Bolívar, Genio de estos tiempos

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El 24 de julio de 1783, hace 238 años, nació en Caracas, capital de Venezuela, en una casa ubicada entre las esquinas de Traposos a San Jacinto, Simón José Antonio Bolívar y Palacios. Como cualquier niño rico de la época, escribe Vinicio Romero Martínez en su libro “Qué celebramos hoy”, nace Bolívar entre telas de seda, cojines de terciopelo carmesí con guarnición de oro, entre pañales de Holanda. La primera gran paradoja de este ser que nacía en la Caracas colonial, una aldea prácticamente, de calles empedradas, anchas, largas y derechas como las describió el historiador José Oviedo y Baños, es que habiendo nacido al amparo de una gran fortuna y rodeado de la élite de una sociedad mantuana y oligárquica, el llamado patriarcado criollo, va a morir en la más absoluta pobreza, incurso en un laberinto de pasiones febriles y casi en total soledad en la población de Santa Marta, Colombia, el 17 de diciembre de 1830.

Hijo del coronel Juan Vicente Bolívar y Ponte, quien había nacido en la Victoria, estado Aragua en 1726 y de doña María de la Concepción Palacios y Blanco, caraqueña nacida en 1758. Rebelde desde muy temprana edad, difícil y complejo fue el proceso de educación inicial del niño Simón. Maestros como Francisco Andújar, Andrés Bello, José María Pelgrón tuvieron que lidiar con aquel joven que lo preguntaba todo, que inquiría saberlo todo y que mostraba inquietudes que asombraban a todos. El maestro que tuvo el tino de canalizar, moldear y darle sentido a los caprichos del mocetón fue sin lugar a dudas, Simón Rodríguez, quien sería llamado posteriormente por Bolívar, “el Sócrates de Caracas”.

En aquella Caracas fundada a orillas del río Guaire y en las laderas de la montaña “Waraira Repano” y bajo el patronato de la Santísima Trinidad, el niño Simón se divertía encaramándose en los árboles de mango y de granada, bañándose en las aguas frescas y limpias del Guaire y jugando con sus hermanos en aquella espaciosa casa. Su padre muere cuando apenas tenía tres años de edad y su señora madre también fallece cuando Bolívar tenía nueve años. Sin el calor paterno y materno, el niño Simón pasa al cuidado del abuelo Feliciano Palacios. Un verdadero lío judicial que llegó a la Real Audiencia de Caracas lo fue el escape de Bolívar de casa de su abuelo porque era gruñón y lo regañaba por todo y por nada. Niño aún, se defendió fieramente y en la disputa por determinar quién ejercería su tutoría, famosa es la expresión de aquel niño cuya genialidad despertaba: “Ustedes pueden hacer con mis bienes lo que quieran, pero con mi persona no. Si los esclavos tienen libertad para elegir a sus amos, a mí no me la pueden negar para vivir en la casa que me agrade”. Es el propio niño Simón quien decide vivir con su tío Carlos y ser educado por Simón Rodríguez, un verdadero sabio con ideas educativas y pedagógicas renovadoras, el hombre más extraordinario del mundo y el que formó su corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso y de quien jamás olvidó ni siquiera una coma de las grandes sentencias y enseñanzas que le impartió. Así lo va a reconocer Bolívar en carta que le dirige a su maestro el 19 de enero de 1824 desde Pativilca.

En el proceso educativo de Bolívar se puede afirmar aquello de quien quiere puede, más cuando se tiene conciencia de que el que estudia está en condiciones de conocer el origen de las cosas y además prepararse para ser útil a la sociedad y ese fue el camino emprendido por aquel muchacho preguntón y lleno de inquietudes. Moral y luces son nuestras primeras necesidades, afirmaría más tarde. Andrés Bello, Simón Rodríguez, Guillermo Pelgrón, Carrasco y Fernando Vides fueron sus maestros en escritura, letras, geografía, aritmética, latín; el fraile José Antonio Negrette en historia y religión. En tiempos de la colonia, o escogías ser sacerdote o militar. En el carácter de Bolívar, tal vez por herencia de su padre, las armas fue el camino escogido y en 1797 entró como cadete del Batallón de Milicias de Blancos Voluntarios de los Valles de Aragua y luego, el 4 de julio de 1798 fue ascendido a subteniente, con la calificación de “sobresaliente”. Con el fraile Francisco Andújar estudió matemáticas en una academia mandada a montar para “él solo en su casa”. Además de las matemáticas, el sabio Andújar le enseñaba física, dibujo topográfico, algebra y geometría.

