Gran Poder

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La increíble fiesta del Gran Poder cada año crece más y más. No solo en número de fraternidades, sino que en esta festividad tradicional se integran elementos modernos que le dan un mayor realce del que ya tiene con los trajes fastuosos y poderosos de la celebración.

Recuerdo que la primera vez que conocí esta tradición fue en 2007, recibí una invitación para asistir a la entrada más representativa de los comerciantes paceños y quedé impactada por el despliegue de los trajes, el dorado que predominaba en los morenos, las mujeres con vestimentas elegantes, todo un lujo de pies a cabeza que tanto hacen deslumbrar sus figuras. Los caporales y tinkus, y mi preferida: la morenada, que, modestia aparte, bailo como la experimentada collita que me siento.

Ayer la entrada fue apoteósica. Por supuesto, por razones de tiempo no he visto las 75 fraternidades que se lucieron con sus coloridos trajes folklóricos. Sublimando en cada paso y figura una cultura potente que no se ve en ningún lugar.

La cultura boliviana de los Andes es realmente un regalo, una ofrenda al mundo, partiendo por Latinoamérica, donde los bailes bolivianos son cada vez más imitados por jóvenes en busca de la identidad profunda nuestramericana que yace en esta tierra altiplánica. Por eso la festividad fue declarada Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2019.

Los artesanos, en su mayoría hombres –aunque hay mujeres también–, me conmueven e intrigan ya que nunca sabré porqué el bordado ha sido acá una actividad preferentemente ejecutada por varones. Cuestión que me llama buenamente a la atención. Ellos realizan un trabajo único, valiosísimo, tanto en su expresión monetaria que no creo que esté reflejada del todo, como en su dimensión artística que es invaluable.

Ayer fue también maravilloso ver la fuerza del trabajo artesanal, incorporada y exhibida fastuosamente en el recorrido por las calles paceñas. Desde el Cementerio General, por gran parte de la ciudad se ve un impresionante número de bailarines y espectadores.

Me contaban unos amigos y amigas aymaras que Gran Poder con las fraternidades comenzó en la zona de Chijini por el año 1923, y que cinco años más tarde se comenzó a construir el templo en la calle Gallardo, que fue terminado a finales de los años 30 del siglo pasado, es decir hace casi 100 años. Aunque la fiesta, celebración y promesa sincrética, a la imagen de Jesús del Gran Poder son más antiguas, esto lo tomo como un antecedente que marca un siglo de sus comienzos.

Por otro lado, buscando en Internet, me encontré con esta reseña de la fiesta más emblemática de La Paz: “Esta costumbre muestra una visión andina de la distribución de la riqueza, como en las comunidades del Altiplano andino, donde la reciprocidad es fundamental para el bienestar de la sociedad. Se habla de ayni, lo que significa ‘hoy por ti y mañana por mí’, en el idioma aymara. El preste es una forma de reciprocidad, en este caso económico, con la fraternidad de baile. El Gran Poder es un símbolo del sincretismo religioso que mezcla tradiciones católicas y costumbres aymaras. Por ejemplo, en la víspera del desfile, los participantes realizan su promesa al Señor, comprometiéndose a bailar durante tres años consecutivos, para que sus deseos se hagan realidad. Esta promesa se acompaña de una ceremonia a la Pachamama en la cual se quema un conjunto de objetos de azúcar como ofrenda, para solicitar la protección durante la celebración y también para la vida cotidiana”.

La expresión “Gran Poder” viene de la creencia de que Dios es amor y que el amor genera un poder que derriba todos los obstáculos. ¡Qué bonito, no ve!

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Cris González Directora

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