Conflicto Rusia-Ucrania: la Unión Europea navega entre dos aguas

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El conflicto entre Rusia y Ucrania está haciendo visible la falta de una estrategia propia y sólida en el seno de la Unión Europea, el organismo cada vez se parece más a un barco navegando entre dos aguas pero cuyas decisiones están supeditadas al lejano timonel de Washington. Pero todo ello parte de la carencia de una definición concreta del interés europeo, una unión sostenida con débiles hilos y una integración a todas luces inexistente. La UE no ha sido capaz de desarrollar una política exterior y de defensa coherente, sin embargo, solo en este momento está sintiendo la amenaza de una guerra que se puede desarrollar, no en otro continente, sino en los linderos de la propia casa. Hasta ahora es que los países están  llegando a percibir el peligro compartido y la necesidad más que conveniencia de una acción coordinada que se ve afectada por la heterogeneidad de los intereses de los países miembros, sobre todo en dos aspectos: energía; por su dependencia con Rusia  y defensa, a su vez; por una sujeción a la OTAN.

La energía que necesita la UE

Una de los temas interesantes que ha traído a colación la situación actual entre Rusia-Ucrania, es el correspondiente a la dependencia energética de Europa de la Federación rusa; la cual no permite a la UE la elaboración de estrategias diplomáticas inequívocas a corto plazo sobre el conflicto por parte de las instituciones europeas. La presidenta de la Comisión Europea, Von Der Leyen, ha anunciado una estrategia a largo plazo, para buscar una mayor independencia del petróleo y el gas rusos en los próximos años.

Ya en los albores de la escalada de tensiones entre Rusia y Ucrania, la dependencia de Moscú, en materia de gas se había puesto de manifiesto, cuando se empezó a pensar en posibles acciones para disuadir un ataque ruso. A estas alturas son bien conocidos los detalles del nivel de necesidad del gas ruso, que según los datos de Eurostat en 2019 los países de la UE habían importado hasta el 41% de su gas de Rusia. Pero el impacto de este suministro es asimétrico, y entre los países más afectados por un posible corte del suministro de gas ruso estarían Hungría, Eslovaquia, Letonia, República Checa, Croacia, Austria e Italia. Además, Alemania también parece reacia por el momento a ampliar la exclusión del sistema SWIFT al Sberbank PJSC, el banco más importante y estrechamente vinculado al sector energético ruso. Berlín, suspendió temporalmente el gasoducto Nord Stream 2, pero no llegan a tanto como una posible exclusión de Sberbank del sistema SWIFT. En este tema energético la Unión Europea no parece encontrar un principio de acuerdo unívoco; es decir, la Rusia efectivamente los tiene contra las cuerdas.

Seguridad desde la UE no desde la OTAN

Además de la heterogeneidad de los intereses nacionales y de la asimétrica dependencia energética asociada a Rusia, hay que mencionar también una especie de dependencia que a nivel de seguridad  los países de la UE han desarrollado respecto a la OTAN, cuyo principal accionista mayoritario es bien sabido que es los Estados Unidos. En consecuencia, Washington sigue siendo el principal interlocutor, dejando poco margen de acción a los  países europeos como Francia y Alemania. No obstante, la seguridad europea sigue siendo una cuestión de cooperación entre los gobiernos, que se rige por el principio de unanimidad y, sobre todo, no puede prescindir de la voluntad de cada uno de ellos de asumir responsabilidades por su cuenta y de compartir la carga financiera, incluso a nivel nacional.

Desde este punto de vista, son más claras las intenciones del presidente francés Macron, cuando en enero de este año destacó la importancia de tener un diálogo con Moscú más libre de la OTAN. En la práctica, esta propuesta de Macron  puso de manifiesto la preocupación de que los intereses de los Estados europeos fueran ignorados, y que en los diálogos con la Casa Blanca los puntos de vista del viejo continente fueran marginados o aplanados a las mismas posiciones de Washington, que es lo que prácticamente está sucediendo en la actualidad.  Así mismo, es latente la preocupación de Francia de que la UE, entre en una guerra con Moscú  y Macron sabe bien qué consecuencias traería esto.

