Momentos de violencia y tensión se vivieron el día martes 16 de febrero en la frontera entre Brasil y Perú cuando más 300 migrantes haitianos trataron de cruzar el Puente de la Integración, que une a la ciudad brasileña de Assis, en el estado de Acre, con la región peruana de Madre de Dios. Los migrantes superaron las barreras del puente que está cerrado desde marzo de 2020, y llegaron hasta la plaza de central Iñapari, Perú, pero fueron expulsados por la policía local, que usó gases lacrimógenos y que a su vez recibió la respuesta por parte de los desplazados con palos y piedras. Ante un estado de tal confusión, los agentes debieron usar camionetas para devolver a los migrantes al lado brasileño. Las autoridades de Madre de Dios, solicitaron la intervención de la Cancillería para evitar un conflicto de mayores dimensiones que implique no solo repercusiones a nivel social sino también en el área sanitaria debido a la pandemia del Covid-19 que en territorio brasileño no está controlada y que de hecho cada día ve incrementarse la cifra de víctimas fatales y contagiados.
Por su parte, el alcalde de Assis, Jerry Correia, declaró a la prensa que la “situación es caótica y dramática”, debido al gran número de niños y niñas que forman parte de las familias migrantes. Igualmente, el edil señaló que se reunió con el gobernador de Madre de Dios, Luis Hidalgo, para que las autoridades peruanas autoricen el ingreso de los haitianos.
Un largo y cíclico viaje
La caravana está conformada por hombres, mujeres, niños y niñas, en su mayoría provenientes de Haití, los cuales, debido al terremoto de 2010, decidieron migrar al gigante suramericano con la finalidad de mejorar sus condiciones de vida. Pero la estabilidad económica que habían alcanzado mermó con la pandemia del Covid-19, generando con ella la pérdida de gran cantidad de empleos, aunado a la falta de asistencia sanitaria, lo que ha hecho imposible la sobrevivencia de un gran número de migrantes en Brasil.
Si bien el grupo más numeroso de los migrantes es haitiano, también se encuentran ciudadanos y ciudadanas de Senegal, Pakistán, Bangladesh e India, de los cuales muchos no hablan español, solo portugués y francés, y han manifestado que su meta de viaje no es Perú, ni Ecuador, sino México o Estados Unidos, que solo desean pasar las fronteras para llegar a su tan ansiado destino, en una espiral que los llevará a un nuevo inicio de otra pesadilla, de violencia, discriminación y racismo. Una vorágine cíclica que pareciera no tener final, hasta que los gobiernos del mundo intenten ser más equitativos y garanticen la seguridad en todos los ámbitos para que las personas puedan vivir finalmente en paz en sus lugares de origen.
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Yoselina Guevara López Corresponsal en Italia