Ganó gran notoriedad y vigencia en la esfera pública mostrando toda la musculatura política que aún ostenta. A pesar del desgaste paulatino de su figura, Morales utilizó la marcha para capitalizar su imagen como líder indígena/campesino defensor de causas populares. El rasgo identitario o especular aún pesa en amplios sectores de la bolivianidad, Morales todavía es el reflejo del mundo rural y sabe explotar muy bien esta cualidad.
Ganó expansión territorial al salir de su círculo rojo (el Trópico) y trasladarse hasta la sede del poder político. Este hecho no resulta menor dado que demostró que aún mantiene adeptos en diferentes poblaciones y barrios periféricos del Altiplano. Véase el apoyo abierto que recibió del Distrito 8 en la ciudad de El Alto, distrito en donde paradójicamente el Gobierno experimentó un Cabildo sin ninguna repercusión que terminó siendo diezmado.
Ganó articular, en cierta medida, al núcleo duro del Movimiento Al Socialismo (MAS) instituyendo el Estado Mayor del Pueblo (EMP), una asociación de diversas organizaciones sindicales reñidas con el Gobierno. No se puede negar que dentro de estas organizaciones existe un nivel de representatividad importante: campesinos, mineros, colonizadores, mujeres, transportistas, entre otros, pudieron aglutinarse entorno a un líder (Evo) y un partido (MAS-IPSP).
Perdió la legitimidad de sus demandas de forma prematura. Al comenzar la marcha Evo declaró que ante la ausencia del primer y segundo hombre del Estado estaba Andrónico Rodríguez. Esta aseveración develó el objetivo real de su movilización: derrocar al Gobierno y proceder con la sucesión constitucional. Esta estrategia fue aprovechada por el Gobierno para denunciar un intento de golpe de Estado, esta exhibición resultó altamente negativa para la marcha dado que proscribía sus demandas originales y mostraba las intenciones antidemocráticas de Evo.
Perdió a la opinión pública por las altisonantes amenazas de diferentes dirigentes evistas y del mismísimo Morales. Antes de la marcha, durante y después de la misma se pueden contabilizar infinidad de intimidaciones que fueron condenadas por el grueso de la población. Ponciano Santos amenazó con gestar una guerra civil; Ramiro Cucho advirtió «correrá sangre»; y Humberto Claros anunció «una escalada de violencia», entre otras declaraciones. Este palabrerío quitó validez a su pliego petitorio y transformó su movilización en sinónimo de luto y destrucción. Este punto también fue aprovechado por el Gobierno promocionando el ribete de «Marcha de la Muerte» con éxito.
Perdió la chance de garantizar, a través de la fuerza, su candidatura presidencial en 2025. Sin lograr resolver la crisis interna del MAS, dictámenes del Órgano Electoral como del Tribunal Constitucional amenazan la posibilidad real de que Morales sea postulante a la Presidencia el próximo año. La Marcha demandaba en uno de sus puntos el reconocimiento del Congreso de Lauca Ñ, que proclamó a Morales como «candidato único» del MAS. La movilización no logró este cometido que era el fin político más relevante dentro de la congregación evista.
Entre aciertos y desaciertos, la marcha protagonizada por Morales no consiguió ningún triunfo significativo más allá de lo descrito. El hecho de arrastrar a sus seguidores a una movilización de 189km para no conseguir nada tangible resultó inaudito y hasta irrisorio.
Encaramado en una tarima, Evo exigió demandas ya conocidas como el cambio del gabinete y la resolución de la escasez de combustibles. Advirtió que estas demandas deben ser atendidas si el Presidente «quiere seguir gobernando».
Luego, Morales abandonó a los marchistas que lo acompañaron en todo su trayecto y emprendió un raudo retorno hacia el Trópico de Cochabamba, donde se dedicará a la producción de pescados… No obstante, la intención de llamar a un bloqueo nacional de caminos aún está vigente y puede ser parte de una estrategia para retomar el poder a toda costa.
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Gary Pol García Agreda Boliviano, comunicador
