palestina.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, afirmó que trabajará para cambiar el mapa del Medio Oriente, objetivo real del genocidio contra la Franja de Gaza, Jerusalén –la capital palestina–, Cisjordania y el Líbano.
La guerra infernal dirigida por los Estados Unidos y sus aliados (los países coloniales de Occidente), con su herramienta funcional como es Israel, no tiene como objetivo único castigar al pueblo palestino y tampoco al libanés, sino más bien apunta a reestructurar el Medio Oriente de acuerdo con los intereses estratégicos de Washington y de las capitales occidentales, como anticipación a los cambios geopolíticos globales y graduales destinados a remodelar el sistema mundial a través de una transformación cualitativa que da paso a un nuevo orden multipolar.
Eso explica el que las fuerzas del campo colonialista occidental y su protegido, Israel, hayan aprovechado los hechos acaecidos el 7 de octubre de 2023 como pretexto para perpetrar el genocidio contra el pueblo palestino. Mismo que continúa desde hace más de 388 días y al día de hoy deja el terrible balance de más de 43 mil 20 muertos, 101 mil 110 heridos, 10 mil desaparecidos y dos millones de desplazados en Gaza; 760 muertos, seis mil 250 heridos y 11 mil detenidos en Cisjordania; y dos mil 600 muertos, 12 mil heridos y 1.2 millones de desplazados en el Líbano. Tal es el espantoso costo para lograr un nuevo y viejo objetivo estratégico que quedó reflejado en las declaraciones del jefe de la coalición gobernante en Israel: cambiar el mapa de la “Gran Medio Oriente” para consumar el proyecto del “Gran Israel”.
Los pretextos imperiales, israelíes y occidentales, digitados desde Washington, que relacionan este genocidio con una lucha contra Hamás y Hezbolá, son en extremo débiles en tanto el objetivo es el mundo árabe y el conjunto del Medio Oriente. Los países de la región deben prepararse para los tormentosos acontecimientos que traerán las nuevas ecuaciones del conflicto, especialmente porque Washington y su base avanzada allí, Israel, así como sus aliados de Occidente y otros, quieren proteger sus intereses vitales y cambiar sus influencias en el mundo árabe en general y en Palestina y el Líbano en particular, sustituyendo sus fuerzas por otros mecanismos y métodos políticos, porque los actuales ya no son compatibles con los requisitos de la nueva fase y en caso de que se conserve alguno de ellos permanecerán con una apariencia completamente distinta a la anterior. Para lograr sus fines trabajarán en Washington, Tel Aviv y las capitales de Occidente central, incluidos los países del G7, para liquidar la resistencia palestina y libanesa y a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), nacida con los Acuerdos de Oslo en 1993, porque se han convertido en una carga para el eje colonial.
Se busca, entonces, cancelar por completo la Iniciativa de Paz Árabe y presionar a las naciones de la región hacia una rendición abrahámica, dividiendo y desgarrando los países árabes en pequeños Estados religiosos, sectarios y étnicos. Este proceso puede afectar a los países islámicos del área y fortalecer el estatus del Estado delincuente y terrorista de Israel, imponiéndolo para que el nuevo Medio Oriente quede bajo su liderazgo y para que el resto pase a ser parte del patio trasero de los Estados Unidos. El fin último no es otro que cerrar el camino a China, Rusia y otros polos internacionales de los Brics+, para alejarlos de las cálidas aguas de Medio Oriente.
¿Lograrán los Estados Unidos y sus aliados implementar y materializar su plan? Es demasiado pronto para dar por sentado que este peligroso objetivo podrá alcanzarse, porque todavía continúa la loca espiral de la guerra que lleva consigo muchas transformaciones y consecuencias incalculables. Además, no tienen por qué ser necesariamente exitosas las hipótesis y escenarios del colonialismo, porque los pueblos que luchan por su libertad, independencia y liberación del círculo colonial pueden cambiar la situación, máxime cuando la mayoría de la gente de la región vive en un estado de descontento, ira y rechazo ante su miserable realidad.
La legitimidad palestina, reconocida internacionalmente, es la única capaz de resolver la crisis, salvar a su pueblo y permitirle abrazar su libertad e independencia nacional. Los países que dicen estar interesados en una solución de dos Estados deben respetar las decisiones de la ANP y permitir su implementación sobre el terreno para certificar la seguridad y estabilidad para todas las partes.
El Gobierno palestino va a continuar su acción política, diplomática y jurídica internacional a todos los niveles para detener la guerra de genocidio, intentando movilizar el más amplio frente de presión internacional y apuntalar la posición comprometida con la legitimidad internacional y sus resoluciones, en particular con la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas que adoptó la opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
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Mahmoud El Alwani Embajador del Estado de Palestina en Bolivia