Estados Unidos y México enfrentan su primera crisis migratoria desde la llegada a la Casa Blanca de Joe Biden. Ante la oleada de migrantes mexicanos que desean entrar al país de las barras y estrellas, el presidente estadounidense encargó, el miércoles 24 de marzo, a su vicepresidenta, Kamala Harris, la gestión de la crisis. Biden calificó el reto de “muy exigente”, pero dijo que Harris es la persona “más calificada” para afrontarlo, afirmando que “ella está liderando el esfuerzo porque creo que es importante poner a alguien que, cuando hable, nadie tenga que preguntarse dónde está el presidente. Cuando ella habla, habla por mí; ella no tiene que consultar conmigo, sabe lo que está haciendo”.
El primer mandatario añadió, sin embargo, que también será necesaria la cooperación de México, Guatemala, Honduras y El Salvador. Por su parte, Harris informó que no será un trabajo fácil, “pero ciertamente de gran importancia” y dijo que las razones por las que muchas personas abandonan su nación no solo tienen que ver con la violencia, el narcotráfico y la pobreza, sino también con desastres naturales como huracanes, inundaciones y terremotos.
La Vicepresidenta destacó que espera trabajar con las autoridades de la Región con el objetivo de garantizar la prosperidad. En esta línea, el propio Biden afirmó que Estados Unidos invertirá 700 millones de dólares en un plan de desarrollo para los países del Triángulo Norte (Honduras, Guatemala y El Salvador), como parte de un esfuerzo para abordar las causas fundamentales de la migración.
Soberanía Mexicana contra la injerencia
Durante una conferencia de prensa, el martes 23 de marzo, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se negó a permitir que una comisión de alto nivel del gobierno de Estados Unidos supervise las medidas que actualmente regulan la inmigración en la frontera sur de su país. «No aceptamos visitas de supervisión. No somos una colonia ni un protectorado. México es un Estado independiente, soberano y libre», reiteró el presidente mexicano.
De esa manera el mandatario trata de mantener vivo un principio de autonomía inalienable y de freno al intervencionismo extranjero respecto a los asuntos y cuestiones dentro de las fronteras mexicanas. Sin embargo, AMLO subrayó que las relaciones con Washington son de respeto mutuo y sostuvo que la política migratoria de Biden es “muy buena”, pero que tardará en regularizar a los inmigrantes mexicanos.
El canciller mexicano, Marcelo Ebrard, y la coordinadora de la frontera sur de la Casa Blanca, Roberta Jacobson, se reunieron el martes 23 de marzo en la Ciudad de México con el objetivo de discutir el flujo migratorio hacia Estados Unidos. Ebrard ha reconocido que aún no se ha alcanzado “un punto definitivo”, pero ha subrayado que ambos gobiernos se comprometen a analizar la cuestión para permitir una migración segura y ordenada.
Crisis migratoria
Desde la llegada del actual dirigente estadounidense a la Casa Blanca, se ha producido un aumento significativo del número de migrantes en Estados Unidos, en particular de los menores no acompañados, que se encuentran actualmente en centros para migrantes. En febrero, los funcionarios de migración de Estados Unidos detuvieron a más de 100 mil personas en la frontera sur, lo que supone un aumento del 28% respecto al mes de febrero de 2020.
Durante una entrevista, el senador republicano Ted Cruz dijo que “esta crisis fue creada por el gobierno de Biden y sus propias políticas”. Mientras que Nancy Pelosi, presidenta Demócrata de la Cámara de Representantes, dijo que el creciente flujo de migrantes no se debe a las medidas del presidente, sino al cambio de las condiciones climáticas por la llegada de la primavera, y señaló que Biden está tratando de manejar el asunto de una “manera mucho más humana que antes”.
Política migratoria Era Biden
Las economías mexicana y estadounidense están extremadamente interconectadas y son interdependientes, y tienen un peso político crucial. El vínculo entre economía y migración en el continente es sumamente tangible, de allí que sea constante el flujo de migrantes hacia la superpotencia del norte, aunque verdaderamente lo que encuentren muchas veces sea la pesadilla americana de la discriminación, violencia, explotación y pobreza en toda la extensión de la palabra.
A diferencia de otros países, México siempre ha adoptado la llamada política de brazos abiertos, de la cual AMLO ha sido un gran defensor al punto que al inicio de su mandato promovió una campaña dirigida a los migrantes para que se quedaran en tierras aztecas. Esto ocurrió al mismo tiempo que Estados Unidos, bajo la presidencia de Trump, aprobaba una ley que obligaba a los solicitantes de asilo, refugiados y migrantes de diversa índole a esperar fuera de sus fronteras el resultado del proceso de sus solicitudes, lo cual obliga irremediablemente a los migrantes a aguardar en centros de migrantes en México.
Desde el inicio del mandato de Joe Biden, ambos mandatarios coincidieron en que para «atender» las causas de la migración en Centroamérica y el sur de México es necesario «construir un futuro de mayores oportunidades y seguridad en la Región». Por eso hablaron de «un nuevo enfoque regional» que ofrezca una alternativa para que los migrantes «no emprendan el peligroso viaje a Estados Unidos». Pero está por verse si verdaderamente Biden realizará un cambio de ruta con respecto a las inhumanas políticas migratorias de su predecesor. Por ahora, solo ha realizado algunos pasos decisivos que, para algunos analistas, efectivamente han signado la actual crisis migratoria.
Entre la veintena de órdenes ejecutivas del presidente Biden encontramos varias medidas relacionadas con el tema de la reagrupación familiar de los menores acogidos en el país; la ampliación de la ciudadanía estadounidense a unos 11 millones de inmigrantes indocumentados; el fin de las restricciones de viaje a los extranjeros de países de mayoría islámica; el compromiso de conceder permisos de residencia y trabajo a los migrantes procedentes de países afectados por catástrofes naturales o escenario de conflictos armados; e igualmente importante es la intención de querer superar los «protocolos de protección de los migrantes» y la voluntad de detener inmediatamente las obras de construcción del muro en la frontera con México.
También es necesario señalar que, por primera vez en la historia de Estados Unidos, encontramos a un latinoamericano en el Departamento de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, de origen cubano. Para la vicepresidenta Kamala Harris esta nueva tarea puede eclipsar su agenda política de no obtener los resultados esperados. En tanto deberá frenar el flujo de migrantes de México y Centroamérica, además de supervisar el plan de la administración Biden para invertir cuatro mil millones de dólares en las economías de Honduras, El Salvador y Guatemala para reducir la violencia y la pobreza. Basta esperar y ver si efectivamente este es el bautizo de fuego que podría llevar a Kamala Harris a la Presidencia de los Estados Unidos, cumpliendo la profecía que habría lanzado Donald Trump al perder las elecciones norteamericanas.
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Yoselina Guevara López Corresponsal en Italia