«En estos tiempos de incertidumbre, el genio de Bolívar es un remedio justo y necesario»

En Europa, concretamente en España y bajo la orientación del Marqués de Ustáriz, Bolívar recibió clases de esgrima, baile y equitación que luego le sirvieron de mucho en sus largas jornadas de acaballo y en los combates donde participó, así como en los saraos donde deslumbraba bailando sin descanso. En carta a Santander fechada el 20 de mayo de 1825, Bolívar afirma haber estudiado muy bien a Locke, Candillac, Buffon, Dalambert, Helvetius, Monstesquieu, Mably, Filangieri, Lalande, Rousseau, Voltaire, Rollin, Bertht y a todos los clásicos de la antigüedad, historiadores, poetas, filósofos, los clásicos modernos de Italia, Francia, España y buena parte de los intelectuales ingleses. Para dirigir la empresa de la independencia, con tanto acierto como lo hizo, Bolívar no era ningún improvisado. Para él, la instrucción era la felicidad de la vida, leía mucho, de todo y siempre, el ignorante, que siempre está próximo a revolverse en el lodo de la corrupción, se precipita luego infaliblemente en las tinieblas de la servidumbre.

En 1807, Bolívar decide regresar a su patria a servirle, antes, el 15 de agosto de 1805, había jurado en Roma, en el Monte Sacro, no dar descanso a su brazo ni reposo a su alma hasta romper las cadenas que la oprimían por voluntad del poder español. Juramento dado apenas a los 22 años de edad y que supo cumplir a cabalidad. Ya en Caracas, Bolívar participa de las reuniones conspirativas contra el gobierno español. Cuando se da el grito de independencia del 19 de abril de 1810, el futro Libertador no se encontraba en la ciudad. Destacada fue su participación en la Sociedad Patriótica. Conoce a Miranda con el cual se reúne y se constituye en uno de sus colaboradores. Cuando se da la firma del Acta de la Independencia de 1811, Bolívar no aparece entre los firmantes de la misma. Con la caída de la Primera República y el apresamiento de Miranda en la cual tuvo que ver Bolívar y otros patriotas, viaja a las Antillas y en Jamaica escribe su famosa Carta donde analiza la situación geopolítica de la América y profetiza sobre el futuro del Continente. Allí es objeto de un intento de asesinato por su esclavo, el negro Pío. Desde Colombia escribe el Manifiesto de Cartagena y esboza su plan para la liberación de su país, no sin antes exponer las causas de la perdida de la Primera República.

Con el grado de Brigadier, con un puñado de valientes soldados, el joven Bolívar inicia desde las orillas del río Magdalena la lucha en firme contra la dominación española. En 1813 da inició a lo que se conoce como la Campaña Admirable que lo llevará desde el estado Táchira hasta su Caracas natal donde recibe el título de “Libertador”. El año de 1814 fue nefasto para los patriotas. Muchas derrotas sufrieron y en salvaguarda de sus vidas huyeron de la capital tras la llamada Migración a Oriente encabezada por El Libertador. Diversos son los sucesos que ocurren en la vida de Bolívar, momentos muy duros que lo hacen que flaquee en su lucha, al punto de intentar quitarse la vida en el Rincón de los Muertos.

Repuesto y con el mando del Ejército Patriota, su estrella comienza a resplandecer y en Angostura pronuncia su famoso Discurso donde anuncia la conformación de un nuevo Estado con un sistema de gobierno. Ese Discurso es clave para entender el ideario bolivariano, su visión política del mundo. Allí anuncia la creación de la Gran Colombia y de allí parte a liberar a la Nueva Granada y luego regresa para liberar a Venezuela lo cual logra en la Batalla de Carabobo que acaba de cumplir doscientos años.

En su sueño está concebida la liberación de todo el Continente Latinoamericano y por eso marcha al Sur y así logra la independencia del Ecuador, del Perú y la fundación de Bolivia. En todo este accionar libertario, Bolívar en su genialidad va fundando pueblos, redactando constituciones, dictando decretos para ordenar los gobiernos, la hacienda pública, la educación para todos, la eliminación de las desigualdades, la liberación de los esclavos, lucha por la moralidad y contra la corrupción. Convoca al Congreso Anfictiónico de Panamá y llama a la conformación de la Patria Grande. Alerta sobre la existencia al Norte del Continente de una Nación muy rica, muy poderosa y capaz de todo. Varios intentos de asesinato en su contra como el de Bogotá en 1828 organizado por Santander y una pandilla de militares y civiles traidores que le debían todo al Libertador. Las enfermedades producto de la guerra, las envidias, las traiciones, hicieron mella en el cuerpo y alma de aquel Capitán valiente que, desde entonces, como lo escribió Neruda, ha extendido en lo inmenso su metálica forma y su sonrisa y su voz palpitan en las redes del pescador que lo saca a la luz y su sombra, que se agiganta siempre, nos conduce a la esperanza.

