Forugh Farrojzad: madre del cine iraní (+ video)

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Por Sebastián López

El pueblo persa es reconocido por sus insignes poetas, quienes con sencillez y emotividad representaban su mundo, también los placeres y la vida en general.

Irán puede presumir de tener un buen cine, con grandes exponentes, cuyas obras han dado la vuelta al mundo. Hombres y mujeres que se dedican a engrandecer la cultura cinematográfica del país, haciendo obras de gran belleza, de denuncia, de reflexión y de sueños.

Y es siempre un lujo cuando un poeta decide hacer cine.  Sus planos reflejarían versos silenciosos que a partir de imágenes recitarán la belleza o lo contrario. Planos rimarán con astucia, y podría componer un poema visual que declamará las emociones que el o la realizadora decida expresar.

Irán tiene la suerte de que su cine tenga una madre, que no podía ser de otra forma, una poetiza, de las de mayor influencia en el país en el siglo XX. Forugh Farrojzad, nacida en 1935, fallecida en 1967.

Su padre era coronel, y en su familia se seguían fervorosamente las tradiciones islámicas persas, en los momentos en que el Sha Reza Pahlevi hacía sus intentos de occidentalizar la nación. Tuvo siete hermanos, de los cuales su hermana Pooran se convirtió en poetiza, y su hermano Fereydoun sería igualmente poeta, además de actor y escritor. Terminó la secundaria a los 15 años y comenzó a estudiar pintura, corte y confección. Forugh diría que esto hacía que su mente se aligerara y le diera facilidad para escribir sus poemas.

A los 16 años contrajo matrimonio, no sin tener el rechazo de su familia debido a la corta edad con la que se convertía en esposa. Se casó con su primo Parviz Shapour, con quien tuvo a su único hijo, Kamyar Shapour, al que dedica “Un poema para ti”. Sin embargo, no prosperó su matrimonio y su relación se volvía más amarga. En 1954 se divorciaron, Parviz ganó la custodia del niño y Forugh nunca más pudo volver a verle.

Se cuenta que Parviz le decía a su hijo que su madre lo dejó solo, para así poder perseguir la poesía y los placeres sexuales. El imaginar esto, para Forugh fue una fuente de gran tristeza y tormento constante. Su padre impidió que volviera a casa, repudiándola. Forugh, estando en Teherán y luego de pasar todas esas penurias, irrumpió en la escena literaria.

En 1955 publicó su primer libro: Asir (Cautiva). Rápidamente se ganó el rechazo de los academicistas. El editor del libro fue arrestado y ella acusada de corromper a la sociedad. Nunca podría quitarse de encima la carga y el acoso de la prensa y los críticos. Tras una crisis nerviosa y su ingreso a una clínica psiquiátrica, decidió viajar en 1956 a Europa. Ese año vio la luz su libro Divar (El Muro), que dedicó a Parviz, su ex marido. En 1958 haría lo propio Esian (Rebelión).

En ese período conoció al escritor y cineasta Ebrahim Golestan, con quien compartía sus ideales de independencia y expresión. Tiempo en que nace su relación amorosa, que duraría hasta la muerte de Forugh. Fue en 1962 cuando viajó a Tabriz para filmar una leprosería. Estaba dirigiendo la obra que sería considerada, por el crítico Mohsen Majmalbab, como “la película más bella del cine iraní”: La casa negra. Su única película, con 22 minutos de duración. Este documental nos entrega un sentido y profundo ensayo de arte poético, gracias a las imágenes y a la narradora que ambienta y acompaña estas escenas de la leprosería al recitar los poemas de Farrojzad.

El documental parte con la advertencia de que las siguientes imágenes pueden ser perturbadoras.

“No hay escasez de fealdad en el mundo.

Si el hombre cierra sus ojos ante ella, habría más.

Pero el hombre resuelve problemas.

En esta pantalla aparecerán imágenes de fealdad,

Una visión de sufrimiento que ningún ser humano debería ignorar.

Para borrar esta fealdad y aliviar a las víctimas es el motivo de este filme y la esperanza de sus realizadores”.

En un comienzo se nos muestran escenas de niños afectados por la lepra, ofreciendo gracias a Dios por dotarlos de manos, ojos y pies que pueden usar para gozar de la creación de Dios. Pero, por supuesto, estas dotaciones les han sido en su mayoría arrebatadas por la enfermedad.

Estas crudas imágenes se revelan acompañadas por el afligido y lastimero poema de Forugh que versa sobre este infierno. En una secuencia se exponen los intentos de tratar la lepra a través de la medicina, las vacunas y terapias, cuyas imágenes son contrastadas por escenas de gente recitando oraciones y alabando fervorosamente a una deidad que hace mucho no responde y que pareciera haberlos abandonado. Luego, Farrojzad nos enseña a padres leprosos atendiendo a sus hijos, muchos de ellos no afectados por la enfermedad. De igual forma pasan frente a nuestros ojos mujeres desfiguradas encantadas al peinarse y maquillarse. Personas que, al menos en estos momentos, parecieran ser felices.

El documental se acerca a su fin con un profesor que pide a unos de sus alumnos que le mencionen cosas bellas: “La luna, el sol, las flores…”, son su respuesta. Cuando le pregunta a otro niño que le nombre cosas feas, este responde con “manos, pies, cabeza…”. Sabe que su condición humana es la de cargar con la deformidad.

La Casa Negra recibió varios premios y reconocimientos que le hicieron ser conocida casi mundialmente, llamando la atención de la Unesco y de directores como Bertolucci, quien viajó para entrevistar a Forugh y producir una película de 50 minutos sobre su vida.

Durante la filmación, Forugh se encariñó con Hossein Mansouri, hijo de dos leprosos. Adoptó al niño y lo llevó a vivir a casa de su madre.

En 1964 publicó Tavallodi Digar (En otro amanecer), considerado uno de los mejores poemarios persas contemporáneos. Al año siguiente, entregó en la imprenta su libro de poemas Tengamos fe en la estación del frío, publicado de manera póstuma.

Forugh Farrojzad murió el 14 de febrero de 1967 en un accidente automovilístico, tras visitar a su madre. Tenía 32 años. Diez años después de la Revolución islámica, sus textos fueron liberados tras permanecer en censura. De su obra se podría decir que es sencilla y poderosa, femenina y llena de sueños, que refleja sus etapas de la vida en momentos de profunda amargura; la añoranza y la vitalidad, y la honestidad al expresar su visión de la realidad y de los hombres, hacen que haya sido una de las poetas y cineastas más comentadas de Irán.

Este año se publicó la antología completa de su obra poética intitulada: Eterno anochecer. El poema Tengamos fe al principio de la estación fría, captura la atención de las y los lectores. A continuación reproducimos un extracto.

“Al principio de la estación fría, tengamos fe

en las ruinas de los jardines de la imaginación,

en las hoces abandonadas,

en las semillas que duermen bajo la tierra.

Tal vez, lo real fueran aquellas dos manos jóvenes

enterradas bajo la incesante nevada,

y el año próximo, cuando la primavera

se acueste con el cielo que está detrás de la ventana

y en su cuerpo estallen

los verdes orígenes de sus leves tallos,

florecerán, compañero, mi único compañero.

Tengamos fe al principio de la estación fría.”

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Sebastián López Cineasta

VIDEO La casa negra

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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