Entre los muchos aspectos que involucran lo económico, financiero y los estragos que a todo nivel acarrea un conflicto bélico,  no olvidemos que a pesar de las sanciones impuestas por la UE, Francia siguió vendiendo armas a Rusia entre el 2014 y el 2020. Hecho confirmado recientemente por el Ministerio de las Fuerzas Armadas francesas, quienes alegan que actuaron en el marco de la legalidad porque los contratos habían sido firmados antes de la imposición de sanciones. De esta manera París, ha suministrado a Moscú armamento altamente tecnológico de última generación  como cámaras térmicas para los vehículos blindados, sistemas de navegación y detectores de infrarrojos para aviones de combate y helicópteros. Esto significa que en un hipotético escenario surrealista de una confrontación bélica, Francia pudiera enfrentarse a un ejército a quien le proporcionó las armas.

Pero, no cabe duda, que Macron siempre ha sido uno de los grandes defensores de un sistema de defensa europeo más autónomo respecto a la OTAN, y, sobre todo, en esta coyuntura es evidente la fragilidad de los países europeos con intereses geográficos y económicos diferentes a los de Estados Unidos. Además, países como Lituania, Letonia, Estonia y Polonia interactúan directamente con Estados Unidos, lo que hace comprensible que, primero; la Unión Europea no pueda ser considerada como un verdadero actor geopolítico en este momento, y segundo; la dependencia de los países europeos de las estrategias de ultramar desde el punto de vista de la seguridad.

Esta condición en el seno de la Alianza Atlántica no permite, por el momento, que Berlín y París sean actores decisivos en las estrategias diplomáticas con Moscú, y menos aún la Unión Europea, que nunca ha desarrollado una estrategia de seguridad común entre los distintos Estados miembros. Políticamente esto ha debilitado a nivel interno al recién estrenado canciller alemán Scholz, que no ha podido demostrar el liderazgo y la fuerza de su predecesora Ángela Merkel. Así como también Macron, no ha logrado ganar los puntos necesarios para concretar un triunfo diplomático que le dé la proyección política que necesita de cara a las próximas elecciones presidenciales francesas.

En estas circunstancias, los países europeos se encuentran aplastados por las posiciones de Washington y con poco margen de maniobra diplomática frente a Rusia. El propio Macron podría intentar plantear la cuestión de esta dependencia estratégica de Estados Unidos, como ha ocurrido en el pasado, pero el riesgo sería el de dividir la Alianza Atlántica, un paso arriesgado en este momento histórico, si se da con demasiada vehemencia. Por su parte, el reciente anuncio de Berlín de invertir hasta 100.000 millones de euros en defensa, además de suponer un punto de inflexión en la historia reciente de Alemania, es una clara muestra de que antes la seguridad era un sector que lo delegaban en gran parte a la OTAN. Pero sigue pareciendo cuesta arriba que la Unión Europea logre consolidarse como un bloque independiente de la OTAN en materia de defensa, son muchos los compromisos que los unen, son muchas las bases militares desplegadas a lo largo del continente.

Macron, sigue tratando de tener un papel preponderante a nivel de las negociaciones, así como también Sholtz, pero el presidente de Turquía Recep Tayyip Erdoğan también ha tratado de pescar en este río revuelto tratando de servir de mediador en el conflicto Rusia-Ucrania, a través de su  ministro de Asuntos Exteriores, Mevlüt Çavuşoğlu, sin resultados considerables. Este es el juego de la política, donde no hay amigos, solo aliados circunstanciales. Solo resta ver si en el campo diplomático la Unión Europea consigue liberarse, al menos parcialmente, de la Alianza Atlántica, encontrando un papel clave en las negociaciones con Moscú. En el campo económico hay la certeza que las sanciones impuestas a Rusia, si no se actúa con prontitud en el ámbito diplomático, harán más daño  en el Continente Europeo que inclusive  la misma pandemia.

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Yoselina Guevara López Corresponsal en Italia

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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