¿Será buena o mala esa nueva realidad que nos espera después de la pandemia?

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Por Ruperto Concha

Rebuscadas, emperifolladas, maquilladas y “tranquilizadoras” son las noticias de los políticos sobre los efectos del Covid-19 en la economía mundial y sobre lo que se nos vendrá encima después.

Pero las cifras objetivas, sobre los pocos datos realmente concretos y verificados, no son nada de tranquilizadoras. Las cifras mejor escrutadas son las que llegan desde Estados Unidos, donde un gran número de académicos de alto nivel muestran en estos momentos que las estadísticas oficiales desmienten cualquier vaticinio optimista.

El profesor Richard Gunderman, decano de Ciencias Sociales de la Universidad Estadual de Indiana, señala que, en estos momentos, en Estados Unidos, de cada cinco trabajadores uno ha quedado cesante. Y sobre ello, y sus efectos de estallidos de furia popular y de represión militarizada, cita las palabras del escritor francés George Bernanos, describiendo la violencia de la Guerra Civil española: “Hoy hay miedo y es verdad que el miedo es un actor importante en la violencia brutal. Las autoridades parecen creer que las vidas de algunos seres humanos carecen de valor y que nada es tan natural en el ser humano como el matar. Tan pronto como hay individuos que saben que pueden matar sin temor a represalias, comienzan a matar, o, cuando menos, animan a los asesinos con sonrisitas de aprobación”. ¿Qué tal?

Por su parte, el profesor Jay L. Zargosky, de la Escuela de Negocios Questrom, de la Universidad de Boston, Massachusetts, advierte que el desempleo en Estados Unidos ya alcanza al 25%, que es el promedio en prácticamente todos los países del mundo, desde la próspera Alemania, hasta la muy morenita Kenya en el sur de África.

Y señala que, en las últimas estadísticas, que corresponden a abril pasado, en ese período se perdieron en Estados Unidos 20 millones 500 mil puestos de trabajo.

Y eso, en circunstancias de que, según el Gobierno, una persona que haya trabajado apenas un solo día en ese período, no es considerado como un desempleado.

¿Sobre qué base podría recuperarse la prosperidad mundial cuando acabe la pandemia y esta gente siga en el poder?

Crítica al neoliberalismo

En estos momentos, a nivel mundial, ya nadie se toma en serio la noción neoliberal de una economía regida únicamente por el mercado.

Ya durante el gobierno del demócrata Barack Obama, Estados Unidos siguió con mucho disimulo un curso de intervención política y militar que progresivamente fue agregando conceptos de estrategia, estrategia imperial, por los cuales se trataba de imponer una planificación y regulación de la economía, a nivel mundial, a través de tratados de comercio.

Entre los elementos de planificación y control de la economía destacaba, desde el primer momento, imponer el sistema judicial de “arbitraje” para resolver discrepancias. Y, fíjese Ud., los fallos que emitieran esos “arbitrajes” eran inapelables y vinculantes, incluso si estuvieran en contradicción con leyes vigentes de los países signatarios del tratado comercial. De hecho, para evadir conflictos constitucionales, se estableció el compromiso de los gobiernos signatarios de abstenerse de llevar conflictos económicos a los tribunales de justicia normales de cada país.

En 2016, la campaña presidencial de Donald Trump exhibió un programa de corte nacionalista, apuntando, por una parte, a frenar la fuga de puestos de trabajo de Estados Unidos hacia otros países donde la contratación de trabajadores era escandalosamente más barata. En momentos en que en Estados Unidos la hora de trabajo tenía un valor mínimo de 10 dólares, en países como Vietnam o Malasia, el salario mínimo era de solo de 25 centavos de dólar la hora.

La promesa de recuperar los puestos de trabajo enviados al extranjero, fue la clave del triunfo de Trump, y provocó, inevitablemente, una intervención estatal, mediante decretos presidenciales, sobre el comercio mundial de bienes y servicios.

En estos momentos, Estados Unidos se ha arrogado, se ha apropiado de la facultad incluso de capturar barcos mercantes, apoderarse de su carga, y venderla apropiándose del dinero resultante, bajo la idea de que estaban violando una prohibición, una sanción del gobierno… de Washington, por cierto.

¿Es imaginable que una economía mundial sujeta a decretos presidenciales de Washington pueda resurgir con éxito internacionalmente? ¿Volverán a ser como antes, como estaban hace un año las condiciones económicas del mundo?

La economista Julia Lane, de la Escuela de Economía de la Universidad de Nueva York, informó la semana pasada que, si el Gobierno suspendiera el programa de emisión de 600 dólares de nuevo auxilio a la gente sin trabajo, que está en este momento en trámite, la actividad comercial total dentro de Estados Unidos se reduciría ¡en un 40%! E incluso, si en el Congreso deciden solo reducir a 400 dólares el nuevo envío de auxilio, la actividad caería en un 12%.. Y eso, en momentos en que se prevé una recesión del 12.5% en toda la economía de Estados Unidos.