Más de doscientos años han pasado desde el nacimiento del Libertador y su grandeza se acrecienta como crece la sombra cuando el sol declina como afirmó el inca Choquehuanca. Difícilmente exista un país en el mundo que no tenga una plaza con la estatua de Bolívar, un pueblo llamado Bolívar y es que su genialidad no tiene límites. Desde que se marchó físicamente, muchos son los acontecimientos que se suceden y que fueron, algunos, anunciados proféticamente por él. Guerras mundiales con cientos de millones de muertos. Aparecimiento de bloques de poder hegemónicos. Desastres naturales que azotan al planeta como consecuencia del cambio climático ocasionado por la desidia y la vorágine desarrollista. Acrecentamiento de las desigualdades y de la brecha entre ricos y pobres que han creado verdaderos cinturones de miseria. Sistemas de gobiernos débiles y marcados por la corrupción de sus gobernantes. Persecución y muerte a líderes sociales defensores de los pueblos. El capitalismo cada vez más salvaje, globalizado y neoliberal con un mercado cuya mano visible atosiga y estrangula los cuellos de las naciones en desarrollo. Ricachones que organizan viajes planetarios mientras miles mueren por falta de agua. Intervenciones imperiales en violación a la soberanía de los países con un orden mundial decadente incapaz de protestar contra esa barbarie del ajedrez político de los poderosos. Nuevas modalidades de la guerra, concebidas desde la privatización de empresarios que no vacilan en contratar mercenarios para que asesinen presidentes y líderes populares ante el silencio cómplice de los verdaderos amos imperiales.

«En las luchas por hacer del hombre y de la mujer, seres absolutamente libres, reencarnar en Bolívar, desde su pensamiento honesto, es el método insurrecto para el logro de la liberación de los pueblos, la independencia y respeto a nuestra soberanía»

Frente a toda esa hecatombe, la obra de Bolívar continúa en pleno resplandor. Sus enseñanzas son verdaderas guías de aprendizaje permanente. Como ayer, aún intentan matarlo moralmente, pero él, en su inmensidad sigue brillando hasta el fin de los tiempos. Este caraqueño universal que nació para lo grande dejó de ser hace mucho patrimonio de los venezolanos para pasar a serlo del mundo entero y sigue siendo el capitán combatiente, grito perenne de libertad. De su sangre saldrán la paz, el pan y el trigo del nuevo mundo que construiremos con tu ejemplo, padre Bolívar. Hoy Bolívar no es un nombre solamente, como lo escribió el profesor Samuel Moncada. Ahora es un pueblo en acción. Es una constante y reiterada invitación a la unión de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Hoy su pensamiento está más vigente que nunca. Los principios de las guerras revolucionarias lideradas por Simón Bolívar, escribe el profesor J. R. Núñez Tenorio, dan sentido a la vía revolucionaria emprendida por las clases oprimidas y explotadas para derrotar a sus opresores y explotadores.

En las luchas por hacer del hombre y de la mujer, seres absolutamente libres, reencarnar en Bolívar, desde su pensamiento honesto, es el método insurrecto para el logro de la liberación de los pueblos, la independencia y respeto a nuestra soberanía. Como lo escribe Eduardo Blanco en su “Venezuela Heroica”, Bolívar absolvió todo el aliento de la gran revolución americana, en medio del caos de una sangrienta lucha, tuvo que crearlo todo y luchar contra todo lo creado. Blanco de todas las intrigas y asechanzas supo vencer con las armas, la persuasión y la política. Porque Bolívar pudo siempre decir, “Yo soy la revolución, en mí encarna la República”. Venezuela, en su lucha    presente por la verdadera democracia participativa y protagónica, que proyecta su accionar hacia los pueblos hermanos de América y del Caribe y que por ello es objeto de amenazas injerencistas y de bloqueos criminales, su pueblo, debe tener en su Libertador, un faro permanente de luz y de dignidad. En la genialidad de Simón Bolívar radica la fuerza indestructible de todo aquel que desee ser libre para siempre. Venezuela no soporta nuevas traiciones. Elevar nuestra conciencia nacional para estimular el avance de las fuerzas del pueblo, sacarlo de la postración y el servilismo, ese ha de ser, como afirmó J. R. Núñez Tenorio, el gran compromiso de la intelectualidad patriótica y socialista. En estos tiempos de incertidumbre, el genio de Bolívar es un remedio justo y necesario.

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Félix Roque Rivero Abogado

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