60 años del barcelonazo: levantamiento cívico-militar contra Betancourt

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La  madrugada del 26 de junio de 1961, los barceloneses despertaron con el trepidar de muchos pasos que resonaban en las calles principales de la ciudad. Al asomarse por las ventanas, los vecinos de las calles aledañas al cuartel Pedro María Freites, donde se encontraba acantonado el batallón de infantería Mariño, se dieron cuenta que la situación que ocurría no era normal. Qué pasa, es se preguntaban. Para algunos, era la continuación de otros alzamientos militares que se enfrentaban al gobierno de Rómulo Betancourt.

Quiénes se alzan

Una de las primeras acciones realizada por los militares insurrectos, con el apoyo del mayor Luis Alberto Vivas Ramírez (Promoción 1947 – José Félix Ribas) y los capitanes Rubén Massó Perdomo  (Promoción 1950 – José Francisco Bermúdez) y Tesalio Murillo (Promoción 1952 – Juan Bautista Arismendi), José Gabriel Marín y Enrique José Olaiza, fue la toma de la casa de Acción Democrática (Adeco), ubicada en la Avenida 5 de julio, diagonal al Parque Tucusitos. Mientras otro grupo importante de uniformados se trasladaron a la sede de la Casa de Gobierno, donde se encuentra actualmente la alcaldía del municipio Simón Bolívar. Allí son detenidos Rafael Solórzano Bruce, gobernador del estado; Carlos Canache Mata, secretario general de gobierno, otros integrantes del tren Ejecutivo y Efraín Landa, secretario general del partido socialcristiano Copei.

Los funcionarios policiales que se encontraban de guardia en el viejo cuartel de la calle San Carlos (hoy Escuela Eulalia Buróz), fueron apresados y desarmados, para evitar cualquier confrontación que arrojase hechos lamentables. Sin embargo, no todo fue así. A las seis de la mañana, cuando se iniciaban las transmisiones de Radio Barcelona, los rebeldes tomaron los estudios de esta emisora, para dar a conocer la primera proclama del movimiento que nacía con el nombre de “barcelonazo”.

Llamado mediático

A esa hora, Narciso Rivas Mata y Emilio Figueroa llamaban, a través de la radio, a los habitantes de Barcelona a permanecer en sus hogares para evitar ser confundidos con los “malhechores que pretendían crear desasosiego”. Por otra parte, hablaban en nombre de las Fuerzas Armadas quienes, a través del Movimiento Libertador, buscaban redimir a Venezuela de las autoridades de la época. De manera simultánea, también fueron tomados los estudios de Ondas Porteñas (hoy Unión Radio), situados en la calle Libertad de Puerto la Cruz.

Conocida la situación, el gobierno nacional, presidido por Rómulo Betancourt, de inmediato ordena la rendición de los rebeldes. Con la amenaza del envío de una flotilla de la Fuerza Aérea; los alzados se dan cuenta que no tuvieron el apoyo que esperaban. A Barcelona llegaron refuerzos de Maturín y Cumaná “a fin de tomar las precauciones necesarias, para completar el aplastamiento de la intentona golpista”, según la orden emanada de las autoridades.

A partir de las 10 de la mañana, un dejo de incertidumbre y la sensación de caos, contribuyó al aislamiento de los rebeldes.  El movimiento insurreccional había sido controlado por las fuerzas leales al Gobierno.

Este hecho final de un día que apenas comenzaba dejaba, en apenas 15 minutos, 19 muertos y 13 heridos. Un silencio sepulcral invadió a la ciudad capital, solo el “murmullo” de testigos referenciales dejó correr como un reguero de pólvora lo que fue calificado, posteriormente, como una masacre.

Líderes post mortem

La rebelión había durado cinco horas, luego quedaba el traslado de las víctimas al principal centro hospitalario de Barcelona. Algunas personas enteradas a última hora sobre la participación de sus familiares en lo que había sido el quinto levantamiento cívico-militar contra el gobierno de la coalición AD-Copei, comenzaron a sentir presentimientos macabros sobre la suerte de quien había dicho que iba al mercado o a realizar cualquier otra diligencia.

Las puertas del viejo Hospital Luis Razetti (donde posteriormente se construyó la Plaza Tricentenaria), se abarrotaron de personas vinculadas a las víctimas, mientras los curiosos se ubicaban en las adyacencias del grupo escolar República de Chile (donde hoy se encuentra la Gobernación del estado), para conocer de primera mano los acontecimientos que culminaron con el velorio más grande que ha tenido Barcelona.

La develación  del plan

En su trabajo publicado en 1986 en el desaparecido Diario de Oriente, “25 años del barcelonazo”,  el escritor y docente Eleazar Mejías Motta señala que “más tarde, los cabecillas del derrotado movimiento acusarían públicamente de traidor a un oficial subalterno, que según ellos, estaba comprometido con la rebelión hasta el último momento”.

Precisamente, la tradición oral de Barcelona identifica a este militar como el  subteniente de apellido Carrasquel, junto al cocinero del cuartel conocido como Piña. Los hechos históricos al ser hilvanados conducen a que, precisamente, el militar antes referenciado, al aprovechar los primeros movimientos de los rebeldes, se traslada hasta la casa de gobierno, donde hace contacto con el secretario general de gobierno, Carlos Canache Mata, de militancia adeca.

De acuerdo a lo escrito por el poeta Mejías Motta, quien se dedicó a investigar sobre este hecho, se manejaron tres hipótesis sobre el desenlace de la rebelión del cuartel Pedro María Freites. La primera es que el cocinero Piña, junto con el subteniente Carrasquel, al reunirse con Canache Mata trazaron una estrategia para dominar a los rebeldes. La segunda versión, conllevó a un intercambio de disparos entre soldados y civiles sediciosos, lo que condujo a una masacre. La tercera hipótesis es la que, según Mejías Motta, cobró más fuerza. El fusilamiento de los rebeldes por órdenes superiores.

Posteriormente, fueron puestos a la orden de los tribunales militares el mayor Luis Alberto Vivas Ramírez; los capitanes Rubén Massó Perdomo, Tesalio Murillo Fierro, José Gabriel Marín y Enrique José Olaiza; y los civiles José V. Trías, Rafael Roa, Rafael Vera, Manuel Martínez, Rafael Torrealba, Juan de Dios Reyes, Danilo Méndez, Rafael Estanga, Rachid Vahlis, Carlos Parra, Rafael Pérez, Oscar Parés, Pedro Bello, Julio Boada, Carlos Quijada, Alejandro Trías  y José Rafael Soto.

Después de 60 años, con el alzamiento del barcelonazo, los familiares y amigos de las víctimas aún mantienen la duda sobre ese hecho, donde no hubo víctimas de las filas del Gobierno. Mientras tanto, en el túnel del tiempo, los espíritus de los mártires de la refriega del 26 de junio de 1961 transitan las calles de Barcelona reclamando su sitio en la historia para no quedar en el olvido.

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William Gómez García Periodista del estado Anzoátegui

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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