Actualmente, a menos de dos meses de las elecciones generales de Estados Unidos, ninguno de los dos candidatos presidenciales se ha atrevido a proponer un programa de gobierno para administrar la economía postCovid-19. Más aún, demócratas y republicanos, por igual, hasta ahora dicen atenerse a los principios de economía de libremercado, eludiendo prácticamente todas las propuestas hechas por los sectores progresistas sobre seguridad social y salud.

«¿Es imaginable que una economía mundial sujeta a decretos presidenciales de Washington pueda resurgir con éxito internacionalmente?»

Estado del sindicalismo

En la ausencia de propuestas por parte de los partidos políticos, ¿qué está ocurriendo con los sindicatos?

Otro importante académico del área de economía y negocios, Raymond Higler, profesor de Administración Empresarial de la Universidad de Colorado, afirma que el sindicalismo de Estados Unidos está agonizando. De hecho, de un 23% de la fuerza de trabajo que estaba sindicalizada en 1980, ahora ha caído a solo un 10.3%. Y, en los sindicatos de trabajadores del sector privado, la disminución de afiliados ha sido aún peor, reduciéndose a solo un 6.2%.

El profesor Higler menciona que el fallo de la Corte Suprema que invalidó la obligatoriedad de integrarse a un sindicato y pagar las cuotas establecidas, hace que los trabajadores sientan que, si el sindicato funciona bien, ellos van a gozar de lo que el sindicato consiga… y eso, ¡sin haber tenido que pagar cuotas ni asumir responsabilidad solidaria con sus compañeros!

Mientras los demócratas hacen votos de jamás volverse socialistas, los republicanos afirman que los sindicatos ahora “no son más que zombis”, incapaces de negociar inteligentemente con la clase política.

Según un informe de la publicación CIPER-Chile, en este país también el sindicalismo ha sido incapaz de hacerse escuchar por la clase política, a pesar de que en los últimos meses se ha hecho sentir un mayor interés y acercamiento hacia el sindicalismo, sobre todo entre los jóvenes.

Acrecentamiento de la deuda fiscal

En términos reales, prácticamente la totalidad de los países desarrollados del llamado “mundo occidental”, está centrando sus esperanzas en contraer más y más deuda fiscal para disponer de dinero para ir en auxilio de los cesantes y apuntalar a las empresas.

Pero ya es algo que se sabe, pero no se dice, eso de que los aportes financieros de auxilio económico son “deuda” estatal. Se sospecha que ningún país de Europa está en condiciones de afirmar que algún día pagará ese endeudamiento gigantesco.

En Estados Unidos, de acuerdo a la prensa especializada, ya la deuda fiscal verdadera ha llegado a ser más del doble del Producto Interno Bruto (PIB) estadounidense.

En tanto la China, que tiene en su poder más de un millón 500 mil millones de dólares en bonos soberanos emitidos por Washington, ha comenzado ahora a venderlos a precios bajos y muy tentadores, aprovechando que todavía sigue habiendo compradores que creen que Estados Unidos logrará recobrarse de esta crisis.

Como fuere, ya es inocultable el interés de la mayoría de los gobiernos del mundo desarrollado, en considerar una nueva cumbre económica mundial que se enfoque en establecer una moneda de reserva internacional que sea realmente a prueba de emisiones inorgánicas, aunque aparezcan disfrazadas de deuda. Cada vez más hay sectores políticos dispuestos a explorar la aplicabilidad de monedas virtuales, como el bitcoin, que no pueden ser emitidas sin un respaldo matemáticamente inviolable. O bien, como alternativa, reestablecer un sistema internacional de moneda con respaldo en oro u otra especie física y material.

De concretarse cualquiera de esas alternativas, su efecto será hacer imposible un retorno a la economía mundial como la conocíamos. Y es muy, muy difícil que el dólar americano siga siendo la divisa del comercio mundial.

Pero, ¿qué indicios creíbles hay sobre cómo será esa nueva realidad que nos espera?

No hay muchos indicios más allá de las conjeturas razonables. Uno de los factores más revolucionarios producidos por el Covid-19 ha sido el aumento enorme de trabajadores que no acuden a puestos de trabajo en oficinas o talleres. Por supuesto, muchas oficinas reabrirán cuando pase la pandemia. Pero en la mayoría de los casos de trabajo remoto, desde la casa u otro punto, los resultados han sido positivos o incluso más productivos de lo que se esperaba.

Por cierto, el ir a trabajar a un lugar físicamente establecido tiene ventajas grandes, y muy grandes, en varios sentidos. Por ejemplo, la interacción entre compañeros de trabajo, que aporta enriquecimiento de puntos de vista sobre lo que se está haciendo y sobre lo que hay que hacer y también sobre la convivencia misma. Los compañeros de trabajo, aunque no lleguen a establecer una amistad profunda, alcanzan una relación generalmente buena, grata y enriquecedora, que se carga de perspectiva humanista incluso cuando surgen opiniones disímiles.

