Por Correo del Alba
Desde la conmemoración de los 500 años de la llegada de Cristóbal Colón a América, en 1992, la historia contada durante siglos de una romantizada “conquista” y reconocimiento a los españoles, que desembarcaron en el Caribe un 12 de octubre de 1492, dio un giro radical.
Aquella fecha evoca el comienzo del mayor genocidio de la historia, con más de 80 millones de seres humanos asesinados y al menos 20 millones esclavizados, como señala un Twitter que circula en redes.
Fueron los propios pueblos indígenas y la izquierda de América Latina y el Caribe los encargados de ir situando en su justo lugar a colonizadores y colonizados, hombres y mujeres originarios de este lugar del mundo, que sufrieron, y siguen sufriendo, las consecuencia de una imposición de manera brutal, que va desde las balas y epidemias hasta la violencia simbólica, de una cultura que se cree y se impone como superior a otra.
En el actual reino de España la nostalgia perdura y se le denomina al 12 de octubre “Día de la Hispanidad”; sin embargo, la fecha por estas latitudes ha sido rebautizada con distintas denominaciones como, por ejemplo, el «Día de la resistencia indígena». Por su parte, los manifestante del estado de Oregón, Estados Unidos, la designaron como el “Día de la ira de los pueblos indígenas”, en respuesta al feriado federal del 12 de octubre denominado «Día de Cristóbal Colón», una figura ahora controversial para los pueblos originarios, por evocar siglos de genocidio contra la población nativa de América.
Y la ira se canalizó primero en Portland, ciudad principal del estado de Oregón, la noche del domingo 11 de octubre, con el derrumbamiento de las estatuas de los expresidentes Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln, las acciones fueron acompañadas de una declaración de “ira” por la celebración del «Día del Descubrimiento de América».
Ante los hechos Trump tuiteó: «Pongan a estos animales en la cárcel ahora”. Palabras que recuerdan cuando en Bolivia la presidenta de facto Jeanine Áñez dijo: “Estos salvajes no volverán”, en alusión a los 14 años de gobierno de Evo Morales, primer presidente indígena del país con la mayor población originaria de América Latina, que renunció después del golpe de Estado cívico-militar del 10 de noviembre de 2019.
Aunque las estatuas derrumbadas no eran de españoles colonizadores, sino de representantes de la política estadounidense como la de Roosevelt, que fue la primera en caer manchada de pintura roja emulando sangre, según señalaron los y las manifestantes, por sus políticas de asimilación y reasignación de territorios tribales. «Tierra robada», se inscribió en el pedestal de su estatua ecuestre. Por su parte, algunos historiadores señalan que Roosevelt expresó enemistad hacia los y las indígenas estadounidenses, en una frase que lo refleja: “No llegaría a pensar que los únicos indios buenos son indios muertos, pero creo que nueve de cada 10 sí”. Minutos después, impensable en otros tiempos por alzarse como uno de los iconos abolicionistas, siguió el turno a la de Lincoln, «Dakota 38» se escribió en el pedestal. El motivo: la reivindicación de los 38 hombres dakota a los que Lincoln autorizó ahorcar tras un conflicto violento con colonos blancos en Minnesota.
Los monumentos derribados en los Estados Unidos se sumaron a otras estatuas tumbadas en una oleada de protestas en septiembre, desencadenadas por la muerte el 25 de mayo de George Floyd a manos de la Policía de Minneapolis.
También en septiembre, en Colombia, un grupo de indígenas piurek tumbó la estatua de Sebastián de Belalcázar en Popayán, a quien indica la historia oficial como el conquistador de la ciudad; esto luego de un juicio simbólico en el que le declararon culpable por genocidio, apropiación de tierras, despojo, entre otros delitos. “Este juicio lo enmarcamos dentro de un compromiso que tenemos frente a la memoria colectiva de nuestra sangre, razón por la cual estamos convocados a reescribir la historia liberándonos de toda huella producto de la colonialidad del saber”, declararon en un comunicado.
En México, el gobierno de la capital retiró la estatua de Cristóbal Colón, ubicada en una de las avenidas principales, el sábado previo al 12 de octubre, denominado aún como el “Día de la Raza”. Aunque las autoridades señalaron razones de mantenimiento, una protesta ciudadana denominada “Lo vamos a derribar” anunciaba que pretendían tumbar el monumento en rechazo a la colonización. Además, circuló una petición en Change.org para exigir al Gobierno el retiro de todos los monumentos similares: «Asumimos como acto soberano el derribo de monumentos execrables y como homenaje a los millones de indígenas y afrodescendientes masacrados, nuestros ancestros. Honramos su memoria y su lucha. Desmaterializamos las versiones únicas de la historia».
También en el país colonizador, en el centro de la ciudad de Pamplona, España, manifestantes en contra de la monarquía decapitaron estatuas de Felipe VI y Cristóbal Colón. Además, les colgaron sogas a los cuellos y jalaron para derribarlas.
En Bolivia, la estatua de Isabel la Católica, ubicada en la plaza que lleva su nombre en la ciudad de La Paz, amaneció vestida de chola, denominación de las mujeres aymaras, y fue rebautizada por el colectivo Mujeres Creando como “Chola globalizada”.
También en la ciudad de La Paz, en el Paseo del Prado, se pintó con pintura roja la estatua de Cristóbal Colón en alusión a la sangre de millones de indígenas derramada por la colonización.
Vamos derribando mitos y reconstruyendo nuestra historia, la que no nos contaron, la que fue borrada para enaltecer al opresor y justificar su ignominia.
