VER PERO LEER │ ¿Libro o película? Cronaca familiare

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Por Sebastián López y Jaume Domènech

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Segundo Libro

Cronaca Familiare

(Vasco Pratolini)

Vasco Pratolini nació en Firenze, Italia, el 19 de octubre de 1913, en vía dei Magazzini, y en esa calle vivió hasta su adolescencia; pero no fue esa calle la referente en su obra, sino la vía del Corno, en la que sitúa la vida y milagros, alegrías y dramas de muchos de los personajes de sus libros, en especial los de su Crónica de los pobres amantes, Gesuina, la Signora, Maciste, Ugo, Giordano, Musseta

En 1970 viajé por primera vez a Firenze, tenía reciente la lectura de esa novela y mi primera visita a la ciudad toda arte no fue a ninguno de sus maravillosos palacios o museos, sino que busqué en el callejero la ubicación de la vía del Corno, que me imaginé llena de vida y bullicio, y me encontré con una calle corta y estrecha, casi invisible, junto al Palazzo Vecchio, y me pareció imposible que allí pudieran podido amar, reír o sufrir los protagonistas de la Crónica.

Pero Pratolini vivió en ella luego que su padre se casara por segunda vez al enviudar de su esposa Nella, que falleció al dar a luz al hermano de Vasco. Dante, que entregado en adopción cambió su nombre por el de Ferruccio y será el otro protagonista, junto al propio Vasco, de ese libro intimista, sensible, bello, casi una obra de orfebrería llamada Crónica Familiar, a cuyo comienzo Vasco se dirige al lector para explicarle el sentido, la causa última de la novela: «Este libro no es una obra de fantasía. Es un coloquio del autor con su hermano muerto. Al escribirlo, el autor trata sólo de hallar consuelo. Nada más. Tiene el remordimiento de haber apenas intuido la espiritualidad de su hermano, y esto demasiado tarde. Estas páginas se ofrecen, pues, como una estéril expiación».

Los hermanos apenas se conocen y no se verán con frecuencia. Dante-Ferruccio morirá en 1945, Vasco escribe su novela dos años después. En ella, uno y otro hermano, enfrentan un dúo: el «tú» y el «yo», y esa especie de diálogo se diría que reanudado después de ocho años sin verse y fruto de un encuentro casual; la anécdota comienza con un tempo lento para ir ganando dinamismo a medida que avanza el ritmo narrativo. Dante permanece casi inmóvil, mientras el autor parece querer recobrar el tiempo perdido y llenar el vacío de todos esos años, aunque sea en forma elíptica: «Era el año de 1920, se iba construyendo día a día en torno a ti esa prisión de afectos, de costumbres, de complejos, dentro de la cual –cambiados con los años las condiciones y los afectos– te encontraste luego condenado». No es el «yo» sino el «tú» la esencia misma de la obra que va acelerando aún más el tempo al enfrentar la irrevocable realidad de la muerte cercana. Se trata, creo yo, de una técnica casi fotográfica y quizás por ello lo supo llevar tan magistralmente a la pantalla, Valerio Zurlini, con Jacques Perrin y Marcello Mastroianni, excepcionales. No sería la única novela de Pratolini llevada al cine: Carlo Lizzani lo hará con la Crónica de los pobres amantes; el mismo Zurlini filma Las muchachas de San Frediano, y Sergio Capogna Un héroe de nuestro tiempo o Bolognini con Metello.  

Crónica Familiar puede parecer una autobiografía de Pratolini, pero es mucho más, o en todo caso algo muy distinto a eso. Un escritor, Carlo Villa, observó que del pozo de la memoria, Pratolini, tras pasarla por filtros diversos, alcanza una segunda realidad, una verdad que «es autoficción, pero no por ello menos real, si acaba por realizarse plenamente en la fase creativa». Lo que el hermano mayor recuerda, lo que ha vivido, lo que ha estudiado y aprendido e incluso, quizás, el reproche latente e involuntario al hermano que nació en el parto en que muere la madre, Pratolini lo toma en sus manos y, como un orfebre, lo transmuta en arte pero, modesto, confiesa: «Yo no era capaz de hablar en nombre de los hombres, de relatar su presente dolor, di la vuelta al obstáculo y me entregué a narrar mi dolor privado».

