La correa larga: la CIA contra el arte

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Toda expresión artística transmite cultura, valores, sentimientos que llevan implícitas formas de ver el mundo. Las obras son testimonios que representan a toda una sociedad o a una persona en un momento determinado. En tiempos convulsos, difíciles, de pandemia, de guerra convencional y de otras formas perversas como la biológica, el arte queda como un espacio en donde la humanidad se piensa y se refleja en su presente y futuro. 

El arte es emoción y energía, es creatividad, ilusión y esperanza. Cuando pinto deseo plasmar también un pedacito de pasado y presente, al escribir mi prosa poética recojo sentimientos propios y ajenos, que me abrazan y luego me arrojan y me levantan con la facilidad de la palabra. La expresión artística en sus distintas formas son actos de resistencia cultural e identitaria. Recuerdo cuando los golpistas nos expulsaron del país de manera ignominiosa, pasando a llevar todos los convenios y tratados diplomáticos, rescaté del asalto de los guaidoístas que llegarían a robar todo, al poco tiempo de insaturado el gobierno de facto, algunas pinturas “revolucionarias” mías y de otros autores como Luis López y Freddy Escobar.

En tiempos de guerra, el arte ha sido un componente trascendental. En la Primera Guerra Mundial los artistas, viendo el horror del conflicto bélico y la realidad circundante, apostaron por el surrealismo. André Bretón lo impulsó desde las letras en la revista Literatura. La pintura surrealista con artistas como Max Ernst, Man Ray, Klee, Rousseau, Chagall, De Chirico, Picasso, entre muchos, fue una forma de denuncia social.

Aunque parezca increíble la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Pentágono igual diseñan sus guerras culturales-comunicacionales para instalar sus visiones de mundo. La Segunda Guerra Mundial fue brutal para intelectuales, artistas y filósofos. Por ejemplo, los nazis proscribieron a artistas y escuelas, como la Bauhaus de arquitectura alemana. La mano del terror y el asesinato llegó a todas las expresiones artísticas, lo que se tradujo en el desmantelamiento de las vanguardias.

Las guerras acaban con formas de ver el mundo e ideologías, se imponen estereotipos incluso en el arte y la cultura. Alberto Santamaría, dice en su libro Arte es propaganda que «no se vive la guerra sin el arte, no se construye el arte sin la guerra. No se piensa uno sin lo otro, baste investigar una historia que la CIA ha confirmado: el uso del expresionismo abstracto como promoción de los ideales estadounidenses en Europa durante la Guerra Fría. El nuevo arte norteamericano era promovido por los funcionarios de la CIA encubiertos en la operación llamada Correa Larga. Esta era una división de activos que contaba con 800 periódicos, revistas y organizaciones de información pública, la División de Organizaciones Internacionales, repleta de funcionarios de la CIA, subsidiaba proyectos artísticos de todo tipo en complicidad o auspiciados con grandes corporaciones y fundaciones».

La“Correa Larga, creada en 1947, impuso una matriz positiva de Estados Unidos y fue una forma de guerra contra el arte, cuyo objetivo era contrastar la “libertad” del arte estadounidense contra la falta de esta en el arte soviético y alejar a artistas e intelectuales, medios de comunicación y sus seguidores del “flagelo” marxista.

No es descabellado imaginar una especie de Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) cultural y comunicacional, que siento se ha empezado a imponer nuevamente en esta guerra de todos contra la cultura rusa y, en fin, contra el arte. 

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Cris González Directora de Correo del Alba

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