Por Yoselina Guevara López
En el centro de la Plaza de San Pedro en la Ciudad del Vaticano, teniendo como marco la monumental columnata de Bernini, se encuentra el pesebre y el árbol de navidad que tradicionalmente se exhibe desde más de tres décadas. Este año la imagen de la Natividad está representada por un Pesebre en cerámica refractaria que asombra no solo por la postmodernidad de las figuras de María, José y el niño Jesús, sino por la incorporación de un ángel con aletas de enfriamiento, un astronauta, un guerrero que representa la pena de muerte, y las barbas asirio-babilónicas de los Reyes Magos delineadas bajo el neón de una línea que trata de semejar una montaña. Por ello estas estatuas han despertado una lluvia de críticas en contra y en pro, acompañadas de una multitud de emociones que van desde el rechazo, la maravilla y la curiosidad en el público.
Las figuras de la Natividad sobrepasan el tamaño natural y fueron hechas por los profesores y estudiantes del Instituto de Arte «F.A. Grue» de Castelli (Teramo), en el decenio de 1965 a 1975. El grupo original consta de 54 piezas, de las cuales solo unas pocas están presentes en la muestra. Este Pesebre de Castelli ya había sido exhibido en Roma en 1970, luego en Jerusalén, Belén y Tel Aviv. Cabe destacar que la región de Abruzzo, de donde proviene el presepe, es ampliamente reconocida a nivel internacional por su cerámica elegante, formal, refinada y de delicada inspiración decorativa.
Un pesebre de años
El proyecto del Pesebre Monumental de Castelli, para ser comprendido, debe contextualizarse en el período histórico y el entorno en el que fue realizado. Los años 60 y 70 del siglo pasado fueron años de agitación política, cultural y religiosa, que catapultaron al arte hacia la experimentación y la innovación, haciéndolo abandonar las formas tradicionales de representación figurativa en favor de la abstracción. Desde este punto de vista, es bastante legítimo que dentro de un instituto de arte, lugar de estudio de las técnicas antiguas, pero también de propuestas innovadoras en el campo artístico, se experimentan nuevos caminos, que hoy en día a nuestros ojos pueden ser percibidos como que rompen con la consolidada tradición de la representación de la Natividad.
Una abrumadora crítica
Esta es, ciertamente, una Natividad que no será admirada por sus estatuas clásicas, pero que lleva al público a cuestionarse sobre las diferentes formas de representación y también sobre las figuras que deberían formar parte de una sagrada familia moderna, mucho más en consonancia con nuestro tiempo. Una vez más, por lo tanto, el arte hace que la gente discuta y así logra su objetivo, el de hacer que reflexionemos y nos confrontemos con la realidad actual. Esta es su fuerza disruptiva, discutir, hablar de sí mismo, como le sucedió a Caravaggio cuando realizó la conversión de Pablo y representó el lomo del caballo en primer plano pero plasmando toda la fuerza de lo invisible que surge en un cambio profundo a nivel espiritual; o «La muerte de María» que toma como modelo de una prostituta que se había ahogado y cuyo cuerpo hinchado le sirvió de inspiración; o a Bernini con su éxtasis pleno de erotismo y sensualidad de Santa Teresa. Estas forman ahora parte del canon de obras maestras inolvidables de la humanidad. pero que a lo largo de los años fueron duramente cuestionadas. Para algunos críticos, que sienten repugnancia por el arte contemporáneo, el pesebre de Castelli es una obscenidad, una humillación al catolicismo, donde según Vittorio Sgarbi “los personajes parecen astronautas e incluso las ovejas, el buey y la mula son irreconocibles”. Por el contrario, algunos expertos en arte han acogido el Pesebre de Castelli como un acto de innovación incluso en un contexto, el de la Natividad, en el que el tradicionalismo de las formas es muy arraigado.
Personajes inquietantes
El foco del conjunto en su totalidad no pareciera ser el niño Jesús sino el ángel Gabriel, el cual se eleva sobre todo. El mismo está rodeado por una enorme aureola, cuya inspiración parece venir del arte egipcio, especialmente del Pilar Djed o Zed con el cual se verifican similitudes por su elaboración en forma de columna con base y capitel y las barras paralelas.
En esta particular Natividad se hace presente un verdugo con un casco con cuernos que recuerda a Darth Vader, personaje del film «La guerra de las galaxias» (1977), pero que al momento de realizar las figuras no se había ni siquiera estrenado. De acuerdo a la opinión de los voceros de la Iglesia católica la incorporación de este personaje responde a la oposición del Vaticano a la pena de muerte. Argumento que en el momento de creación de este pesebre estaba en voga.
Complementa este particular pesebre un astronauta que parece estar sosteniendo o dando a luz algo. Considerando el hecho de que esta figura fue creada entre 1965 y 1975, podría ser una referencia a la conquista del espacio estelar por el ser humano.
Un pesebre y una misma realidad
En el pesebre de Castelli el concepto de tradición se encuentra solo en la continuidad del uso de la técnica centenaria del arte cerámico y en el uso distintivo de los colores de esa tierra, con lo que los caracteres del pesebre se reinterpretan en formas nuevas e inéditas. Como han declarado los autores y como hemos podido observar, hay referencias a modelos que se remontan al arte mesopotámico, el arte egipcio, pero también hay referencias al Renacimiento, al neobarroco y al arte popular. Las figuras que lo componen son hieráticas, los cuerpos tienen la forma de un cilindro, la cabeza la forma de una esfera, en la casi total ausencia de extremidades. Las figuras humanas carecen de gestos y movimientos, su mirada se fija en el espectador, no parece haber diálogo entre los personajes; todo ello en contraste con el realismo de los animales. En esta representación hay una abstracción total del cuerpo, donde se renuncia al dinamismo y a la comunicación ad intra y ad extra, son figuras encerradas en un módulo geométrico cilindro-esfera. Es necesario distinguir en cada obra la cualidad esencial del presente, ¿acaso no estamos viviendo esta misma representación de las figuras, encerrados en una realidad virtual, marcados por el distanciamiento social y el miedo del otro?. Una vez más el lenguaje del arte nos une a pesar de los años,las distancias y nos lleva a descubrir nuestra propia verdad.
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Yoselina Guevara López Corresponsal en Italia