En Crónica Familiar el fraternal amor latente, con técnica en apariencia sencilla, va tomando forma, hálito, vigor y confiesa Pratolini al hermano moribundo: «Tus cartas eran como quien las escribía, tímidas, esquivas, temerosas de confiarse y, sin embargo, estaban encendidas por el afecto y la generosidad. En ellas reconocía una de las cosas que me unían a la vida, una de las cosas esenciales». Pratolini descubre a su hermano pero, gracias a él, se redescubre a sí mismo. Y la muerte está ahí pero eso no importa.

Tapa libro.

*

La película

Cronaca familiare (1962)

Director: Valerio Zurlini.

Productor: Goffredo Lombardo.

Escrita por: Mario Missiroli.

Música: Goffredo Petrassi.

Fotografía: Giuseppe Rotunno.

Montaje: Mario Serandrei.

Basada en la novela del mismo nombre de Vasco Pratolini.

Marcello Mastroianni tiene esa inconfundible mirada desvalida y falta de esperanzas que lo marcó en varias cintas. Su actuación es sensible y supo interpretar con buen juicio al personaje de Enrico.

Esto lo vemos en los primeros minutos del filme, cuando nuestro protagonista, que trabaja como periodista en la Roma de 1945, recibe una llamada que estaba esperando: su hermano menor, Lorenzo, ha muerto.

Zurlini es despiadado y no nos va a dejar fácil la tarea de ver esta obra y, aunque nos colme con la bella fotografía de Giuseppe Rotunno y a nuestros oídos llegue la sentimental música de Goffredo Petrassi, el visionado no es sencillo.

Muchos dicen que V. Zurlini es un director infravalorado, y que es una injusticia el que no sea tan conocido como otros contemporáneos suyos, como Antonioni, Fellini o Pasolini, y es que Zurlini es maestro en manejar las emociones y representar de forma magistral la melancolía.

El mismo Pratolini participó en el guion adaptado de su novela Cronaca Familiare de 1947.

El escritor ya había trabajado en cine anteriormente como guionista para Luchino Visconti, Roberto Rosselini, Nanni Loy, y cómo no, para Valerio Zurlini, quien adaptaría dos de sus novelas al cine, una siendo La Ragazze di San Frediano (1954) y la otra  la que mencionamos en este artículo.

Cabe destacar que tanto Vasco Pratolini como Valerio Zurlini lucharon contra la ocupación fascista en calidad de partisanos, y su pensamiento no se aleja de lo que muestra este filme, pero sin llegar a convertirlo en un panfleto.

Otro punto es el joven Jacques Perrin, quien interpreta a Lorenzo, el hermano menor de Enrico, quien da ciertos tintes de inocencia y vitalidad en el paisaje desolador que compone Zurlini, aunque luego este mismo pase a formar parte de ese entorno descarnado.

La película está llena de silencios sepulcrales en el relato, pero que para el público se nos acompaña con la voz en off de Mastroianni, dando disertaciones sobre su pasado, la vida y el amor. “El amor verdadero es solo para los pobres”, diría en un momento.

Y si hasta nuestro protagonista calla, las melancólicas composiciones de Goffredo Petrassi nos serán de buena compañía.

Es una película llena de dureza, acompañada por una encantadora mezcla de amargura y dulzura, un trago que a la vez vendrá acompañado por el dolor, y es que hay que sentir el dolor para poder apreciar esta obra.

Cartel filme.

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Sebastián López Cineasta

Jaume Domènech Ambientalista

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Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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