A pesar de la existencia de las mejores condiciones y posibilidades históricas, geopolíticas y económicas internacionales los proyectos de integración estratégica y emancipadora de los países de América Latina y el Caribe, capaces de posicionarse como alternativas de peso mundial, no terminan de formularse y convertir a nuestra Región en un actor importante para determinar las nuevas características de la multipolaridad policéntrica que se proyecta para las próximas décadas.
La reciente VII Cumbre Presidencial de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), realizada en Buenos Aires el 24 de enero, ha dado valiosas señales de recuperación de la propuesta de unidad regional con la participación de los 33 países de nuestra América y haber aprobado un documento final que define las líneas centrales del organismo: defensa de los recursos naturales y estratégicos, exigencia de terminar el bloqueo imperialista a Cuba y Venezuela, ratificación de ser territorio de paz, apoyo de la lucha anticolonial de Puerto Rico y Malvinas, conciencia de ser una comunidad de naciones soberanas, lucha contra el racismo, la xenofobia y la discriminación y respeto de la unidad y diversidad política, económica, social y cultural de los pueblos, entre otros aspectos.
Han sido de particular importancia el retorno de Brasil con Luiz Inácio Lula da Silva a la cabeza, después de la decisión del ultraconservador Jair Bolsonaro de suspender la participación del gigante sudamericano durante cuatro años, y el paso de la Presidencia Temporal de la Celac de Alberto Fernández de Argentina a Ralph Gonsalves (“camarada Ralph”), primer ministro de la pequeña isla caribeña San Vicente y las Granadinas. Por otra parte, la conformación de la Coordinadora de la Celac Social, con la participación de dirigentes populares y sindicales del continente, entre los cuales destaca Evo Morales Ayma, es otra señal de impulsar posiciones más radicales.
Si bien la cumbre de la Celac mostró una voluntad integradora sin la injerencia de los Estados Unidos y Canadá, se trata de un proyecto que requiere de un consenso pleno para tomar decisiones, lo cual limita un accionar decidido y comprometido, más aún cuando se producen manifestaciones como las del presidente de Uruguay, Luis Lacalle, que no reconoce la pluralidad y se hace eco de las críticas de Washington a Venezuela, Cuba y Nicaragua.
La confluencia de los cuatro grandes de la Región –México, Venezuela, Brasil y Argentina– para fortalecer la Celac ha sido explícita, aunque se presentan diferencias acerca de las perspectivas estratégicas, y el mayor protagonismo de Colombia, Cuba, Bolivia, Chile, Honduras, y ahora San Vicente y las Granadinas, abre posibilidades de fortalecimiento, aunque estos países y otros del bloque sufren tensiones y problemas internos a partir del empoderamiento de los grupos conservadores, neoliberales y cercanos a las políticas expansionistas estadounidenses.
Los avances que se produjeron en la unidad e integración de los países de la Patria Grande en el periodo 2000-2015 fueron sustanciales con la formación de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), el Petrocaribe y, sobre todo, la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que adoptaron posiciones más definidas geopolíticamente, desarrollaron formas institucionales de coordinación comercial, económica, militar, educativa, migratoria, de planificación, financiera y otras, e impulsaron una agenda de relaciones mundiales con potencias continentales como China, India, Rusia, Unión Europea (UE) y los propios Estados Unidos, en condición de soberanía y dignidad.
En ese proceso fueron fundamentales los liderazgos de Hugo Chávez, Lula da Silva, Fidel Castro, Evo Morales y Néstor Kirchner. El comandante Chávez se convirtió en un motor capaz de incorporar al proyecto de la unidad bolivariana a gobernantes de países con los que no coincidía ideológica y políticamente.
Este impulso fue frenado por los golpes de Estado en Paraguay a Fernando Lugo, Brasil a Dilma Rousseff, Honduras a Manuel Zelaya y Bolivia a Evo Morales; por el asedio imperialista a Venezuela y Cuba y por los triunfos electorales de Mauricio Macri en Argentina, Jair Bolsonaro en Brasil y Lenín Moreno en Ecuador durante el periodo 2015 a 2021, al extremo de clausurar las oficinas de Unasur en Quito de una manera escandalosa. En esa coyuntura recuperó protagonismo la Organización de Estados Americanos (OEA) y se creó el pronorteamericano Grupo de Lima.
La nueva ola de surgimiento de gobiernos democráticos de izquierda, progresistas, nacionalistas o antiimperialistas en los últimos tres años, con la emergencia paralela de manifestaciones indígenas, populares y juveniles muy fuertes, ha abierto nuevos horizontes a las perspectivas de integración latinoamericana y caribeña, aunque con características menos nítidas y definidas que en el pasado cercano.
Los nuevos presidentes de izquierda y progresistas tienen dos referentes claves en López Obrador y Lula da Silva, de México y Brasil respectivamente, dos países de importancia geopolítica mundial que han asumido un liderazgo que podría permitir un proceso alentador de integración y unidad, tomando en cuenta su decisión de avanzar en proyectos y políticas que prioricen las relaciones regionales y la interlocución conjunta en el espectro mundial.
Al respecto, se han producido ya señales positivas de China, Rusia, Irán, India y otros países y áreas para desarrollar contactos que permitan fortalecer las relaciones Sur-Sur de manera más horizontal y de respeto mutuo. Lula tuvo antes la experiencia de incorporar a su país al acuerdo Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (Brics) y de haber sido partícipe de la construcción de Unasur y Celac.
La cada vez mayor escalada bélica en la guerra de Ucrania ha creado una gran tensión a las potencias mundiales y, en ese marco, los Estados Unidos tienen puesta la mirada en los alcances de la integración de América Latina y el Caribe, lo cual se ha manifestado claramente en las declaraciones de la generala Laura Richardson, comandante del Comando Sur de los Estados Unidos, quien ha manifestado con toda claridad que su país está interesado en el destino de los recursos naturales estratégicos de la Región, como el litio, el petróleo, el agua dulce y las tierras raras. El tablero regional, por tanto, es muy complejo y los próximos meses permitirán observar las proyecciones estratégicas de América Latina y el Caribe como protagonista de peso.
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Eduardo Paz Rada Boliviano, sociólogo y docente de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA)
[…] Por Eduardo Paz Rada, publicado en El Correo del ALBA. […]
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