«Hasta ahora se sabe, en concreto, que los próximos 20 años incluirán hacer desaparecer más de la mitad de todos los actuales puestos de trabajo»

Sin embargo, también en las nuevas reuniones de trabajo, de grupos de trabajo, discusión y análisis de situaciones, mediante internet, han surgido niveles inesperados de entendimiento y aceptación de puntos de vista disímiles. Se admite que el número de trabajos a distancia se mantendrá muy elevado y traerá consigo una evaluación rápida de las cualidades del trabajador, lo que implica más agilidad en las promociones y ascensos para los más capaces.

Como variante de este mismo fenómeno del trabajo a distancia, está produciéndose ya la aceptación, en las grandes empresas, de que algunos de sus empleados no solo trabajen desde otro edificio o incluso desde otra ciudad. Más que eso, empresas, como ya lo está haciendo Google, están aceptando que sus trabajadores puedan instalarse en otros países.

La posibilidad de trabajar en cualquier país distinto, con mejor clima, o con un medio cultural más relajado, o, incluso con una economía interna más barata, permite que el trabajador se desempeñe más a gusto y en condiciones más ventajosas.

Imagínese Ud. un joven trabajador que se inicia trabajando con un sueldo de tres mil dólares mensuales, apenas por encima del sueldo mínimo. En California vivirá de forma estrecha y modestísima, casi al borde de la insolvencia. Pero si ese joven pudiera trabajar desde Chile, con ese mismo sueldo, disfrutaría de un equivalente a dos millones y medio de pesos mensuales, o sea, un sueldo lejísimo por encima del salario mínimo de este país.

Otro factor de profundo cambio afectará a la educación. Ya las principales grandes empresas internacionales están prestando poquísima atención a los diplomas y certificados de estudio, y en cambio han desarrollado sistemas propios de evaluación y exámenes de las capacidades de sus trabajadores. Con ello se da, frecuentemente, que jóvenes incluso desprovistos de un título universitario, o bien titulados en facultades de poquito prestigio, hacen, sin embargo, carrera más rápido gracias a una buena evaluación de su desempeño por la propia empresa en la que trabaja. Es decir, se prioriza un pragmatismo que no prescinde de aceptar variantes que antes inspiraban desconfianza y menosprecio, y ahora, en cambio, aumenta el factor humanista de la creatividad, el compañerismo y una bienhumorada disciplina. Incluso lo que antes se consideraba “raro” o “más bien impropio”, hoy se está tomando como sencillamente aceptable.

Se admite también la oscura realidad de que el cada vez más rápido desarrollo de las nuevas tecnologías que automatizan el trabajo, inevitablemente provocará la desaparición de puestos de trabajo manual que las máquinas hacen mejor, más rápido y en más cantidad de producción.

Se ha repetido cansinamente que el avance tecnológico, si bien hace desaparecer algunos empleos, al mismo tiempo crea trabajos nuevos. Y para afirmar eso recurren a los efectos que en el pasado tuvo la industrialización que primero hizo desaparecer oficios como el de carretero o las hilanderas o los tejedores a telar manual, pero luego creó un enorme aumento de puestos de trabajo mejor remunerado.

La respuesta a ese optimismo es que los nuevos puestos de trabajo que se crearon en el pasado no fueron para los que quedaron cesantes, sino, en el mejor de los casos, para sus hijos u otros postulantes más jóvenes. Los que quedaron cesantes lo perdieron todo.

Las nuevas tecnologías se imponen porque ofrecen una productividad más rápida y en mayor número que la productividad manual. De ahí que los optimistas confían en que habrá trabajo para más gente que maneje esas tecnologías y con ello aumente muchísimo más la productividad de las empresas. Pero ese enorme aumento de la productividad solo sería conveniente en una economía de crecimiento permanente y sin límite. Es decir, una economía que obviamente saturaría los mercados, destruiría al planeta y lo sumergiría en basura.

Hasta ahora se sabe, en concreto, que los próximos 20 años incluirán hacer desaparecer más de la mitad de todos los actuales puestos de trabajo.

Ante esa realidad, únicamente una intensa, profunda y muy inteligente reforma educacional podrá abrir camino para que los niños de hoy encuentren su lugar y su desempeño en el mundo postCovid-19.

Una nueva educación que permita y estimule en los niños una auténtica búsqueda de vocación. Explorar en busca de aquello para lo cual cada niño sea sensacionalmente bueno y pueda desempeñarse con excelencia, Dejando atrás la aberración actual en que la vocación es ignorada por completo y el trabajo no es más que hacer algo para ganar dinero.

Bueno, cuando nuestra clase política nos ha llevado a que alcancen el poder personajes patéticamente incultos, y más bien astutos en vez de inteligentes… quizás una educación de calidad sea pedirles demasiado.

Hasta la próxima, gente amiga. Hay peligro. Bueno, también había peligro hace 600 mil años, cuando estábamos recién aprendiendo a ser seres humanos.

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Ruperto Concha Analista internacional

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